Santa Adelaida la Regadeira, 2017. Mesa ceremonial: panes, velas, tallado comestible, frutas y verduras, medidas variables. Foto: Germán Duarte

Mesa Servida: Una Conversación con Miriam Hecht

La obra de Miriam Hecht se nos presenta como una gran celebración. Un banquete con notas rituales, razonado, estructurado para recibir al espectador e incorporarlo a la obra, porque sin él, la acción en sí no existiría. Una enorme puesta en escena donde participan todos los ingredientes propios del teatro y donde el centro de atención está dado por la acción en si misma. Habiendo incursionado en la pintura, el textil, las instalaciones y la producción de objetos, Hecht encuentra en lo efímero de los “banquetes temáticos” su vehículo de comunicación con el otro, creando situaciones performáticas opulentas y barrocas, para compartir en torno a una mesa.

En Barbecho, 2015. Altar a la tierra: velas, panes, objetos con semillas, flores, frutas y verduras, medidas variables. Foto: Germán Duarte

María Carolina Baulo: Autocalificas tu obra como “arte de acción.” Contanos qué entendes por arte de acción y cómo lo relacionas con tu trabajo.
Miriam Hecht: Es un arte de puro presente, la obra no es hasta que se encuentra con el otro. Me interesa trabajar con un espectador que se involucre, que mire, que toque, que huela y que coma. Creo ficciones e invito a los participantes a entrar en ellas para que enriquezcan con su aporte mi propio relato. Por ejemplo, en algunos trabajos propongo atravesar un bosque de sueños como ritual de iniciación, o comer de árboles de cuyas ramas brotan caramelos o panes de diferentes colectividades o religiones.

MCB: Los soportes y formatos siempre son fundamentales a la hora de producir cada obra. El arte efímero cuestiona esa estabilidad en el tiempo que, por el general buscan alcanzar las obras de arte. ¿Cómo tomas esa decisión de hacer piezas que sabes de antemano que están condenadas a desaparecer de forma inminente (al menos materialmente)?
MH: Es que no creo que desaparezcan realmente, mis banquetes son más que su materialidad comestible, siguen estando en quienes lo devoran; digamos que hago obras para pocos, sólo los participantes del festín ven la obra realmente y se la llevan puesta no sólo materialmente sino también como experiencia vivida. Igual que la vida: efímera y permanente a través del recuerdo.

Esto no es una teta, 2019. Mesa ceremonial: panes, velas, flores y hojas, objetos de cerámica y comida, medidas variables. Foto: Germán Duarte

MCB: Imagino que tu formación en el campo de la psicología es clave; especialmente me interesa esa instancia de “incorporar al otro” en cada banquete. Contanos sobre tu formación artística en general y la influencia de la psicología en particular.
MH: Me resulta muy difícil separar mi formación artística y psicológica de mi experiencia de vida. Siempre fui muy lectora, experimentadora de cosas dispares. Por ejemplo, un curso sobre fascinators, libros de cocina, los clásicos griegos, psicoanálisis, jardinería, literatura y la naturaleza en general (la Biblia y el calefón como dicen). Me gusta estudiar y me interesa el lado oculto de las cosas, lo más profundo y todo eso junto es lo que me sirve para trabajar en mis distintas áreas de acción. Hice diferentes talleres y clínicas de obra pero más que la formación artística me gustaría contarte una anécdota que me marcó profundamente para hacer obra efímera y trabajar en el arte los conceptos de tiempo y memoria. Es un recuerdo con mi mamá en la cocina preparando una torta los domingos a la tarde. Era nuestro juego preferido. El producto final no era relevante pero sí lo era ese tiempo compartido con alegría y libertad. Creo que ahí con mi mamá, comencé con mis banquetes en un momento mágico de juego, amor y permiso. Nuestra obra duraba poco porque la devorábamos y sin embargo sigue estando presente a través de los años. Esta experiencia impregnada de significaciones personales me ha guiado para trabajar en el arte el concepto de lo efímero y lo permanente. Nuestro devenir es efímero, lo que permanece es la huella de nuestra rica experiencia vivencial y afectiva. Como psicoanalista mi modo de trabajo también es incorporar al otro para identificarme y comprenderlo. Digamos que el mecanismo es el mismo en todas las áreas, lo que cambia es el campo y el objetivo. Como psicoanalista y como artista me enfrento diariamente con los límites propios y ajenos. La muerte es la única certeza de la que disponemos, nuestra condición de eternidad es la huella y el recuerdo que dejamos en el universo simbólico de los otros.

Esto no es una teta, 2019. Mesa ceremonial: panes, velas, flores y hojas, objetos de cerámica y comida, medidas variables. Foto: Germán Duarte

MCB: Tomemos un banquete ceremonial como ejemplo y contanos el paso a paso del proceso creativo, la estructura del banquete, la estética que eliges para tus celebraciones… Se me ocurre Esto no es una teta; pero puede ser el que quieras.
MH: Cada banquete tiene su proceso particular. No repito fórmulas ni esquemas para producir; trabajo en un campo muy libre. Lo que sí te puedo decir es que siempre parto de una idea y empiezo a investigar y a partir de ahí aparecen materiales, texturas, imágenes y empiezo a producir. Cuanto más leo más extraño se vuelve todo. Por ejemplo en Esto no es una teta partí de la idea de la mujer como dadora de vida, vinieron a mí recuerdos de infancia, de arroz con leche, de chocolatada pero al mismo tiempo investigué, leí sobre la historia de mujeres que lucharon por sus derechos, sentí que también necesitaba hablar de esto y así surgió Kimaki la hechicera, prototipo de mujer empoderada y su performance a cargo de Gisela Rebichini, una excelente actriz. Ambas ideas están presentes en Esto no es una teta.

MCB: El rol del espectador es crucial en tu obra dado que ella se constituye en esa performance que integra a todos los participantes.
MH: Claro! El espectador es parte y está desde el germen de la idea. Por ejemplo, en Santa Adelaida la Regadeira o en Fronteras yo quería trabajar con la religión y pensaba cómo incorporar al público—surgió la idea de hacer procesiones y que el objeto a adorar pueda mezclarse con la gente, por eso la santa se desarma y parte de sus velos son para entregar al público. Por otro lado la idea del banquete no es sin sus invitados, es interesante ver la modificación que se produce en la gente al comerse la obra. Comienzan tímidamente y después eso deja lugar a un juego libre y a una voracidad increíble. Si bien yo oficio como anfitriona de una puesta en escena, cuando el público se desinhibe comiendo y jugando, yo me transformo en una espectadora que disfruta de ver como la obra se va modificando de formas muchas veces inesperadas.

Santa Adelaida la Regadeira, 2017. Instalación de sitio específico, medidas variables. Foto: Germán Duarte

MCB: Lo que “perdura” de cada acción es el registro fotográfico y los vídeos. ¿Tenes pensado para el futuro perfeccionar esa instancia de registro?
MH: Mira, del registro estoy muy, muy contenta porque trabajo ya hace varios años con Locomotora Films, que hace videos de gran calidad que saben mostrar el clima de cada acción. Y justamente ahora quiero dar un salto en términos de ficción y estoy pensando en trabajar en un corto o un documental de ficción sobre la Santa. Hoy en día estoy empezando a trabajar en esa línea, lo cual me llena de entusiasmo y es mi próximo gran desafío.