Microgeologías serranas, 2019. Terracota, medidas variables.

La geografía de la cerámica: Una Conversación con Luciano Giménez

Un poco autodidacta y un poco de manera formal, Luciano Giménez se acerca al dibujo y la cerámica, adoptando su materialidad como medio plástico cuasi favorito. Con estudios en Diseño Industrial y Artes visuales en la Universidad Nacional de Córdoba, trabaja esculpiendo cerámica desde hace 14 años, produciendo murales, obras y piezas de vajilla.

Entre sus proyectos se encuentra un viaje de investigación de la cerámica junto a la artista Sol Carranza Sieber, lo cual dio fruto a un libro, Memoria material (2022). Su obra ha recibido premios de alcance nacional y ha expuesto en numerosas muestras individuales y colectivas en Argentina y el exterior, destacándose galerías tales como El Gran Vidrio y Artis en Córdoba, Pasaje 17 y Salas Federales CFI en Buenos Aires, así como el Museo de las Mujeres, el Museo Arte Contemporáneo Unquillo, el Museo E. Caraffa, el Museo Genaro Pérez, todos ellos en Córdoba y el Museo de las Conceptas en Ecuador. Actualmente se especializa en murales y esculturas cerámicas de gran formato. Es co-creador e integrante del proyecto Casiopea Cerámica y del colectivo de dibujo Carbonillas Projekt. Vive y trabaja en Córdoba, Argentina.

Autoportantes, 2022. Terracota, medidas variables. Foto: Sol Carranza Sieber

María Carolina Baulo: Me gustaría empezar hablando directamente sobre la materialidad de tu obra, el porqué de la elección de la cerámica como protagonista y los variados formatos en que trabajas: objetos, instalaciones, murales.
Luciano Giménez: No sé si tengo un porqué. Empecé a trabajar con la cerámica más bien de casualidad y me topé con un campo que me permitía ser soporte para dibujar, que era lo que más hacía en ese momento; eso me fascinó. Luego la materialidad concreta y los procesos de la cerámica, me llevaron a interesarme cada vez más por las formas y por las reacciones de los materiales. La diversidad de los formatos en mi obra, tiene que ver por un lado con intereses que van mutando, o cosas que voy explorando y conquistando, y luego salto hacia una nueva meta. En el caso particular de los objetos utilitarios, con un mercado y campo laboral, van en paralelo a mi obra, ya que desarrollo junto a mi compañera un proyecto de cerámicas de uso diario. Así el hacer artístico de obra alimenta al hacer más de oficio, de vajillas y otras piezas funcionales y viceversa. Por otra parte, diría que por mi formación—vengo de una escuela secundaria técnica y transité la carrera de diseño industrial—me seduce mucho el hecho de que la cerámica implica muchos desafíos técnicos, constructivos; esto es algo así como un motor de exploración. Y, finalmente, mencionar la conexión que encuentro entre esta materialidad concreta y el paisaje, la tierra…las Sierras son una gran fuente de inspiración y la relación entre este paisaje y los materiales y procesos de la cerámica, son muchos.

MCB: Uno de tus primeros trabajos fue Calendario de agua / Veintinueve vistas de la abundancia azul (2010) el cual se compone de más de 20 pequeñas piezas de 20 x 15 en cerámica gres y dibujos que dialogan en una suerte de instalación de pared donde se despliega un calendario. Es una obra que condensa múltiples intereses: el foco de atención puesto en el color azul, una marcada crítica a la lectura de la cerámica como “decorativa” y un guiño al arte oriental. Contanos sobre este trabajo que seguramente es punta de lanza de lo vendría después.
LG: La obra es una composición de 29 bastidores de cerámica esmaltada y 29 dibujos que se plantean, debido a esto y poéticamente, como un calendario. Es un proceso realizado en serie, día a día, trabajando desde el capricho del dibujar. Son dibujos hechos de azul cobalto. Vale decir que el trabajo es una exploración del azul. El color es el protagonista, la ola aparece como excusa, son olas de cobalto, olas trazo, manchas, líneas sensibles, duras, orgánicas o geométricas. Son azules y no olas. Debido a su carácter seriado, sobre el mismo objeto, monocromo, la obra se presenta como una transición entre el objeto acabado y el ejercicio. Conserva aún algunos aspectos característicos de la búsqueda exploratoria del dibujo, lo cual, es una elección, ya que se posee interés en controvertir estas dos instancias o ver de qué modo puedan superponerse. Guía el trabajo, por otro lado, la pretensión de pensar en las tensiones discursivas entre lo tradicional y ornamental—que la cerámica trae aparejada históricamente—y lo novedoso y “artístico”; planteando los objetos como piezas interrogantes, que podrían pertenecer a ambos o a ningún campo y repensando estos viejos dilemas. La técnica y sobre todo, la estética de la mayólica, del azul sobre el blanco y la decisión de dibujar en cerámica, añaden cierta cercanía con lo decorativo, atendiendo principalmente, al prejuicio añejo y a la asociación que se hace de la cerámica con lo artesanal, decorativo, y utilitario. Se utilizan entonces estos símbolos, o pre-conceptos para generar esta incertidumbre y ubicar la producción en un lugar intermedio. Por otro lado y repasando antecedentes, clara es la analogía con las estampas japonesas del estilo Ukiyo-e o “pinturas del mundo flotante,” que también tenían la características de estar producidas en serie. Y en particular con La gran ola de Kanagawa, la obra en forma de paisaje marino que pertenece a la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji. Otro suceso de importancia que se tuvo en cuenta, y al que se alude de alguna manera, es a la “revolución azul” de los grabados de Hokusai, en los que usó mucho el “azul de Berlín” o “azul de Prusia.” Hablando ya específicamente de la materialidad de las piezas y de manera más descriptiva, son bastidores de cerámica blanca que tienen, en su afán de imitar al lienzo, textura de tela. Están dibujados con óxido de cobalto sobre el esmalte blanco mate. Cada uno mide 21 x 16 x 4 centímetros aproximadamente. Esta descomposición en fragmentos, puede ser considerada como una representación del infinito y, por lo tanto, del azul.

Calendario de agua / Veintinueve vistas de la abundancia azul, 2010. Cerámica gres, 20 x 15 cm c-u. Foto: Sol Carranza Sieber

MCB: Tu respuesta anterior me da pie para preguntarte sobre los referentes estéticos y conceptuales en tu trabajo. Ya mencionaste el arte oriental como uno de ellos.
LG: Tengo referentes en el campo de las artes en general, como Anton Álvarez, Vicent Mauger, Ximena Garrido Lecca; y en el campo de la cerámica, en particular, tales como Jun Kaneko, Yunghsu Hsu, Takuro Kuwata, Gustavo Pérez, solo por nombrar a algunas personas.

Más allá de personalidades particulares, me inspiran e influencian mucho otras disciplinas, como la arquitectura y el diseño industrial, tomo muchas cosas de estas otras ramas, que considero también artísticas. Referentes de artistas multidisciplinarios son para mí Ronald Rael, Ronan Bouroullec, para mencionar algunos.

MCB: Magma (2018) es un trabajo que se compone de una serie de piezas en cerámica gres que reflexionan sobre los fenómenos geológicos. Algunas son pequeñas esculturas y otras se disponen componiendo una instalación de pared. ¿Cómo se ve esta idea de lo geológico reflejada en las obras?
LG: Esta serie de piezas cerámicas busca imitar o evocar los aspectos que generan algunos fenómenos geológicos sobre la materia mineral. Me enfoqué específicamente en producir formas, hechas a partir de diferentes acciones que someten el material. Es un conjunto de ejercicios diría, de exploraciones para llegar a estos efectos mencionados. Este trabajo es el que me abrió la puerta hacia las exploraciones más bien materiales, es decir, no buscar tanto una forma, sino una reacción, y que la forma fuera más bien consecuencia de ese proceso.

Magma, 2018. Cerámica gres, medidas variables. Foto: Marcos Allende

MCB: Microgeologías serranas (2019) se plantea como si fuese el dibujo de un paisaje en formato mural con cerámicas en terracota. Nuevamente se plasman aquí múltiples señalamientos: la relación de la obra con la arquitectura, la utilización de arcilla local (cordobesa), la propuesta de incorporar al espectador en una experiencia estética de contrastes. Contanos sobre este trabajo.
LG: La propuesta es una obra mural, una composición creada con piezas de cerámica que convive con la pared que la soporta. Ambas disciplinas combinadas, la arquitectura y la cerámica, resaltando la nobleza de los materiales y las formas simples, logran generar una obra de carácter contemporáneo y fresco. Dibujar un paisaje con cerámicas, esa es la intención de esta obra. Cada pieza funciona como una línea en el espacio generando una fisonomía de líneas serranas de múltiples lomas que construyen un paisaje, trazan una micro-geología cordobesa. La escala del mural y la cantidad de piezas que lo componen, intentan generar un impacto, promoviendo la observación con una nueva mirada que revalorice la morfología de la construcción. Busca despertar el ojo del transeúnte, sacarlo del cotidiano y la rutina, provocar una experiencia estética. La composición va mutando con las distintas luces del sol y dibujando nuevas imágenes a cada hora del día, enriqueciendo y dando variedad a las vistas del edificio y el paisaje urbano. A su vez, el contraste entre el cemento y la tierra, entre lo geométrico de la arquitectura y lo orgánico de las piezas cerámicas, entablan un diálogo que dinamiza toda la obra y aporta una apariencia nueva y original. El uso de una arcilla cordobesa, de los alrededores de la ciudad, busca reivindicar el color de la tierra autóctona. El uso de materia prima local, provee identidad al trabajo; cada pieza de cerámica creada, representa el color y textura únicos del suelo de un área particular, Córdoba. De esta forma, el mural se integra de piezas construidas de un modo manual y consciente, basadas en lo cercano, que exponen y valoran nuestra cultura y recursos. Las piezas cerámicas harían a la gigante e imponente construcción, un aporte artesanal que lo acerca a la escala humana.

MCB: Lenguaje del suelo (2020) también pone en diálogo la materialidad de la arcilla cordobesa, en este caso la utilizada para hacer ladrillos pero aplicada a gran escala. Asimismo, las piezas de la instalación insisten sobre una búsqueda marcada en tu obra en general que tiene que ver con relacionar las piezas con lo geológico, la arquitectura-construcción, los fenómenos externos a los parámetros humanos que también nos afectan y cierta mirada sobre el universo de los insectos: por ejemplo las hormigas. Si no me equivoco, una de las piezas de esta serie/instalación ha sido seleccionada en el Salón Nacional de Arte Visuales.
LG: Este proyecto explora las posibilidades materiales y formales de la arcilla local, la misma que utiliza la industria de fabricación de ladrillos en la ciudad de Córdoba; con la particular premisa de trabajar en una escala mayor y poco frecuente en la cerámica local. Hubo una decisión inicial y constante de no diseñar la forma final de las piezas. Hay en el proceso un compromiso con el hacer no premeditado. Estas conformaciones surgen de explorar la lógica propia que permite el material y la cadencia misma del trabajo: el suceder respecto a su humedad, su estructura, sus posibilidades, sus limitaciones. En este hacer, casi meditativo, hay una intención mimética de copiar las fisonomías de las geologías, la casualidad abstracta y orgánica del paisaje; de imitar los modos de construir—de las hormigas africanas, de las avispas alfareras, los horneros, de la erosión del viento y el agua. Estos barros cocidos pueden ser naves-contenedores o recipientes del vacío, hechas de tierra, y desterradas—alejadas de la tierra, flotantes. A estas piezas las vengo trabajando desde el 2019, es un proceso aún activo, que ha sido muy lento y trabajado, y muy enriquecedor. Mostré la serie completa por primera vez en el Museo de Arte Contemporáneo de Unquillo, luego una de las piezas en el Museo de las Mujeres, y como mencionas, esta última está siendo parte de la muestra del Salón Nacional de Artes Visuales, Palais de Glace, con la alegría además, por ser el concurso más importante a nivel nacional, de haber recibido el tercer premio en la categoría Artes del Fuego. Estas piezas son puntapié, o maquetas de un deseo o meta más volado, de alcanzar piezas gigantes. Trabajé en esta serie con el apoyo de la empresa El Palmar, usando la arcilla con la que producen sus ladrillos ahuecados. Me interesaba mostrar cómo un material y una infraestructura que la industria utiliza con determinados fines y determinada escala y procesos, pueden llegar a lugares tan distintos, comprobar el hecho de la posibilidad de construir piezas muy grandes con una arcilla que se usa para hacer piezas seriadas, continuas, como lo son los ladrillos. El montaje de las piezas es parte fundamental, esencial del proyecto. Busca generar tensión al soliviar piezas de tan grande escala y fragilidad con un dispositivo simple. El uso de lingas otorga frescura, por ser un elemento ajeno al mundo de la cerámica; descontractura el trabajo, y remite a los nuevos montajes y formas de exponer de la contemporaneidad, en donde la obra no intenta separarse del espacio, sino integrarse al entorno. Las piezas están contenidas, sostenidas de un modo visualmente débil; parecen no ofrecer resistencia, sino más bien descansar, a pesar de la tensión. El sistema de colgado no es fijo, permite la mutación de las posiciones y, por lo tanto, el cambio en las vistas y el recorrido de las piezas desde casi todos los ángulos posibles. Permite también la posibilidad de un punto de vista horizontal, opuesto al que ofrecían las piezas durante su construcción—vertical—y que a la vez, no está anclado a la tierra y es abierto, permeable.

Lenguaje del suelo, 2020. Cerámica terracota, medidas variables de gran formato. Foto: Mateo Castellani

MCB: Piel de un dragón / corté de una montaña (2021) es una pieza impactante de 2 x 3 metros también en cerámica gres. La paleta de colores equilibrada como emulando la corteza de la tierra, la enorme cantidad de pequeñas piezas sistemáticamente organizadas que forman una suerte de paño que cuelga de la pared, dan cuenta de una enorme destreza técnica en su realización, trabajo dedicado y obsesivo frente a la fragilidad de la obra, la cual se nos presenta imponente y sin embargo es sutil y delicada. Contanos qué inspiró este trabajo y cómo fue su realización técnica.
LG: Luego de Lenguaje del suelo, tuve la necesidad de seguir explorando y trabajando en el gran formato; me genera mucho entusiasmo poder construir piezas gigantes. Debido a las limitaciones de espacio de trabajo y de hornos en mi taller, comencé a trabajar a partir de módulos, que me permiten expandir y crecer en el espacio de manera ilimitada. Esta obra es el primer resultado de esta investigación formal, en la que actualmente estoy trabajando. A la idea de lo modular luego se le sumó la técnica del tejido y la posibilidad de transformar continuamente las formas finales de esta especie de tela. Es un trabajo muy lento y meditativo. La construcción de cada pieza conlleva desde la mezcla de distintas arcillas y esmaltes, el modelado una a una, la carga con miles de piecitas de la horneada, hasta el enhebrado y tejido con alambre para formar un todo. Para esto voy contando las piezas y combinándolas y así se va dibujando este manto. Esta combinación es por momentos predeterminada y por momentos azarosa. El resultado me devela diferentes imágenes, como el corte de una montaña, o una abstracción pixelada. Pienso, mientras “construyo” este dibujo, que es algo contradictorio, que oscila entre lo digital y lo analógico; algo del orden de lo electrónico que se materializa con tierra.

MCB: Autoportantes (2022) es un trabajo en terracota que propone un nuevo desafío que es llevar la cerámica a gran escala. ¿Cómo pensaste la construcción de estas piezas?
LG: El trabajo parte de un desafío técnico: llegar al gran formato con la cerámica. Para esto se sortean las limitaciones y se logra construir grandes superficies o volúmenes a partir de un módulo. Hay un fuerte interés en vincular el arte cerámico a la arquitectura. Generar piezas de uso versátil, que pueden ser volúmenes auto-portantes—esculturas—o superficies cubritivas o revestimientos: arquitectura. Las piezas se proponen o muestran como obra (esculturas), pero están pensadas como pruebas, ensayos de nuevos sistemas constructivos, nuevas formas de resolver la creación de espacios y volúmenes. El desafío está en la unión de las partes, cada pieza implica pensar, elegir o diseñar un “mortero de pega,” la pregunta a resolver es, ¿cómo usar otro material que logre hacer crecer y estructurar la pieza total? Se elige este material por su clara relación con la construcción (específicamente con los ladrillos) y a razón de esto, sus posibilidades de duración y resistencia a la intemperie; a la vez que el hecho de generar volumen a partir del módulo. La malla es una construcción a partir de eslabones, de partes, para formar un todo desde el fragmento. Esta idea está presente en nuestra identidad e inconsciente precolombino, y pone en práctica, o trae a la luz al tejido como modo de construir, como praxis. Tanto la cerámica como el tejido son lenguajes primitivos, ancestrales, que en estos trabajos intento fusionar. La malla viene, por otra parte, a romper con la idea de solidez y rigidez que suelen generar las piezas de cerámica, mediante la apertura al espacio, la articulación, y la fragmentación. 

Piel de un dragón / corté una montaña / corte de una montaña, 2021. Cerámica gres, 2 x 3 metros. Foto: Santiago Rocchietti

MCB: ¿Qué otras materialidades que aún no experimentaste se presentan como una tarea pendiente?
LG: La verdad es que ahora no tengo inquietudes con otras materialidades, pero sí, como te contaba antes, estoy muy interesado en otras disciplinas. Desde siempre me interesan algunas técnicas o resoluciones industriales, no tanto por las aplicaciones, sino por los procesos en sí. Me entusiasma mucho la idea de incursionar más en la arquitectura o en las posibilidades de cruces entre ésta y la cerámica. Imagino poder llegar a construir objetos que sean funcionales tanto al habitar, como al goce estético. Esta es un poco la intención con las últimas piezas que he creado, generar “pieles arquitectónicas,” que convivan con las arquitecturas y la transformen, a la vez que sean transformadas por éstas.

Pienso también en piezas cerámicas grandes, enteras, como habitáculos que cumplan además otra función que complete su sentido, como por ejemplo hacer música en su interior.

MCB: ¿Planes a futuro para este 2023 en adelante?
LG: No tengo específicamente planes, o no los llamaría así, son más bien metas, o deseos. Entre ellos, seguir avanzando en lograr la gran escala dentro del campo de la cerámica, llegar a hacer una pieza tan grande como jamás se haya hecho en estas latitudes; lograr vínculos o alianzas con la industria para producir obra, ya que me interesa el campo, y a la vez, amplía mis posibilidades; y tener más tiempo y recursos para trabajar en mi proyecto artístico.