Artista multidisciplinaria argentina, Valentina Chiappetta produce una obra que dialoga directamente con el espacio que la contiene: lo invade, lo cuestiona y se vale de las instalaciones como medio expresivo para materializar el quiebre de ese mismo espacio. Con estudios en el campo de la arquitectura y una Licenciatura en Artes Visuales—con orientación en Pintura, Dibujo y Escultura—en la Universidad Nacional de las Artes (de la cual egresó en 2017), Valentina busca permanentemente ampliar sus conocimientos tomando clínicas de perfeccionamiento con colegas artistas y maestros tales como Pablo Siquier, Juan Astica, Carola Zech, Silvia Gurfein y Mónica Van Asperen, entre otros. Su experiencia de campo incluye colaboraciones asistiendo a reconocidos artistas locales e internacionales tales como su participación en la Convocatoria realizada por la Fundación Proa y la Universidad Nacional de las Artes (UNA) para asistir al artista Cai Guo Qiang (2014). Su obra participó de varias muestras en destacados Centros Culturales y galerías argentinas e internacionales. En cuanto a los premios, basta citar algunos de los últimos dos años: seleccionada para el 1° Concurso a las Artes Visuales Céfiro 2018 convocada por Céfiro Espacio de Arte; 1° Premio Escultura, Galería Braque; seleccionada Premio Bienal de Artes Visuales Areatec 2018 5° Edición, Edificio Cassará; seleccionada para muestra individual “Unfold [despliegue]” emplazada en la Sala Vertical del Centro Cultural General San Martín por la Convocatoria Anual de Artistas 2018–19, todos ellos en Buenos Aires.
María Carolina Baulo: Si hay un formato de trabajo que te caracteriza es la instalación y, más específicamente el site-specific. Contanos sobre tu interés por interactuar con el espacio.
Valentina Chiappetta: El interés de trabajar con una caja arquitectónica nace de la producción de maquetas de estudio—donde representaba escenografías—y su relación con el espectador. La escala de trabajo era pequeña, pero mis ansias superaban el tamaño dando paso a las instalaciones. En la serie “SPLIT [fragmentado]” (2016), construyo maquetas arquitectónicas colocándolas en cajas e imaginándolas a gran escala donde el espectador pudiera recorrerlas. Presentar un “espacio escultórico” era la premisa. Mi metodología de trabajo es tomar el espacio dado los elementos que lo constituyen, desarmarlos y desplegarlos para volver a colocarlos en otro contexto. Crear una obra polisémica es clave para mí, ya que permite al espectador dejar de ser un ente sumiso, motivándolo a explorar múltiples lecturas, convirtiéndose en partícipe creativo del hecho artístico. Como germen de ese cambio de escala debo mencionar la obra unfold [despliegue] (2018–19).
MCB: Alto impacto, vidrio, acrílico, objetos ensamblados, tinta serigráfica sobre papel de algodón, yeso, madera, son algunos de los soportes que utilizas para tus obras. ¿Cómo eliges la materialidad para crearlas?
VC: Nunca me atrajo la idea de utilizar un solo material. La necesidad de búsqueda surge por la experimentación pura. La materialidad utilizada es directamente proporcional al género, a la escala, al contexto y a la duración de la obra. Plástico, acrílico o polietileno expandido son soportes livianos, de escasa duración, a los cuales recurro para realizar instalaciones. En cambio para obras más pequeñas tengo la libertad de expresarme con diferentes medios: espejos, vidrios templados, placas de yeso, madera balsa, papel, acrílicos opacos, transparentes y espejados. El tratamiento de estos materiales es nulo, los utilizo cáscaras, tal cual son, sin solo expongo la verdad de los materiales. Lo azaroso de su estructura es lo que define también su manera de romperse y de plegarse.
MCB: En tu statement hablas de tu obra como “estructuras fragmentadas” y “pliegues de las superficies.” Contanos sobre estos conceptos con sólida fundamentación filosófica.
VC: Mi principal interés surge por el Deconstructivismo en mi época de estudiante de Arquitectura. Desde ese punto de partida comienzo a indagar sus antecedentes, claramente influida por la experimentación formal, los desequilibrios geométricos de los Constructivistas Rusos y la filosofía ilustrada por Jacques Derrida. Un modo de creación libre, sin norma ni precepto alguno más que la propia capacidad creativa del artista; me apropio de sus premisas para trabajar sobre mi obra. Arquitectura de la ruptura, dislocación, deflexión, desviación y distorsión; nos habla no de una destrucción de las formas, sino de un desplazamiento de su estructura. Fragmentar planos, la impredecibilidad, el caos controlado, romper las reglas clásicas de la composición por una composición impura, reemplazándola por una geometría inestable e intranquila. La forma y la estructura: una entidad simbólica. Mi línea de trabajo tiene que ver con estas premisas, interrogar a la forma pura. La metafísica de la presencia es el sujeto principal de la filosofía deconstructivista, la filosofía del lenguaje, presencia y ausencia, sólido y vacío; deshacer la forma ya sea por la fragmentación de un objeto o la repetición del mismo de forma descontrolada. Citaría una frase del filósofo Jacques Derrida: “Al destruir, pierdes forma y fondo; al deconstruir, ganas nuevas formas al revisar el fondo.”
MCB: Tus obras en pequeño formato de alguna forma replican las instalaciones. Por ejemplo en la serie de “Los diez estados,” se concentran las mismas búsquedas pero a menor escala…Contanos sobre estas elecciones.
VC: “Los diez estados” (2016) nace de una búsqueda de materiales. No era la primera vez que trabajaba con espejos fragmentados ni tampoco era la primera vez que desarmaba una forma pura—en este caso un icosaedro—para reconstruirlo en otra pieza, plegándola, forzando la torsión, desarmándola desde adentro y buscando esta vez, una doble distorsión: el desplazamiento de su estructura y su reflejo frente a un espejo fragmentado realizado en 10 estadios. La serie estaba compuesta de 10 espejos, con la particularidad de que el conteo empezaba desde uno entero hasta el número 10 completamente fragmentado siguiendo la serie de Fibonacci en la secuencia de golpes. Por lo tanto, la rotura de los mismos no era azarosa. A su vez el poliedro se deconstruía en sentido inverso siguiendo la misma serie. Esta obra y otras varias de su tamaño, siempre fueron pensadas para que un espectador las recorriera y se reflejara en ellas, como pequeñas escenografías.
MCB: Tu última muestra en el Centro Cultural San Martín es un ejemplo concreto del “espacio que estalla,” que invade el lugar del espectador y lo re significa. ¿Cómo fue la experiencia de hacer la obra unfold [despliegue]?
VC: unfold [despliegue] se produjo gracias a una Convocatoria Anual de Artistas donde fui convocada para trabajar en la Sala Vertical del Centro Cultural San Martín. Esa obra fue única, se desarrolló exclusivamente para esa sala sin un plan previo. En el desarrollo de la obra in situ, la idea rectora era deconstruir la pared principal de la sala y parte de sus vidrieras. Estallar el espacio, infectarlo de formas, como si el lugar fuese a colapsar pero no, sino que era solamente congelar ese momento. Desplegar el espacio era la respuesta, no destruirlo. La incomodidad, la invasión, la fundición de las formas con el espacio, la relación con el espectador, las múltiples lecturas, fueron premisas para la construcción de la obra. Una instalación de sitio específico que proponía tanto esa intranquilidad desafiando la estabilidad y el orden natural, hasta provocar abrazar al espectador como parte de la obra.
MCB: ¿Qué podrías decirnos sobre los temas que aborda tu obra? Básicamente arquitecturas emblemáticas argentinas.
VC: Dentro de mi obra sigo dos líneas diferentes de trabajo: la geometría dura y mi pasión por la arquitectura de Buenos Aires. Empecé investigando las primeras construcciones de nuestra ciudad: Aduana Taylor, Aduana Nueva, Casa Rosada y sus antecedentes, Banco Nación y sus transformaciones, Ex Banco de Boston, Edificio Bencich, Ex Banco de Londres y América del Sud, Palacio de Justicia, entre otros; generalmente edificios monumentales emplazados en el micro-centro porteño construidos desde 1880 en adelante.
Siempre me ha fascinado su escala, su monumentalidad, mirarlos desde abajo, sentir su opresión, su poder; construcciones edilicias bancarias y privadas, de tal envergadura que fueron definiendo el perfil de la ciudad. Sensaciones que represento en toda mi obra y busco con ellas interpelar al espectador.
MCB: Finalmente me interesa saber sobre el grupo de trabajo que integras llamado Concreto Colectivo donde aparecen otros soportes y, lo más importante, otras voces dialogando con tu obra. ¿Qué te aporta ese trabajo en equipo que hace la diferencia respecto de la obra que produces en forma individual?
VC: Concreto Colectivo: Pablo Allende, Valentina Chiappetta se forma en el año 2016. A modo de simbiosis, indagamos sobre nuestras obras confrontándolas y tomando los puntos en común: la arquitectura de Buenos Aires, sus edificios, sus calles, sus silencios, sus ruidos. En cuanto a materialidad propiamente dicha, Pablo utiliza como soportes el papel y la tela y como medio la aerografía y el transfer. Yo venía trabajando con maquetas y proyectos de instalaciones site-specific. Los dos buscábamos representar lo mismo: ambigüedad, soledad, quietud, lo extremo como categoría, la rotura, la transgresión, la oscuridad como vacío. Fragmentos de un no lugar (2017) fue el primer proyecto realizado en conjunto: una instalación que integraba fotografía, aerografía y transfer—herramientas que yo no uso—sobre placas de yeso fragmentadas. El aporte de ideas y materiales distintos enriqueció nuestro trabajo potenciando la obra y ampliando las posibilidades en nuestro proceso creativo.