Si pudieras hacerlo todo de nuevo, 2021. Banqueta en hierro y madera maciza (utilitario), 10 x 100 x 50 cm. Foto: Paula Penise

Arquitectura del Hogar: Una Conversación con Jazmín Grinbaum

Arquitecta y artista visual argentina, Jazmín Grinbaum completa su formación con un posgrado en Diseño Conceptual y estudios en Parsons School of Design en Nueva York. Su obra se expande en varios soportes acorde a sus inquietudes: escultura, instalaciones, dibujo, pintura y el diseño no solo de mobiliarios sino de exposiciones y espacios de arte para ferias internacionales y museos de Argentina, México, Perú y Arabia Saudita. Una obra que tiene como centro de atención el estudio de la relación que se establece entre los objetos que integran lo que la artista llama “arquitectura del hogar,” una relación que involucra acciones de protección, resguardo, algo de magia, supersticiones y creencias populares. Con una fuerte presencia del rol de la palabra, de los escritos, Jazmín busca crear una suerte de altares personales, pequeños, íntimos, amuletos contra todo mal externo al ámbito sagrado del hogar. Sus trabajos integran tanto colecciones privadas como espacios comerciales, ha participado de muestras y ferias internacionales e intervenciones urbanas en espacios públicos en Buenos Aires.

“Cuando las papas queman” en Revólver galería, 2021. Foto: Catalina Romero

María Carolina Baulo: Empecemos por el concepto. Tu obra en general, pone el foco en la intimidad de hogar. Tu formación como arquitecta seguramente tiene impacto en esta construcción que haces de los espacios y los objetos con los que convivimos. Me interesa lo que defines como “arquitectura del hogar.” Contanos sobre este proceso creativo que parte de un concepto tan particular y claro en vos.
Jazmín Grinbaum: Entiendo a la arquitectura como la disciplina de la construcción. Es el conjunto de elementos que componen una estructura, y del orden y elección de estos elementos depende el resultado. Al término hogar lo vinculo con un ideal: un espacio que nos es propio, que no nos juzga, donde existe contención y protección incondicional. Es un abrazo cálido que no pide nada a cambio de lo que nos da. A modo de cueva prehistórica, nos refugia de fieras y tormentas. El término arquitectura del hogar surge a raíz de mi búsqueda de los elementos que componen esta suerte de espacio amable. ¿Cuáles son? ¿Cómo se ordenan? ¿Cómo se sostiene la estructura que forman? 

MCB: A la hora de trasladar esas ideas al plano de la obra física y convertir conceptos en objetos, instalaciones, dibujos, pinturas, esculturas, te vales de distintos soportes y materialidades. Contanos sobre esas elecciones tanto desde lo práctico y concreto como desde la parte estética, elecciones que construyen tu forma de expresarte artísticamente.
JG: A veces el material es protagonista y la obra gira alrededor de él. Otras veces es secundario, es sólo un medio para hablar de otra cosa, para generar una presencia deseada. Por ejemplo, en 2018 hice una serie de objetos que utilizan como materia prima árboles talados de la ciudad de Buenos Aires. Este material y su procedencia fue lo que inspiró toda la idea. Funcionan solos, o como bases sobre las que coloco otros elementos. La serie se llama “La leña del árbol caído” y habla de su contrapunto, rescatar del fuego al árbol caído. El árbol se vuelve símbolo del dicho popular, que describe tan bien algo tan cierto: lo tentador que resulta sacar provecho de alguien en situación de fragilidad. La serie, quizás un poco ingenuamente, transforma y enaltece esa fragilidad metafórica en objetos fuertes y tectónicos, que saben sostener. Una oda a la amabilidad desinteresada. En otra pieza, exhibida en mi reciente muestra “Cuando las papas queman” en Revólver, el proceso fue inverso. Decidí hacer una Papisa Protectora, una presencia femenina con poderes divinos, que se recuesta blanca y suave. Su nombre también tiene que ver con el título de la muestra: la Papisa viene a ser la sacerdotisa de todas las papas que atravesaron el fuego. Hice su melena rubia con una varilla de bronce. La protagonista es Ella, más allá de los materiales que la componen. Con mi obra busco construir un universo, delimitar un recorte espacial del mundo. Ordeno el menjunje de materialidades desde lo conceptual, pero también desde la instalación, que tiene mucho del proceso arquitectónico. Los elementos que componen este universo pueden ser de yeso, mármol, cemento, enduido, madera, metal, grafito, cerámica, papel o roca volcánica, todo vale en pos de lograr un ecosistema, una atmósfera, un lenguaje.

Papisa protectora, 2021. Resina, marmolina, bronce y madera maciza, 70 x 100 x 45 cm. Foto: Catalina Romero

MCB: Si bien recién en 2021 logras tu primer “solo show,” tu trayectoria y experiencia desarrollando espacios que necesitan contemplar la ambientación y la presencia del público-espectador, es vasta. ¿Cómo abordas el vínculo que se establece entre el espacio que habita la obra en sintonía con el espacio del espectador?
JG: Habitar es un verbo muy del mundo de la arquitectura y del estudio de la fenomenología del espacio. En mi caso, diría que es al revés: la obra y el espectador habitan un espacio dado, empiezo de afuera hacia adentro. La búsqueda es atmosférica, después viene el objeto que habita ese lugar que imagino. Mis obras vienen con la sugerencia de un montaje específico: una base, un contexto. Esto que veníamos hablando: conceptualmente abordo mis obras desde lo instalativo, busco fabricar pequeños mundos.

MCB: En tus últimos trabajos vemos la presencia de la importancia del mundo mágico, las supersticiones, la cultura atravesada por los saberes populares que hacen a nuestras creencias y todo eso lo llevas al campo de los amuletos. Además te cuestionas sobre preguntas sobre orígenes ancestrales y verdades primigenias. Contanos sobre las referencias y referentes en tu obra en general, no solamente artistas sino desde los estudios que seguramente aportan mucha información y eso delinea una búsqueda.
JG: Los dichos populares me resultan muy atractivos, a veces por la sabiduría que encierran tan sintéticamente, y otras por los errores que perpetúan. Son palabras muy familiares en las que nos hemos acostumbrado a creer, pero que puestas fuera de contexto nos obligan a transformarlas en pregunta. En una obra escribo “margaritas a los chanchos” en pasta dorada sobre papel. Se da por sentado que en los chanchos, las margaritas son un desperdicio. ¿Y si los chanchos son amorosos y las merecen? ¿Y si las margaritas son en realidad “poca cosa” para ellos? Extrapolo estas preguntas a los roles preestablecidos dentro de una familia, un grupo de amigos, una sociedad. Por otro lado, la búsqueda de la buena suerte me obsesiona. Busco atraparla a través de amuletos supersticiosos y conjuros varios que toman distintas formas. La suerte es responsable de mucho de lo que nos rodea, es a quien hay que preguntarle por qué un rayo cae en un lugar y no en otro. Existen probabilidades, sí, pero hay también un tuntún inexplicable; lo que toca toca, la suerte es loca. Para atraparla, algo de la idea femenina de la bruja, del canto de una sirena, de criatura mitológica con poderes mágicos me seduce. Algunas de mis referencias son: el uso de la palabra de John Baldessari, Jenny Holzer y Barbara Kruger, el surrealismo de Leonora Carrington, la cualidad mágica de Kiki Smith, las superficies suaves y curvas de Elba Bairon, la languidez de las figuras de Rossetti, el uso del oro como conexión con lo espiritual de Olga de Amaral, las formas orgánicas de la Hepworth, el equilibrio de Brancusi, entre otras. Arquitectos como Luis Barragán y Tadao Ando, que construyen atmósferas más que edificios. La historia de las civilizaciones antiguas, los amuletos religiosos ancestrales, Gombrich es de mis autores favoritos.

Cuando las papas queman, 2021. Papas electroformadas, vaciadas, quemadas y bañadas en oro, medidas variables. Foto: Paula Penise

MCB: Tomemos algún trabajo tuyo anterior a tu última producción para que nos cuentes sobre el proceso creativo: desde cómo es motivada la obra hasta la elección de los materiales y la puesta en escena.
JG: Como hablamos, a veces surge primero la idea y después viene la elección de la materia, y a veces es el material lo que desencadena un pensamiento. ¿Cómo sería La Protección si se personificara en el cuerpo de una papisa seráfica? ¿De qué color es la tela que sostiene al fuego simbólico de las situaciones límite? ¿Cuándo se determina si una persona es buena, o fuerte? ¿De qué depende que actuemos así o asá frente a la adversidad? ¿Qué forma tiene que tener un amuleto para atrapar a La Protección o a La Buena Suerte? En la experimentación mano a mano con los materiales sostengo estas preguntas. Para nombrar un ejemplo, uno de los resultados de mi deseo de atrapar a la buena suerte es Unidad Funcional, una instalación compuesta por tres piezas independientes: tres pies derechos, enmarcados espacialmente por arcos de bronce. Repliqué mi pie derecho tres veces, y en pos de atrapar toda la Buena Suerte posible, en uno de ellos repliqué mi pierna derecha completa también. Es necesario salir a buscar a la Buena Suerte, y una vez encontrada, hay que guardarla bien, porque puede ser muy escurridiza.

MCB: Ahora sí, entrando de lleno en tu trabajo más reciente en la galería Revolver en Buenos Aires, “Cuando las papas queman” (2021) nos acerca a tu primera muestra individual donde puedes desarrollar estas “grandes preguntas” sin respuestas unívocas pero que te acompañan a lo largo de toda tu carrera. Contanos sobre esta experiencia y cómo se presentan físicamente esos interrogantes en sala en esta suerte de “templo.”
JG: Cuando las papas queman pregunta qué pasa cuando todo arde. Sostengo una hipótesis: es cuando las papas queman cuando se ve La Verdad de las cosas. Hay una cita de Cocteau que dice que, puesto a salvar algo de las llamas, salvaría al fuego. ¿Qué salvarías vos? En una de las obras de la muestra me apropio de una cita de Bukowski: “What matters most is how well you walk through the fire.” La bordé en hilo y lúrex dorado sobre una tela de algodón traslúcida de tres metros de largo a modo de cortina, montada sobre un riel curvo. En otra de las obras, transformé un kilogramo de papas quemadas en papas de oro. La metáfora se vuelve literal para volverse metáfora de nuevo. El conjunto de las obras forma un templo, un lugar de quietud, un espacio de consuelo. No se trata sólo de atravesar el fuego, sino de lo que queda después de haberlo atravesado.

Unidad Funcional, 2020. Yeso, madera maciza, bronce, ramas de cerezo bañadas en oro, medidas variables. Foto: Paula Penise

MCB: Esta muestra tiene una gran presencia de la palabra como elemento plástico, tiene una acción concreta porque el texto acompaña y reafirma lo que el espectador busca encontrar en la instalación. ¿Cuál es la importancia que tienen en tu obra los escritos?
JG: Es lo primero que hago, escribo o dibujo. El uso de la palabra y del lápiz y papel me resulta fundamental. Se cuela algo de lo que hablamos en la pregunta anterior: el juego de palabras que se vuelve juego de objetos para volverse palabra de nuevo. El nombramiento de las cosas, desde una perspectiva más freudiana, hace de la vida algo más soportable. Pero también visto desde los dichos que encierran creencias populares y los conjuros en forma de bendición: creer o reventar.

MCB: ¿Cuáles son los planes para el futuro ya con el 2022 en puerta?
JG: En este momento tengo un proyecto en Estados Unidos, armando una instalación en Collective 62 en Miami para un open studio que habrá en septiembre. Después, un proyecto de esculturas de pequeño formato en Los Ángeles y otro en Uruguay. En paralelo, otros proyectos para 2022 que ya les contaré.