CAMPO DEL CIELO, 2015. Aluminio (tapas de cacerolas) sobre madera y carbón, 900 x 300 x150 cm. Instalación realizada en el Pabellón de las Artes de la Universidad Católica, Argentina. Foto: Francisco Nocito

Territorio de libertad: Una Conversación con María Causa

Nacida en Villa Mercedes, San Luis, la escultora María Causa se inicia en el campo de las artes con apenas 14 años cursando la Escuela de Bellas Artes Nicolás Antonio de San Luis y luego de migrar a la ciudad de Buenos Aires, cursó estudios superiores como Profesora de Dibujo y Pintura en la Escuela Superior de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Una obra que se presenta como facilitadora de lecturas de las realidades que nos atraviesan de manera distinta, apelando siempre al volumen y la tridimensión casi exclusivamente, al formato de esculturas, objetos, instalaciones, ensambles, entre otros. Titular de la Cátedra “Nuevos Medios y Técnicas de Artes Visuales” de la Universidad de Artes del Museo Social Argentino (UMSA), María Causa se desempeñó como jurado en múltiples premios nacionales. Asimismo, integró el “Grupo de la X” (1987) y actualmente el Colectivo Nosotras Proponemos (2023). En 1987 obtiene el Premio Beca al exterior del Fondo Nacional de las Artes, emprendiendo un largo viaje a México y Centroamérica en reconocimiento de las culturas prehispánicas, dando por resultado una activa participación desde hace más de una década en muestras individuales y colectivas en la ciudad de México. En Argentina, expone en innumerables exhibiciones en destacados espacios culturales de todo el país tales como Fundacruz en Río Gallegos, Santa Cruz, el Museo de Bellas Artes de Corrientes, Museo Castagnino de Rosario, Santa Fe y en Buenos Aires en el Centro Cultural Universitario de La Plata, la Universidad del Museo Social Argentino, el Pabellón de las Artes de la UCA, Museo Sívori, Centro Cultural Kirchner en Buenos Aires, y las galerías de Buenos Aires Del Infinito, Van Riel, Vasari, entre otras. Internacionalmente participa de muestras y representa al país en varias Bienales: en 1991 Cuba, 1993 Dakar (Senegal), 2000 Uppsala (Suecia) y 2012 Bienal de Santa Cruz de Sierra (Bolivia). Se destacan los premios Subsidio Fundación Antorchas, Premio-beca Fundación Pollock-Krasner, U.S.A, Premio “Artista Joven del año” de la Asociación de Críticos Argentinos, Fundación Konex, Escultura, Premio Beca Subsidio a las Artes Plásticas Fondo Nacional de las Artes, 1º Premio Escultura Museo Rosa Galisteo, Santa Fe, y en los últimos años el 2° y 3º Premio Salón Nacional Artes Plásticas Palace de Glace (2013/2021), el 2° y 3° Premio del Salón Municipal Manuel Belgrano de Artes Plásticas, Museo Sívori de Buenos Aires (2018/2022). Su obra integra colecciones privadas y públicas en Argentina, México, Brasil, Chile, Puerto Rico, U.S.A, Colombia, Bolivia, Perú, Bélgica y Francia. Vive y trabaja en Buenos Aires.

De/Cierto, 2022. Ensamble (yeso, arena y madera), 42 x 27 x 26 cm. Foto: Camilo Elia

María Carolina Baulo: Contanos sobre la poética de tu obra y esa concepción del arte como una suerte de terreno donde la libertad se manifiesta.
María Causa: Creo que el arte es un dispositivo transformador de realidades propias y colectivas, donde la acción poética opera y se manifiesta instalándonos en lo real de otro modo. Es una ruptura liberadora del poder absorbente y tirano de “lo real.” Reconfigurando nuevos sentidos y significados como un vergel capaz de generar la ilusión en la que se resguardan, por momentos los impulsos ciegos de la voluntad. Elijo el arte por ser el territorio donde la expresión de libertad más se aproxima, articulo y evidencio nuevas realidades desde remotos lugares elegidos en mis tránsitos viajeros, nuevas extensiones de un paisaje simbólico/mítico sedimentado en el tiempo y la memoria. Las obras son las acciones y materializadas de hacer posible lo imposible, de manifestar la disonancia y la consonancia de los momentos que nos atraviesan (emocional e ideológicamente) con la articulación de todas las operatorias disciplinarias disponibles. En lo personal, el espacio tridimensional se determina con la investigación y experimentación de la materia, la forma y el color; desde la escultura, el objeto, la instalación, interactuó con el ensamble, el collage como sustento de una práctica de convivencia de la unión “de las partes o fragmentos reconfiguran un nuevo algo” (como sensor de una fuerza simbólica). El arte es un instrumento mediador y reparador de una usina en constante movilidad y el artista es su “chamán operador.”

MCB: Con tantos años de trabajo, imagino que has experimentado con múltiples materialidades. Contanos sobre tus favoritas y el porqué de la tridimensión como lenguaje plástico característico de tu obra.
MC: La primera elección para la especialización de mis estudios académicos fue la pintura y el dibujo (pero sentía una incompletitud interna con el espacio virtual ilusorio pictórico). Al concluirlos, lo tridimensional se fue apoderando de mí como un nuevo campo a descubrir y a experimentar (tabula rasa) sin condiciones formales, académicas establecidas y así generar un lenguaje propio. En primer lugar, fue la articulación de cuerpos como “tótems” como fuente del simbolismo entre lo colectivo y lo sagrado; cuerpos, construcciones que emergen verticales para componer la ortogonalidad de un espacio territorial natural tan infinitamente horizontal como La Pampa, nuestro paisaje. Eso me determinó el espacio ascensional. La implementación del color como “piel matérica” surge de mi estadía en México: impregnada de su arte “popular” lo incorporé a mis construcciones y siempre vuelvo a él. Luego, las elecciones de otras “materias” están vinculadas a objetos que contienen impregnada una impronta de uso humano y erosión natural, preexistente (por ejemplo, la madera: de recortes de las obras de construcción de algún objeto doméstico como las viejas tablas de lavar la ropa, las tablas de planchar, o las tapas de cacerolas de aluminio, las suelas de zapatos gastadas). Luego, la elección de la arena y las piedras modeladas por el río como los “cantos rodados” o sea, lo que me interesa es la horadación del tiempo como registro energético.

FAMILIA ROJA, 2000–03. Madera policromada (oleo), 210 x 25 x 25 cm. hasta 150 x 24 x 24 cm. Foto: Gustavo Lowry

MCB: La serie “Familias (Constructivas),” la cual se desarrolla entre 1999 y 2005, es un interesante ejemplo sobre el uso que haces de la técnica de madera policromada, pero también es un trabajo que señala tu interés por lo colectivo, por el concepto social que se manifiesta a través de las obras. Y aquí es clave la idea de comunidad. ¿Qué puedes ampliarnos al respecto?
MC: Este es un núcleo de obra que transité desde 1999 a 2005. Tomando su vertiente de sentido en el constructivismo regional, del cual me he nutrido en mis orígenes. La idea de “grupos de familias” condice de la idea de “comunidad” (superadora del individualismo capitalista dominante), por ello es la agrupación desde la acción tribal y su transformación de carácter identitario con sus problemas actuales de raza (familia negra), sexualidad (las chicas y sus acompañantes) y comunidad. Desde lo simbólico prevalece la trama y el color rojo/negro en plena intensidad. La relación de absurdos objetos humanizados que se remiten a la prevalencia de la intención arquitectónica, pero sucumbiendo de su esencia funcional. Me interesaba jugar con la idea de lo solemne en contraposición con la inutilidad de los “algo/artefactos.” Desacralizar los límites de las disciplinas desde la retórica de lo cotidiano emparentado hasta convertirse en parodia o acción poética. Son grupos totémicos constituidos con el paisaje de contemporaneidad a la que pertenecen.

MCB: Tu manifiesto activismo en cruzadas sociales y de derechos humanos te lleva a integrar distintos colectivos a lo largo del tiempo. Contanos brevemente sobre estas experiencias y cómo el arte opera como vehículo para manifestarse. Tomemos por ejemplo Resonancias (Cacerolazo). Constelaciones/Resonancias de 2001.
MC: En el año 2001 participé, en la Ciudad de Buenos Aires, de una acción de protesta colectiva, espontánea, auto convocada y popular donde “uno fuimos todos.” Siempre me interesaron las performances y las obras de acción colectiva como medio de expresión artística popular donde se da cuerpo y se manifiesta una reivindicación, protesta o un reclamo activado desde un estado anónimo. Una comunidad genera un hecho colectivo significante como en este caso, el posteriormente denominado “Cacerolazo.” La expresión de la gesta tenía un objeto doméstico como protagonista, la cacerola (en su gran mayoría eran tapas de cacerolas de aluminio). La elección se presentaba cual arma/escudo donde en su accionar el repiqueteo del golpe de pulsión humana generaba un sonido que acompasaba el reclamo de la voz, así se convertía en un instrumento musical, o sea la expresión sonora era desde la música, el instrumento de batalla de reclamo ante la disconformidad de acciones de injusticia, genero una acción colectiva, convirtiéndose en una sinfónica popular.

La convocatoria emergió de manera espontánea y operó como el disparador del núcleo de obra que desarrollé durante casi una década denominada “Resonancias.” La recolección del material, en primera instancia fue obtenida como pedido a mis amigos y allegados que ofrendaran los “objetos de la prueba” (puntualmente las tapas de las cacerolas que habían servido para batir disconformidad; el objeto estaba modificado, abollado y deformado). La intención fue generar un archivo del material, como depósito de memoria para luego generar alguna obra propia (práctica recurrente en mi dispositivo de acción de trabajo). Tuve el material embolsado durante mucho tiempo, años, mudanzas de por medio, de país, eran trasladados sin encontrar sentido de forma. Reflexioné e investigué sobre la esencia filosófica de la acción, tuve momentos de contradicciones hasta descubrir que el móvil de la acción pertenece a la ideología de la disconformidad genuina donde la injusticia y la falta de respuesta están constantemente manifiestas en nuestro continente. La acción del “caceroleo” es genuinamente sudamericana, luego se exporta a otras latitudes: 1971/1973 en Chile, 1982/1984 en Uruguay, década del 90 comienza en Venezuela. En Argentina comienza en la década del 80 en algunas provincias como Mendoza, Córdoba, luego continua 1996 hasta el 2001 donde alcanza su máxima expresión y posteriormente cruza el Atlántico. Hasta que un día pude realizar la operación técnica para que “la cosa” captara la fuerza simbólica y en su construcción iniciática volví a plantar dos columnas (como lo había hecho en otras ocasiones anteriormente como continuidad al “columnario,” a la arquitectura). La columna como construcción memorativa, prismas revestidos a modo collage con tapas de cacerolas de aluminio (material que irradia mucha luz), generándoles un sistema de dermis sobre la estructura en madera, clavándolas con clavos galvanizados como una secuencia continua de puntadas. Así, dándole continuidad a una secuencia de obra que formulo desde mis comienzos como “el columnario,” tomando a la arquitectura como referente. Luego, se me agotó el material donado y tenía otras ideas para realizar, entonces decidí salir a buscar más material y es así como llego a una fábrica recuperada por sus trabajadores (por la crisis del 2001). Allí compro las tapas y otras partes como los conos de las budineras, que son piezas de descartes por sus fallas. Las traigo al taller y comienzo a procesar el material con la acción del “cacerolazo” en la intimidad del hogar, golpeándolas y rayándolas. De esta manera compuse durante muchos años una gran cantidad de otras obras, enunciándolas como un nodo llamado “Resonancias,” desarrollo que fue expuesto en el Pabellón de las Artes de la UCA, en el año 2017.

SISIFA, 2017. Cemento y aluminio S/madera, 150 x 300 x 130 cm. Foto: Alejandro Leveratto

MCB: Siguiendo con la serie anterior encontramos varias obras ejemplares del espíritu de esas “Resonancias” que intervinieron en la muestra mencionada. Algunas son piezas que juegan en solitario y otras integran instalaciones. Tenemos la obra en madera y aluminio, Secante (2008); la instalación de un paisaje escultórico sobre carbón de fósil quemado, Campo del cielo (2015); Sisifa (2017), donde entras en el campo de la reflexión filosófica-mitológica con una obra en cemento y aluminio sobre madera, entre otras. Contanos un poco sobre estos trabajos los cuales, no es un dato menor, integran colecciones privadas internacionales.
MC: La mencionada obra Secante (objeto cotidiano que secaba la tinta de la escritura) se circunscribe en una serie de obras que corporizo alterando la escala real presentando objetos que están en extinción cultural, como parte de una bitácora de una memoria archivista. La obra Sisifa es la clave culmine de un proceso (es una de mis preferidas) donde vuelvo a conectarme con el modelado y el vaciado en cemento. Retorno a la representación de la figura humana, desde la esforzada imagen femenina de una joven/adolescente que empuja una inmensa esfera que representa un “meteorito–doméstico,” hecho con tapas de cacerolas en aluminio. Desde el relato mítico de Sisifo del eterno esfuerzo recurrente, reflexiono acompañada con la mirada y la rebelión de Albert Camus, que desde la aceptación del absurdo y el arte nos propone el camino de la liberación, como justificación a la muerte. Es la pulsión vital sostenedora, en mi caso con una propuesta de mirada de género.

La instalación Campo del cielo está inspirada en una región de la República Argentina (Provincia del Chaco) donde hace miles de años cayeron una lluvia de meteoritos, y hasta el día de hoy lo siguen haciendo. En mi paisaje los meteoritos /domésticos (realizados con tapas de cacerolas) han caído y quemaron todo el territorio, por ello es el manto de carbón de fósil quemado, que simbólicamente nos habla de la violencia social contenida, la inequidad y la injusticia. La obra se remite específicamente al año 2001 donde la Argentinidad se manifestó en franca erupción social desafiando la provocación del establishment político).

Con respecto a mi obra de recepción internacional puedo decir que Bélgica es el segundo país, aparte del propio, que alberga un grupo numeroso de mi obra (donde se resguarda casi 50 obras de significativa importancia de diferente momentos de mi producción artística).

Columna del trabajo, 2022. Madera caucho arena, 210 x 90 cm. Foto: Camilo Elia

MCB: La obra Collar del universo (2013) es una pieza de gran formato que participa y es premiada en la Bienal de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Es un interesante ejemplo para abordar el tema las muestras internacionales y los premios. Contanos sobre este trabajo que además de tener una interesante conexión entre el material que la compone (aluminio de cacerola), señala nuevamente tu interés por vincular lo magno del universo con la dimensión íntima de lo cotidiano.
MC: Obra realizada con la actitud de gesto de Mantra, es una mirada y la universalidad del gesto, desde el espacio macro/cósmico a lo micro/doméstico. La estructura de las esferas es de madera y luego la capa de piel exterior son las tapas de cacerolas de aluminio. Esta obra participó y obtuvo el premio adquisición en la Bienal de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia y quedó allí, en la colección del Museo de Arte Contemporáneo.

Si bien la invitación a una bienal es un hecho trascendente para la visualización de una obra ante presencia internacional (y he participado en varias, en Cuba, Senegal, Suecia, Bolivia) también es un desafío como artista que gestiona con esfuerzo propio y bastante solitario el accionar de dicha presentación—si pertenece al campo de la escultura y el espacio más aún. En este caso el traslado de “del collar del Universo” la travesía fue una acción performática en sí misma ante la falta de apoyo de presupuesto para su envió llevándolo, sola, desarmado en cinco bolsos que contenían los casi 300 kilos, en bus de línea “popular “que utilizan los inmigrantes bolivianos en un viaje que duró dos días, pasando frontera que no era revisada por aduana y llegamos juntos, para volver a hilvanar las cuentas con un cable de acero e intentar con mucha adrenalina de riesgo colgarlo en el espacio. Me gusta contar los entretelones de una premiación y desmitificar la “gloria,” pues lo que hay ante la obra es decisión, creatividad, resistencia y riesgo.

MCB: Otra obra que apunta directamente a denunciar y hacer evidentes cuestiones de violencia a nivel estatal es La casa está en orden (2018). Este trabajo ganó el 3° premio del Salón Manuel Belgrano y es patrimonio del Museo Sívori de Buenos Aires.
MC: La casa está en orden es una obra que se remite a la condición de estado de violencia contenida del “refugio” (casa, país). Su título hace alusión a una situación histórica Argentina de reiteradas sublevaciones militares tomándolo desde el humor irónico y representando la densidad de espacio bloqueado, cerrado, obturado como estado de condición opresiva en su hábitat. La obra es una enunciación de “poder evocativo” como factor potencial transformativo, no narro solo un acontecimiento sino reclamo y señalo la intolerancia y las violencias que produce el poder.

La casa está en orden, 2018. Aluminio s/madera, 170 x 40 x 100 cm. Foto: Colección Museo Sivori. Argentina

MCB: Siempre me interesa conocer la opinión del artista sobre el importante rol activo del espectador, así como el espacio como continente de las obras, pero también como factor clave para vincularse con ellas. ¿Qué opinas sobre estos dos jugadores dentro de la experiencia estética: espectador y espacio?
MC: El arte y el espacio son clave como territorio del conocimiento, de un “otro conocimiento” donde el sujeto pueda vislumbrar nuevas realidades donde la duda prevalezca ante las certezas aprehendidas. La operatoria de la ejecución de la obra se termina de consagrar en el espectador. Creo en el artista como agente provocador cuestionador, me interesa involucrarme paralelamente con el otro que intervenga de una forma activa no solo contemplativa, y por eso me interesa desarrollar el campo instalativo, nos permite involucrarnos en un intercambio cuerpo a cuerpo con la obra.

MCB: La serie “Kayros” (2018–22) integra una variedad de piezas realizadas en múltiples materialidades tales como yeso, arena, piedra, plástico, madera, huesos, hierro, porcelana y acrílico. Me estoy refiriendo a Orantes Anidado (AyB) y Cabeza de Cactus; De/Cierto; Osamentero; Ponedora; Portadora del círculo rojo. Tomemos algunos ejemplos que quieras para desarrollar el trabajo que realizas en esta serie.
MC: Este es un proyecto donde el eje a reflexionar es el tema tiempo (dos momentos de un paisaje diferente) y el instante mismo de la creación de ese instante fugaz, momento importante donde algo sucede. Todo nace en mi travesía en el desierto en un viaje a Egipto. Me detengo en la materia que todo lo envuelve, en la arena que es la pulverización de la materia que me activa la necesidad de generar esculturas con ella. Son esculturas en piedra. La arena en este caso será la piel de un cuerpo hecho paisaje, mediante sus micro partículas dan formas de diferentes escenas que denomino “Petrificaciones” en el conjunto se destacan “los suplicantes” u “ofrendantes” portadores de una transmutada mitología propia, donde a la inversa de la mitología griega son portadoras de la transformación o la figura de “náufrago” como un devenir de la consagración de este instante, ahora desde el desierto voy en busca del Vergel.

Naufragio, 2023. Video/instalación (música Nahuel Bertini), 10 minutos. Realizadores: Maria Causa, Siggy y Cecilia Herrero

MCB: Me gustaría ir cerrando con un trabajo reciente que integra múltiples soportes plásticos y visuales como es Naufragio (2023). Aquí interactúan en una instalación, el formato video con piezas ensambles en técnica mixta tales como Portador Alado (2022) y Los guardianes (2023). Contanos sobre esta experiencia, la cual se articuló en universidades estatales y privadas de manera simultánea.
MC: Los náufragos constelan en el océano esperando en la incertidumbre de una travesía. Todos somos un poco náufragos de algún acontecer en esta vida…es el tiempo de “la deriva” ese devenir de la imprecisión y latencia de un tiempo de rescate o de llegar a alguna orilla, desde el dispositivo de gomones “salvavidas” (neumáticos inflados) logran la indefinida permanencia guiados por la traza de un círculo mágico. El proyecto comienza desde la realización de una video instalación denominada Naufragio donde la naturaleza de un paisaje acuático es el universo de estos seres mutados, “protectores” que buscan una persistencia y sobrevivencia cultural de una memoria ancestral. Luego se articulan dos exposiciones paralelas organizadas en centro culturales universitarios (UMSA: privado y La Plata, BsAs: estatal) entre cruzando dos gestiones educativas, que responden a mis intereses pedagógicos como profesora. Allí donde presento dos instancias diferentes del Naufragio. Una (UMSA) se centraliza en la mirada de lo femenino como rescate, en el centro de la instalación que está contenida en un círculo de arena deambula una gran columna con herramientas de trabajo y el remate es una sensual figura femenina y es acompañada con unos dibujos sobre el movimiento de las fases de la luna con regente de esta cosmovisión. Y la otra (La Plata) está contenida por un gran dibujo (en el techo de la sala) de un “círculo mágico” rector de una guía esotérica a modo de carta de navegación, en este caso los náufragos son seres con condiciones de semi petrificación, como mutantes (cual gabinete de curiosidades) que a pesar de la tragedia ,nos indican protección de resistencia cultural y medioambiental. Y están navegando sobre un piso de chapa galvanizada a modo del reflejo del agua.

MCB: Teniendo en cuenta que ya estamos promediando el 2024, contanos sobre tus proyectos a futuro.
MC: En estos momentos estoy en la antesala del desarrollo de un nuevo nodo de obra donde el color hable de la luz y la intensidad, luego de transitar el desierto y atravesar el naufragio, comenzar a vislumbrar algunas formas del Vergel. También quiero retomar un proyecto de obra desde el objeto “títere/marioneta” que hace muchos años vengo desarrollando. Estoy comenzando a organizar una publicación de registro para catalogar la obra. Participaré en dos exposiciones de un intercambio de mujeres artistas: alemanas/argentinas (Buenos Aires/Frankfurt), también en una exposición colectiva denominada “Función Poética” y de una exposición individual en el Museo Franklin Rawson, de la Ciudad de San Juan, Argentina.