Inicialmente con estudios en el campo de las relaciones publicas (UADE, Buenos Aires), la artista Cecilia Nigro se incorpora al mundo de las artes pláticas a través de la cerámica. Formada en la UNA (Universidad de las Artes, Buenos Aires) y habiendo tomado clínicas de obra, clases y talleres con reconocidos artistas y teóricos, entre ellos Guillermo Roux, Nushi Muntaabski y la Fundación Cazadores con Leila Tshopp, Cecilia dice explorar, ayudada por la alquimia y los procesos propios que tiene la materia, “una pregunta recurrente sobre la metamorfosis del estado de las cosas, de las personas, de las situaciones de la vida.” Con una factura de apariencia frágil, monocromática y hasta rústica, la obra de la artista gravita entre lo artesanal y lo artístico generando un diálogo donde intencionalmente se pierden muchas veces los límites porque se rescata de esa operatoria manual propia de la artesanía, todo el universo creativo y sensible que la hermana con las artes plásticas. Con una carrera incipiente, Cecilia Nigro fue logrando acercar su trabajo a destacados espacios que hoy muestran sus obras tales como las galerías internacionales Praxis y Diderot Art y, anteriormente, la tienda del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.
María Carolina Baulo: Siempre es interesante comenzar leyendo unas palabras sobre cómo el artista percibe su propia obra. Contanos sobre tu vínculo con la cerámica y su capacidad para expresarte plásticamente, el porqué de su elección como protagonista.
Cecilia Nigro: Trabajo con la cerámica casi exclusivamente desde hace casi 20 años. En un encuentro inesperado con el material hallé el lenguaje perfecto para aprender de una infinidad de simbolismos que me propone además de ser una materialidad llena de posibilidades. Experimento a través de la alquimia y los procesos intrínsecos del material. Muchas veces cuanto menos color uso, más evidencio la morfología, pongo foco en las formas del barro, su fuerza y su fragilidad. Bordo, coso y modelo la materia. Superpongo y saturo. Repito, doy contraste y movimiento. Este baile de gestos evidencia cuestiones invisibles que me habitan. Preguntas recurrentes sobre la metamorfosis del estado de las cosas, de las personas, de las situaciones de la vida se plasman en la materia. Cada obra me ayuda a contar lo que mis palabras dicen de otra forma. Con el barro hablo más fácil, más ordenada, completa mis ideas en voz alta, casi impunemente dejando una huella en el barro.
MCB: En el abordaje de la materia, concretamente del barro, tus objetos-esculturas, experimentan un diálogo interesante con los vacíos y con la fragilidad. Son ambos, dos ejes que parecen ser claves en tu trabajo.
CN: Me preocupa la expansión pero también evidenciar el vacío intrínseco nuestra experiencia de vida. Una se completa con el otro. Me conmueve el gesto de saturar y superponer, trabajar en capas y en texturas para poner acento en lo que se acumula y crece antes de volver a iniciar un ciclo evolutivo de cero. Ese ciclo es a la vez vacío, frágil, completo y fuerte. Todos son gestos que asocio a la metamorfosis. Creo que la elección no es casual, es un poco la propuesta de la arcilla así como la mimesis de una época en la que vivo, que es frágil y ama el gesto de acumular y vaciar. La fragilidad como muchos de los conceptos que encaro en mi trabajo, son contundentes llevados a la cerámica. La fragilidad en las piezas se percibe en cada pequeño pliegue o forma y a su vez la acumulación de ellos la transforma en poderosa y hasta de aspecto irrompible. El contraste de los opuestos es un mensaje simbólico que en sí mismo me parece alucinante.
MCB: Si hablamos de vacío, una de tus primeras series en tu incipiente carrera es justamente El vacío adentro (2020). ¿Qué nos podes contar sobre este trabajo?
CN: La instalación es la continuación de una serie de 2019 que llamé Emociones. Formas intrincadas, abiertas, cerradas con una piel celular en la que traduzco los impulsos invisibles generados en la experiencia humana. La serie que es su continuación, El vacío adentro, consta de ocho cofres de vidrio y bronce de entre 15 y 35 cm de altura que contienen esculturas. Cada escultura fue realizada en cerámica de baja temperatura con una segunda horneada de esmalte transparente a 1020 grados. Cada una tiene cavidades abiertas y su piel es de esta textura celular que fue trabajada a mano y sus detalles bordados uno a uno en las formas. El vacío está presente dentro de cada objeto que a su vez es envuelto en una cáscara de vidrio y bronce. El puntapié fueron una serie de reflexiones sobre el estar adentro, estar en soledad, adentro con uno mismo, una práctica que trae silencio y no deja mucha escapatoria. Invita a vaciarnos, observarnos, escucharnos. La serie pone de manifiesto el encuentro con la propia intimidad. El aislamiento fue el germen de esta idea pero fue finalizada más tarde cobrando nuevos sentidos y matices, planteando al vacío también desde una mirada positiva. El estar en soledad pero acompañado por uno puede ser un lugar revelador de verdades que en el bullicio permanecen mudas. Exploro las nociones de intimidad y conexión con lo propio, con el deseo, con los anhelos, las frustraciones y también con la vulnerabilidad. Un encuentro quizá deseado, a veces sorprendente o desolador. El aislamiento social es una condición que se pone al servicio del dialogo interno, de la aparición de la vulnerabilidad y quedar expuesto a uno, a su propia piel. Las cajas de vidrio hacen visibles a sus habitantes, una paradoja de la vida en red social que esconde cuerpos solitarios, vacíos pero que se muestran siempre relucientes en cajas de aparente lujo.
MCB: Si bien ya vimos que la cerámica es tu materialidad favorita, hay series que incorporan otros materiales aunque siempre para potenciar la presencia de la cerámica; pienso en el uso que haces el oro por ejemplo. También es interesante observar la monocromía reinante.
CN: Es verdad lo que decís. La monocromía me ayuda a poner énfasis visual en la morfología. Creo que en lo monocromático se evidencian matices increíbles a través de las luces y sombras. El color ya me parece un mensaje en sí mismo y por eso mis decisiones son mezquinas a la hora de enfatizar en la morfología o el color. Sea en terracota, arcilla blanca o negra, el color ayuda a enfatizar las capas, las texturas. Son decisiones estéticas que me importan mucho, necesito que cada obra cuente con el valor de lo bello. Me emociona la belleza de lo sutil, lo femenino pero que en lo monocromático cobra una gran fuerza, le da foco. También me interesan mucho otros materiales y lentamente estoy incorporándolos en nuevas series para que dialoguen con la cerámica y no solo la complementen. Desde ejes de madera de colores enhebrando piezas hasta telas y tejidos que se amalgaman con la arcilla convirtiéndose en esculturas (es una serie en proceso pero que ya tiene unos resultados increíbles). En algunas series encontré en el oro una forma de poner el acento en el encuentro entre dos lenguajes. Un material rústico y sensible como la cerámica con su función tradicionalmente utilitaria y artesanal conversa con un metal precioso tan asociado con el lujo y el adorno. Me gusta pensar que el oro realza a la tierra y la tierra aporta sensibilidad al oro.
MCB: Tu siguiente trabajo es (Des) Integración (2021). Aquí trabajas con cerámica blanca y terracota. Nuevamente el bordado en los detalles y la sistemática repetición de las piezas, una constante en vos. Y si bien las series entre sí están estéticamente muy vinculadas, hay sutiles diferencias en la concepción de la idea de base. Aparece en esta serie una preocupación interesante en tu búsqueda: reflexionar sobre la metamorfosis del estado de las cosas. Contanos al respecto.
CN: La piedra fundamental para iniciar mi camino artístico fue una primera serie de obras que realice y que tuvo su muestra en el Museo de Arte Latinoamericano (MALBA), Mil Hijos (2014), en donde esferas eran atravesadas por pequeñas piezas en forma de pinches, y de la cavidad de ellas brotaban plantas naturales. Fue una forma de sublimar una experiencia personal muy movilizadora y trabajar la materia a través de la multiplicación manual de detalles. Creo que siempre hay una conexión voluntariamente inconsciente entre mis series aunque el resultado visual sea distinto. En el caso de (DES) Integración son 20 piezas escultóricas realizadas en cerámica blanca y terracota. Modeladas a mano y bordadas detalle por detalle. Son obras únicas y trabajé minuciosamente y con extremo cuidado en cada detalle, encontrándome con un proceso sumamente vulnerable y a la vez visualmente estimulante. Construir sus hojarascas y el movimiento que generan mientras acaricio cada una de sus partes, fue un viaje en sí mismo. Su fragilidad durante todo el proceso, ver las partes caer o quebrarse si no estaban correctamente cosidas o pasar por momentos donde aun sin cocción las piezas se desmoronaban fue clave para entender este trabajo. El color y la fragilidad de sus partes sensibles, son capas que se quiebran o desprenden pero que juntas transmiten una sensación de fuerza. Es mi manera de abordar la transformación y el cambio de pieles que vamos experimentando con el correr de la vida. Con las experiencias que nos atraviesan se transforma nuestra emocionalidad, nuestro pensamiento y hasta nuestro cuerpo. La fragilidad que se ve en cada fragmento, cada parte, cada unión, habla de la posibilidad de cambio inherente mientras hay vida, que está ausente en la muerte.
La metamorfosis, el cambio y la evolución siempre están presente de una u otra manera. Es una inquietud recurrente que tengo sobre cómo cambian las cosas, cómo cambiamos nosotros o las experiencias que nos habitan. Cuando reflexionaba sobre ellas las miraba, no me dejaba de preguntar: ¿Cuál es nuestro vínculo con el cambio? ¿Necesitamos cambiar o elegimos mudar la piel? ¿Son movimientos rectos o curvas sinuosas? ¿Cambios imperceptibles o ruidosos? ¿Qué generamos o qué irrumpen? Cada capa que se desprendía accidentalmente me invitaba a pensar otro vínculo con el proceso. Luego, con la alquimia del fuego, la pieza cobra una fortaleza que termina contrastando con la impresión de vulnerabilidad que provoca.
MCB: Otro trabajo superior interesante es la instalación Parte de la Luz (2021). En esta serie vuelves sobre el tema de la soledad de los cuerpos pero esta vez mediatizada por una suerte de híper-conectividad que silencia las ausencias. Aquí el color negro, aún cuando sostienes lo monocromático, desarrolla un rol fundamental en la conceptualización de la obra.
CN: Aquí trabajo en paralelo dos ejes. Piezas modulares que forman parte de un todo mirando a la evolución de los vínculos en una sociedad cada vez más virtual y paradójicamente con menos interacción. Por otro con el material, que es cerámica ultra negra, para poder entablar una nueva conversación con la oscuridad. Creo que una sociedad híper conectada tiene la tendencia a mostrar sus aspectos más abundantes, más floridos. Conectados y a su vez aislados como bloques de tierra flotantes. Las islas denuncian esta separación, esta devaluación de lo vincular físico. La híper-conexión nos distrae y a la vez es como un súper poder que oculta a la individualidad, la voz personal, y que nos aparta, nos fosiliza, nos deja en oscuridad. Territorios independientes y fértiles, sin empatía con la existencia de quien tenemos cerca, al lado, que nos necesita, de quién necesitamos como la misma fotosíntesis. Paralelamente trabajo con el color negro para evidenciar la dualidad de la luz vs la oscuridad. Idealizando a la luz ocultamos la oscuridad que también es parte del todo. Son pares polares que se equilibran. Lo oscuro es una idea que culturalmente se asocia con la soledad y lo malo, lo oculto, el miedo. Quiero rescatar que en la oscuridad, donde no se ve, se intuye, se percibe a ciegas con el sentir a flor de piel. Ahí es donde se gestan muchas de las formas de la luz. En esta instalación de pared de dos metros de alto por uno de ancho sobre un fondo oscuro negro, el color es fundamental, tanto como cada detalle que está bordado a mano. Siento que esa frondosa vegetación que se percibe es contrastada con la oscuridad del material que la hace sentir como un bosque petrificado.
MCB: Pasando ahora a Impermanente (2022), uno de tus últimos trabajos de 2022, tenemos aquí un grupo escultórico que nos vincula directamente con tus experiencias en la naturaleza, poniendo en cuerpo, atravesándola. Contanos sobre este trabajo.
CN: Un viaje de exploración a las Cuevas de Acsibi en la Provincia de Salta, en Argentina, un valle rojizo con una geomorfología única, impensada y de gran valor arqueológico, despertó mi atención sobre el cambio como una constante. La acción del tiempo, el viento, la escasa lluvia y la luz crean un paisaje impensado, formando cuevas, túneles y redondeces acumuladas, modificando inmensos bloques macizos. La impermanencia, el problema filosófico del cambio, es un concepto abordado desde siempre por infinidad religiones y filosofías y el cual me resulta inquietante. Llevándolo a una reflexión que garabateé en el mismo lugar después de recorrerlo escribí este texto y de él surgió la obra, te lo comparto: “Una bocanada frágil surca la materia en capas. En la imponencia de lo rígido la erosión lenta deja una huella porosa. El peso de la tierra con sus ondulaciones, no es un lugar cómodo, está casi amontonado. Dando paso a otra forma, a un espacio sin materia con pliegues en sombra, el aire se cuela silbando. La presión de un cuerpo por entrar hace impermanente a lo macizo, a lo que era. El elemento menos perceptible en forma de bocanada de aire ejerce el cambio más asombroso. La fragilidad de los cuerpos es una constante.” De allí surgió un trabajo gestual en la materia en donde las cuevas, las redondeces y la tierra son protagonistas. No dejo de preguntarme: ¿Si la metamorfosis es vida, por qué la cultura rechaza, teme y evita el devenir del tiempo?
Esta serie consta de dos esculturas de apoyo (piezas dos y tres) que evidencian las fuerzas que erosionan y modifican desde un grano de arena hasta una montaña. Una tercera escultura cuelga del techo sostenida enhebra a pequeñas piezas frágiles desde el interior.
MCB: Se desprende lo anterior preguntarte si crees que esa experiencia en el norte argentino es la primera de muchas por venir y si es así, ¿qué tienes en mente?
CN: Creo que fue una ventana que abrió un portal. Mi conexión con la ciudad en donde vivo es tan fuerte como la energía que siento cuando estoy en la naturaleza, los viajes y el campo. Hace un año estoy instalando un galpón taller en una casa de campo que tenemos a 200 km de Buenos Aires en donde ensayo nuevos formatos con y a través de la naturaleza, el entorno, materiales y nuevas formas de cocinar el material. Creo que hay muchas experiencias por venir y considero que gran parte de mi trabajo es alimentado por la realidad que atravieso tanto en el ruido de una ciudad como en silencio inmersa en la naturaleza, y más aun en el maravilloso estado de estar de viaje por lugares desconocidos.
MCB: Como todo artista que trabaja el volumen, especialmente cuando las obras salen de la pared, el espacio que contiene las piezas es clave. Qué se pueda recorrer o no, la interacción con el espectador, el montaje. ¿Piensas en el espacio que va a contener a tus obras, en su dinámica y relevancia a la hora de presentarlas, o es una cuestión que evalúas a posteriori?
CN: Es una excelente pregunta. Me desafía en cada pieza la presencia o ausencia de contenedor, elementos externos y sistema de montaje. Me lo planteo y me plantea un problema o más bien una pregunta mientras la obra se va gestando. No suelo maquetar o bocetar previamente. Mi trabajo es más impulso y posterior reflexión. Entonces creo que el montaje y su conexión con el espectador es una decisión se re significa a la hora de saber exactamente cómo será el espacio de exhibición o si es una pieza que decido no enviar a un concurso o muestra y estará en una galería. Ahí se abren nuevas posibilidades que siempre potencian a las premisas iniciales. Es cuando siento que se abre un mundo nuevo de oportunidades para crear. El espacio y cómo montar la obra en él y el recorrido que harán quienes la vean es tan importante como la obra. Termina completándola, enalteciéndola. Luego se suma la mirada siempre enriquecedora de curadores y otros gestores que aportan muchísimo en este punto.
MCB: ¿Qué otras materialidades te interesaría explorar?
CN: Hace años trabajo acuarela y tintas pero no llegué al punto de conectarla directamente con la cerámica. Estoy explorando también nuevas formas de collage digital sobre fotografías propias. Tengo una materia pendiente con el vidrio, otro material alquímico por excelencia.
MCB: ¿Cuáles son los proyectos para el 2023?
CN: Cerré el 2022 con dos muestras colectivas. La muestra “Un mundo en Cambio” en El Palacio de Aguas Corrientes entre Septiembre y Octubre. Luego en Noviembre una muestra colectiva junto a Proyecto Ocho donde encaré una serie totalmente fuera de mi zona de confort con materiales reciclados y un tono de humor irreverente. Durante 2023 mi intención es profundizar en los espacios de clínica de obra, reflexión y nuevos experimentos con la materia. Durante el 2022 fue un enorme desafío encarar una clínica en Fundación Cazadores con Leila Tshopp, reconocida artista argentina contemporánea a la que respeto por su factura y pensamiento, que está desafiando muchos de mis límites. El proyecto de taller en el campo tiene varias aristas que espero poder realizar colectivamente con otros artistas pero que aun no está totalmente definida. Una muestra individual es un pendiente que está cerca de ser realizado. Y estoy en conversaciones con gestores en el exterior para llevar mi obra allí. Me entusiasma mucho la idea de explorar otras latitudes con mi obra.