Romina Orazi, artista plástica, ambientalista y jardinera oriunda de Chubut, Argentina, se autodefine como “partícipe de la cultura libre.” Estudió la Licenciatura en Artes Visuales en el Instituto Universitario Nacional del Arte y jardinería en la escuela Carlos Thays. Sus obras son biósferas del orden de la naturaleza no humana, involucrándose con la cultura que integra microorganismos, sistemas sociales, lenguajes artísticos tradicionales, proyectos colaborativos, acciones de siembra, refugios y viviendas adaptables o móviles. Con la naturaleza como tema central en su obra, Orazi aborda las problemáticas ambientales siendo su obra fruto de una insistente investigación que la lleva a desarrollar proyectos en ámbitos comunitarios. Su obra integra la colección privada del Museum of Latin American Art (MOLAA), en Long Beach, California. Obtuvo la beca de Artes Visuales de la Fundación Telefónica para participar del programa Tec en el Arte (2008). Participó del LIPAC, Laboratorio de Investigación en Prácticas Artísticas Contemporáneas, en el C.C.Rojas (2009). Obtuvo la becas Oxenford (2019) y Activar Patrimonio (2020). Exhibe sus obras en Argentina y el exterior destacando: La 13a Bienal de La Habana (2019); Bienal Sur (2017 y 2021); Premio Klemm; Salón Nacional de Artes Visuales; MOLAA; Chandon Artground; “Simbiología. Prácticas artísticas en un planeta en emergencia”, C.C.K. (2021); Embajada Argentina en Kiev, Ucrania (2021); Museo Nacional de Bellas Artes (2022). Vive y trabaja en Buenos Aires.
María Carolina Baulo: Está más que claro en tu obra cuál es el tema disparador de tus investigaciones: la naturaleza. Contanos de dónde nace este interés.
Romina Orazi: Siento una gran admiración por el mundo vegetal en sus diversas formas de existencia (plantas domésticas, crías salvajes, minúsculos líquenes, musgos, huertas comunitarias); opero siempre desde la consciencia de la extrema fragilidad de la Tierra como planeta vivo: un delgado envoltorio de acontecimientos que no durarán más que los seres que los producen y sostienen. El cambio climático es parte de la discusión pública, y la conciencia ecológica se expande como consenso social. Sin embargo, todavía estamos presos de una visión de la naturaleza que no sirve para pensar nuestro vínculo con ella. Me interesa repensar desde el campo del arte, como espacio transdiciplinario de sensibilidades, posibilidades de existencias entre humanos y no humanos. Visibilizar la violencia ecológica que estamos atravesando, así como las interdependencias que mantenemos con el mundo natural y la metáfora de la vida que prolifera, aún en medio de la adversidad. Podemos pensar al arte como la posibilidad de imaginar maneras más solidarias y creativas de habitar juntos lo único que hay: cuerpos sensibles dotados de un lapso de vida sobre la Tierra.
MCB: Siguiendo el planteo que haces de repensar desde el arte los vínculos con la naturaleza, con el entorno que habitamos, pasemos a los materiales que eliges para trabajar, muchos de ellos orgánicos: maderas, árboles, plumas, pelo, hasta insectos, más allá de los materiales convencionales industriales. ¿Cómo se dan estas elecciones, qué marca el norte para elegir una materialidad sobre otra?
RO: Soy nieta de un abuelo botánico y otro jardinero, mi interés nace de la pasión que ellos me infundieron de sus oficios y de su experiencias de vida, marcada por las emociones y vivencias que fui acumulando durante el aprendizaje y práctica de la labor de cultivo. Trabajo como jardinera desde hace años; con el paso del tiempo ambas disciplinas se cruzaron de modo natural, nutriendo una actividad de la otra. Uno de los territorios prósperos para generar relaciones multiespecie son los jardines, repensados como espacios enfocados en la gestión de la vida en común que integra a los humanos y a todos los seres, orgánicos o artificiales, del entorno o el cosmos. Lugares propicios para mirar desde otra parte. También para recuperar miradas que han quedado fuera de la óptica de la modernidad. Rehacer nuestra cultura reduccionista es un proyecto básico de supervivencia en nuestro contexto actual.
MCB: Algo a destacar es tu interés por los proyectos que involucran trabajos sociales y reflexivos, por ejemplo la Huerta comunitaria en el Barrio Rodrigo Bueno en 2018–19. Tomemos este ejemplo para representar cómo interactúan con la obra.
RO: Huerta es un proyecto relacional realizado junto a las mujeres del Barrio Rodrigo Bueno: una huerta comunitaria en la Villa Rodrigo Bueno, un barrio precario ubicado en la ribera porteña. Concebimos esta huerta urbana como una reapropiación creativa y política del territorio en sintonía con el concepto de la idea de soberanía alimentaria. Como obra de arte para mí hay pocas cosas más bellas que una huerta pero esencialmente se trató de una obra participativa y relacional. Este proyecto se realizó con el apoyo del programa de cultura del IVC (Instituto de la vivienda de la Ciudad de Bs.As.).
MCB: Pasando a las instalaciones, y en retrospectiva, en 2010 realizas una serie de trabajos para galerías, centros culturales y espacios alternativos como un ex-centro de detención clandestina; todos espacios con diferentes dinámicas. Tomemos por ejemplo Entre las cosas, Doble Paisaje y Av. Del Libertador 8465 (todos 2010). Contanos sobre estas experiencias de desarrollo de obra en sus contextos.
RO: En el año 2010, la acción de la siembra se trasformó en una intervención, que detonará significados asociados a las funciones, latencias y condiciones de cada lugar. En el caso de Entre las cosas es una instalación site specific, realizada con musgos. Una pieza que tiene la intención de visibilizar las grietas, los intersticios, esos lugares húmedos supuestamente débiles, pero donde existen condiciones para potenciar la vida, que llevan siglos de resistencia. El intersticio es un espacio para las relaciones humanas que sugiere posibilidades de intercambio distintas de las vigentes en este sistema, integrado de manera más o menos armoniosa y abierta en el sistema global. En el caso de Doble Paisaje es una instalación con mesa, sillas, cubiertas por musgos vivos que presenté por primera vez en el Centro Cultural Recoleta y se plantea reintegrar a la naturaleza al espacio perdido, el ámbito cotidiano doméstico alegorizado por juego de comedor, mediante el desarrollo de estrategias dinámicas de supervivencia. El público ingresaba en la sala donde estaba la instalación pasando por una cortina que contenía la humedad del ambiente, para que el musgo que crecía sobre la mesa y sillas siguiera desarrollándose. En esta convivencia cada una de las partes estaba en comunicación con las demás generando así su propia biosfera. La pieza Av. Del Libertador 8465 es una instalación de carácter site specific, realizada con madera encontrada en el lugar: ex Escuela de Mecánica de la Armada. La casa en el árbol fue erigida con elementos encontrados dentro del predio que fueron desechados ya sea por refacciones o por abandono. Todos los materiales con que se construyó y el mismísimo árbol donde fue instalada fueron testigos silenciosos del horror. La casa/nido propone trasmutar la memoria nefasta del lugar—antiguo centro clandestino de detención y desaparición durante la dictadura militar; es decir, transfigurar la supuesta verdad del antiguo sistema que justificó las atrocidades allí acometidas insertando nueva vida en las entrañas del lugar, una apuesta a la transmutación de energías y al trabajo disruptivo de la memoria. Estas obras no tienen como meta formar realidades imaginarias, sino construir modos de acción dentro de lo real ya existente.
MCB: EHS Modulo Refugio (2012) es una obra que se fundamenta en estudios científicos. Instalada en la prestigiosa Fundación Telefónica en Buenos Aires, esta obra aísla a las personas de las ondas electromagnéticas; un refugio que de alguna manera vaticina lo que vivimos durante la pandemia, refugiándonos de otros agentes del orden de lo incontrolable. Contanos sobre este trabajo.
RO: En este caso es una instalación de medidas variables para la Fundación Telefónica en Buenos Aires. Se trata de un módulo habitable difícil de encontrar en el planeta Tierra, provisto de aislamiento de las ondas electromagnéticas. Refugio de radiaciones, ruido y de órdenes invisibles. Este habitáculo trasladable de madera contrachapada y fijaciones mecánicas se puede construir con herramientas simples siguiendo los planos y las instrucciones detalladas por Ken Isaacs en el libro How To Build Your Own Living Structures, publicado en 1974. Al diseño de Ken Isaac, le añadí una malla metálica de aluminio y un cable de descarga a tierra, generando así una caja de Faraday “doméstica” de construcción modular, también accesible para cualquier persona que quisiera recrearlo.
MCB: Me quiero detener en la obra Alud (2016) porque de alguna manera creo que es un momento bisagra y da pie a muchos de tus trabajos posteriores en esta tónica, llevando tu obra a participar, por ejemplo, de bienales internacionales. Me cuentas que este trabajo “es un remake de Grass Grows (1967–69), de Hans Haacke. El concepto de ‘apropiación’ guía este proyecto en dos carriles: seguir cuestionando la noción de autoría mediante la apropiación y reproducir ciertos sistemas que, de forma natural y sencilla, nos rodean.” Me gustaría ahondar aquí.
RO: Una gran cantidad de materia orgánica ocupó una de las salas del segundo piso de la muestra “Casa Tomada.” Esta instalación site specific se compone de una estructura de madera cubierta con tierra y semillas. El montículo de tierra llega casi hasta el techo en la superficie germina césped, que a pesar de las condiciones de interior sigue indiferente en su proceso de crecimiento. El Alud se convierte así en un ecosistema con vida propia, una pieza que representa lo que es, una montaña. Simple, tierra y semillas, es una realidad autónoma y aleatoria, donde se ponen en relación diversos elementos, algunos unos naturales y otros narrativos. La realidad se sobrepone al espacio cultural y el montón de hierba se independiza del artista cuestionando en silencio el concepto mismo de autor o de originalidad. En una de las paredes de la sala estaba la pintada con la “e” en el verbo crear y sustituida por la “i” de criar. Hay un error de fondo y es el de entender el “proceso creativo” como centrado en un yo. Esa no es la perspectiva desde la cual me interesa trabajar. Al contrario, el carácter “degradable” de los objetos generados por la humanidad da cuenta de la integración de otras dimensiones que exceden por completo no sólo al “creador,” sino a toda la actividad humana. Mientras que criar es una experiencia que se relaciona a la multiplicidad de sistemas de vida y no a una selección; se trata de guiar más que forzar: acompañar. Somos parte de un mundo simbiótico, vivimos en intercambio constante con otros seres humanos y no humanos con los cuales cohabitamos un planeta vivo. Me interesa la comprensión de las dinámicas más generosas con la vida, con todo aquello que no es ego endurecido por esta visión narcisista del mundo, sino que es parte de un movimiento indisoluble.
MCB: ¿Cómo fue la experiencia de participar en la XIII Bienal de la Habana donde participaste con la instalación Retirada (2019), constituida por plantas recolectadas dentro de un barco?
RO: La instalación Retirada se compone de un barco con plantas colectadas y participó de la XIII Bienal de la Habana. Retirada es una pieza basada en encuesta en la que se pregunta a personas de diversos sectores, profesiones y edades, qué plantas desearía salvar en caso de guerra o desastre natural. Este proyecto se convirtió en un hacer colectivo de intercambio y en un pequeño bosque, conformado por plantas de tubérculos y frutas que son parte esencial de la comida del cubano, las que decoran sus jardines, más hierbas en uso en la medicina natural y en los rituales de las religiones sincréticas afrocubanas; emergía de una barcaza de madera anclada en el patio de una casona colonial, institución cultural devenida temporalmente sede de la Bienal. En relatos pre-capitalistas—tanto de culturas amerindias como en el Génesis—el Apocalipsis no acecha en un futuro sino que ha sucedido en el pasado, condicionando la existencia como supervivencia. Imaginemos a los individuos diferenciados del Arca de Noé como una pura potencialidad librada al desarrollo de todas las combinatorias vitales de las que sean capaces agentes humanos y no humanos. “La morfogénesis social debe ser repensada desde el punto de vista de la metáfora biológica de la recombinación, no desde la metáfora astronómica de la revolución,” afirma Bifo Berardi.
MCB: Mundos sobre rastros, todos somos líquenes (2021) es un trabajo donde naturaleza y figura humana producen una fusión perfecta: la Madre Tierra representada en la mujer cubierta de plantas, la posición que asume la figura de la escultura (entre rezo, trabajo con la tierra o dar a luz) y la escala, nos hacen tomar conciencia de la unidad e interdependencia de los reinos naturales y animales, por decirlo de alguna manera poética. Hablemos de esta obra.
RO: La pieza Mundos sobre rastros, todos somos líquenes es una escultura modelada en cemento, con líquenes, helecho y compost para la muestra “Simbiología” en el Centro Cultural Kirchner. Es una escultura en estado de ruina, que es a su vez hogar de líquenes, musgo, moho, helecho. Los seres que crecen sobre las ruinas de una civilización no son anodinos. La figura femenina en escala real está en cuclillas: pose que puede evocar a una mujer esperando el propio parto y que es común también en momentos de trabajo jardinero. Sus manos unidas, que pueden simbolizar a una partera preparada para recibir una nueva vida, forman un cuenco que contiene compost y un helecho. La tradicional vinculación imaginaria entre mujer y tierra fértil es trascendida por la presencia real de estos cuerpos: sin metáforas, los helechos son llamados “fósiles vivientes” por su inconcebible antigüedad y resiliencia a los cambios y eventos catastróficos del planeta, así como, en el compost, los microorganismos descomponedores son los actantes concretos de transformación de la muerte (desechos orgánicos, necromasa) en vida (nutrientes, energía). En esta escultura, los líquenes habitan por doquier. Estos seres son capaces de crecer en ambientes estériles y extremos que resultan imposibles para otros organismos. Suelen ser pioneros sobre nuevos sustratos, como las coladas de lava, las rocas descubiertas por un glaciar, o las estructuras manufacturadas como las rocas, el cemento, el vidrio o la pintura. Los líquenes son organismos formados por una simbiosis, entre al menos un hongo (micobionte) y un alga (fotobionte), en la cual se genera una morfología y una fisiología únicas, que sus componentes por separado no presentan. La simbiosis no es un fenómeno biológico particular, sino que designa la dinámica esencial de toda forma de vida.
MCB: Otra experiencia importante fue participar de Bienal Sur con Esperando la Luz (2021). Esta instalación site specific aborda el tema de la “transducción” como proceso de transformación de la energía. Una vez más, tu trabajo asociado a investigaciones que exceden el campo del arte. ¿Qué puedes contarnos sobre esta obra que, además, fue realizada en equipo?
RO: Esta instalación site specific participó de la Bienal Sur en el Palacio Dionisi, Córdoba. Proyecto concebido y creado junto a Javier Plano. Transducción es el nombre que se le da en el mundo de la física a las transformaciones de un tipo de energía en otra, mediante algún proceso. En la fotosíntesis la vegetación utiliza la luz—u ondas electromagnéticas de espectro visible—para convertir materia inorgánica en orgánica, lo que sostiene la vida en nuestro planeta. En un principio producto exclusivo del sol, el ser humano intervendría luego para replicar de forma artificial esas condiciones y alterarlas. Este proyecto cruza estos puntos, proponiendo un ecosistema superviviente habitado por plantas, piedras y tubos de rayos catódicos, de forma estable, con seres humanos que lo habitan aleatoriamente. Varios televisores dispuestos en forma de pared y en la tierra, iluminan mediante sus pantallas encendidas a la vegetación presente. En ellos se reproducen largos plenos de color y ciertos patrones e imágenes generados de forma sintética. Dicha luz proporciona la energía necesaria para que las plantas realicen la fotosíntesis, aunque probablemente lo hagan de forma interrumpida.
MCB: Para el Centro Cultural Kirchner, y en el marco de la prestigiosa muestra “Simbiología” (2021) curada por Valeria González, desarrollaste la obra Re-member, refugios multiespecies. Notas sobre el futuro (2021). González destaca que “el concepto de refugio es vertebral en la obra multifacética de Romina Orazi.” Me gustaría que nos contaras sobre este trabajo en detalle: ¿porqué habla la curadora de concepto “vertebral.” Existe también un trabajo junto a Valeria como antecedente: la pintada mural que haces en 2016 en el contexto de la muestra “Casa Tomada” (Casa Nacional del Bicentenario, 2016). González utiliza este ejemplo para abordar tu trabajo e introduce otro concepto interesante: “copyleft.” ¿Qué podes contarnos al respecto?
RO: También para “Simbiología,” esta instalación de troncos quemados, bonsais, terrario, acuario, bromelias, plumas, pelo, hierro, refugios para insectos de medidas variables, diseña pequeños hábitats para no humanos se ubican sobre troncos quemados que evocan un paisaje devastado por fuego humano. Como la expropiación de “recursos” naturales y la privatización del conocimiento común y colectivo son dos caras del mismo impulso del capitalismo actual, la hospitalidad no sería política si no propiciara también la apropiación libre de sus herramientas. El término “copyleft” podría traducirse como el socialismo de la copia, es clave en mi trabajo. La disponibilidad puede materializarse mediante imágenes o planos reproducibles, o presentarse al modo de modelos en miniatura, como los que encontramos en esta instalación. El cuidado de la vida, labor invisible secularmente asociada a las mujeres, emerge como alternativa al sistema productivista de la sociedad patriarcal, también en nuevos modos de arte que procuran criar en vez de crear.
MCB: Un trabajo muy reciente es Refugio para plantas abandonadas (2022), obra realizada también para el Centro Cultural Kirchner. La sutileza u nostalgia del título nos lleva a una escenario, paradójicamente, de celebración de la vida. Contamos cómo construir ese espacio “festivo.”
RO: Instalación realizada para el Centro Cultural Kirchner junto a Pablo Mendez, El Refugio para plantas abandonadas, se propone como una obra y un espacio de celebración de los afectos humano-vegetal. Esta obra, acoge plantas nativas, y propone a los públicos un lugar donde encontrarse con plantas y otros humanos involucrados en esos vínculos afectivos con ganas de entender los cuidados como una tarea comunitaria y multiespecies. Se propone el intercambio de esquejes, tierra, herramientas cuidados de las especies compañeras. El Refugio es un proyecto que cuenta con el apoyo de mecenazgo de Fundación Medifé. Una vez finalizada su estancia en “Simbiología,” El Refugio se instaló junto a la huerta comunitaria propulsada por la Fundación Scholas Occurrentes en Lomas de Zamora, Argentina.
MCB: Si bien aquí nos enfocamos en los trabajos tridimensionales—objetos, esculturas, instalaciones—que toman el espacio, tu obra también contempla la pintura y tienes varios trabajos que fueron premiados y exhibidos en contextos destacados, como por ejemplo La cascada del Iguazú (2022). Aprovechemos este trabajo para adentrarnos en la problemática del espacio: ¿Qué hace que pases de la tridimensión a lo bidimensional y cómo es el vínculo que estableces entre la obra y el espacio que la contiene?
RO: La Cascada del Iguazúes una pintura sobre tela para el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. Desde el año 2016 estoy pintando la relación entre el calentamiento global, el proyecto moderno y sus consecuencias ambientales. Comencé a realizar copias de pinturas históricas argentinas del siglo XIX, a las cuales les modifico el paisaje, reactualizando el mismo a partir de las vivencias del siglo XXI. Planteando lo devastador que han sido ideas como “progreso,” “modernidad,” sobre el paisaje natural. Esta pintura es una copia de un paisaje del siglo XIX, La cascada del Iguazú, de Augusto Bellarini, que ofrece visibilidad a la problemática hídrica actual, en las Cascadas del Iguazú. Este proyecto contó con el apoyo de la beca Activa Patrimonio otorgada por la Secretaría de Patrimonio Cultural, becas para artistas que trabajan con el Patrimonio Cultural de la Nación.
MCB: Contanos sobre los proyectos para el 2023.
RO: Desde distintas perspectivas mi trabajo actual insinúa un duelo por la desaparición de especies y hábitats dejados de lado por los entornos construido por los humanos en constante expansión. Estoy pintando una serie de incendios forestales en nuestra región. Trabajo en un proyecto junto a otro artista en relación al Glaciar Perito Moreno y el derretimiento del mismo. Y varios objetos en estado embrionario aun, en relación al cuidado de la vida.