Nacida en París, con estudios en Bellas Artes, diseño gráfico, textil, decoración y arquitectura, la artista francesa Valerie Rey desarrolla su obra desde fines de los años 90 en Costa Rica, tierra con la cual conecta de forma inmediata, estableciendo con la naturaleza del entorno un diálogo creativo. Una obra intuitiva, repleta de descartes de la propia naturaleza, los cuales gracias a su mirada, se convierten en piezas de una belleza superlativa. “Tesoros,” según las palabras de la artista, cada pieza realizada por Valerie establece un compromiso con el medioambiente que la contiene y con el concepto de la memoria, dado que todas ellas condensan historias y experiencias únicas e irrepetibles. Vidrios, cristales, maderas, ramas, plumas, semillas—entre tantos—se asocian para dar vida a esculturas de una rara naturaleza entre lo real y lo fantástico, donde la opulencia propia de la naturaleza se comunica armoniosamente con los recursos plásticos y estéticos elegidos para potenciar un mensaje donde la convivencia de la diversidad y el respeto a lo que nos rodea como especie, es fundamental.
María Carolina Baulo: Tu vida artística sufre un punto de inflexión en 1999 cuando decides dejar tu Francia natal para instalarte en Costa Rica. De la metrópolis a la selva, toda la potencia de la naturaleza se empieza a impregnar en tus pinturas vegetales y posteriormente, saliendo al espacio con los objetos y esculturas. Todo en tu obra pareciera ser una muestra de naturaleza salvaje rodeada por un halo de belleza preciosista. ¿Cómo condicionó tu trabajo la migración a Centroamérica?
Valerie Rey: En realidad creo que hubo dos eventos que influyeron fuertemente en mi trabajo y en mis inspiraciones. Primero: dejarlo todo, empezar de nuevo era tener una hoja en blanco delante, todo era posible, concebible; sentí una sensación de libertad que nunca había sentido antes o después de esta experiencia. En segundo lugar, fue el vivir en medio de esta naturaleza exuberante lo que influyó en mi trabajo, se me impuso sin hacer ningún ruido, poco a poco. Estaba impregnada de lugares hermosos y otros se inmiscuían en mí por su belleza. Costa Rica tiene algo diferente de los otros lugares que he visitado, hay una increíble energía positiva, no sé si proviene de la propia tierra, pero tal vez sea el comienzo de una respuesta al “¿por qué los costarricenses son tan felices?”
MCB: Si seguimos con la materialidad de tus piezas, aparecen allí vinculados restos descartados por la propia naturaleza, ramas, semillas, raíces, las cuales se combinan con vidrios para crear verdaderas joyas. La serie “Curiosidades” (2017) es un buen ejemplo de esta fusión entre estos vestigios, el cristal y el oro. Me gustaría nos contaras cómo pasas a la tridimensionalidad, cómo eliges los materiales con los cuales trabajas y cuáles son tus favoritos.
VR: Después de pintar durante varios años, sentí ganas de explorar otros horizontes y tuve la curiosidad y la audacia de interesarme por el trabajo en vidrio. En muy poco tiempo y para mi gran satisfacción, me hice adicta a eso. Desde entonces, he estado derritiendo, formando y dando forma a miles de cuentas de vidrio cada día. Siempre he coleccionado materiales que se encuentran aquí y allá, madera, troncos, conchas, ramas, etc. Y siempre me han fascinado los reflejos del metal, así que sublimo mis tesoros de madera cubriéndolos con oro, es un acto sensual aplicar hoja de oro. Luego viene el ensamblado. El oro siempre ha simbolizado el poder y la eternidad, el cristal simboliza la pureza y la claridad. Al unirlos, la metamorfosis se crea y la resurrección toma forma. La creación de una nueva materia, el resultado de esta unión, orgánica, vibrante, que vuelve a estar viva. Así que fue natural que descubriera la tercera dimensión. Es una dimensión más y es enorme para un artista. Puede contar aún más historias, mis historias.
MCB: En la serie “Especímenes” (2017) encontramos la importancia de la parte por el todo. Es como si la esencia de las leyes del universo se hicieran presente sintéticamente en estos trabajos. Una vez más, el vidrio y la madera como pilares fundamentales, restituyen, reconstruyen y asignan un nuevo tipo de existencia a la materia prima.
VR: Es el encuentro con un grupo de humildes y buenas mujeres indígenas centroamericanas lo que está en el origen de mi descubrimiento con estas flores de madera. Son especímenes raros y quería rendir homenaje a estas valientes mujeres y a la naturaleza donde viven, sublimando estas flores silvestres con oro y cristal y tratándolas como joyas. Para mí, estas damas, iguales que la naturaleza, merecen esta marca de “respeto y consideraciones.”
MCB: “Metamorfosis” (2016) da cuenta del permanente movimiento de la. Supernova (2017) es la pieza estrella de este trabajo, siendo una obra de gran tamaño que se exhibió en el Festival Tamarindo Art Wave (2018), el 2° Premio en la Bienal de Arte de Londres (no fue esa pieza que ganó el premio) y la participación en la exhibición “Tokio Japan Shibuya Station” (2019). Contanos sobre esta obra en particular y la serie en general.
VR: Aquí también se trata de rendir homenaje. Estas obras son un ex voto de agradecimiento a la madre naturaleza, y siendo la tierra mi religión, tienen un poder sagrado para mí. Cuando encontré la raíz que utilicé para crear Supernova, estaba en la vera de un río, arrancada en la orilla durante el huracán Otto. Me conmovió y fascinó tanto ver esta gran pieza desarraigada, que inmediatamente decidí convertirla en una obra. Me llevó casi un año de trabajo limpiarla, tratarla y hacer las miles de cuentas de vidrio. Siento tanto placer y satisfacción al crear estas obras que creo estar avanzando en una búsqueda interminable y me encanta.
MCB: En el trabajo Memorias (2018) aparece la figura humana. ¿Cómo piensas el rol del hombre, de la humanidad y cómo eliges representarlo en este trabajo? Claramente hay un llamado a la reflexión sobre el daño hacemos al medioambiente y las consecuencias letales de nuestro comportamiento. Pienso que hoy día, transitando la pandemia del Covid-19, se intensifica el mensaje de tu trabajo.
VR: El objetivo de este trabajo es crear un paralelo entre nuestra sociedad y la naturaleza. Estos cuerpos cuentan la misma historia, ya sean de madera o de carne, dan testimonio en la misma ósmosis, de nuestro destino común, de nuestra extensión, heredamos su fuerza y su milenio de adaptación, son los depositarios de nuestra evolución. El Covid-19 nos hace conscientes de que nuestra sociedad es frágil y nuestra felicidad se basa en pequeñas detalles que nos parecen indispensables.
Sin embargo, hemos perdido mucho y aún más que perder: La Vista (perdida, demasiado absorta en la contemplación de nuestros teléfonos); La Audición (perdida, tenemos auriculares que nos impiden oír); El Olfato (perdido, si tienes Covid-19 pierdes el sentido del olfato); El Sabor (perdido, si tienes Covid-19 pierdes el sabor); El Tocar (perdido, usamos guantes y evitamos el contacto: causa Covid-19); El Discurso (perdido, tenemos máscaras: causa Covid-19).
Lo veo como uno de los símbolos fuertes que me hace preguntarme sobre nuestro lugar en medio de la naturaleza y el significado de nuestras vidas.
MCB: El Proyecto Omerta (2020) se presentó como una gran instalación que intenta dar cuenta de la historia de la humanidad en diálogo con la naturaleza. Una vez más se el tema recurrente en tu trabajo solo que en este caso representado en una instalación a gran escala, de características dinámicas y título curioso.
VR: He elegido presentar este árbol horizontalmente, como el sarcófago de un poderoso y venerable ser. Está cortado en 14 rebanadas que representan secciones de vida. Cada sección se apoya en un tallo flexible, a su vez conectado por una base. Esto permite un movimiento limitado y cada movimiento individual conduce al movimiento colectivo. Esta es la primera escultura que he hecho donde el humano puede interactuar con la obra. Hay una abertura en la parte delantera del tronco, una simple silla que invita a sentarse. Me gusta la idea de que el espectador sea también un actor, es el que va a dar el movimiento de la obra y cada uno, al proyectarse en su interior, podrá vivir su propia experiencia. El título Omerta, se refiere a mis orígenes siciliana, es un código de honor que significa la ley del silencio, de lo no dicho, de saber y callar, de saber callar. En el caso de esta obra de arte, se podría comparar este silencio con la ceguera ante el daño que estamos haciendo a la naturaleza, sabiendo muy bien que somos nosotros mismos los que sufriremos las consecuencias.
MCB: ¿Cómo se presenta el futuro artístico?
VR: 2020 es un año crucial. El aislamiento y el aburrimiento son buenos vectores de cuestionamiento y creatividad. De hecho, hemos visto muchas nuevas iniciativas artísticas que han florecido durante este período de auto-aislamiento debido a la pandemia. Aunque es muy desconcertante saber que no sabemos qué se hará en el futuro, es una experiencia nutritiva para la mente de un artista. Creo que a partir de este momento “especial,” se escribirá una nueva página de la historia. Un nuevo movimiento artístico debe ver la luz del día y como cualquier nacimiento es un momento feliz y optimista. Espero que surjan nuevos impulsos que honren los valores sinceros donde, con la inteligencia de la mano, haya un espacio de elección que favorezca el respeto por la naturaleza.