Profesora de Educación Especial con orientación a la enseñanza de niños y adolescentes con disminución auditiva, Licenciada en Artes Visuales con especialización en escultura y profesora universitaria, la artista plástica Paula Zaccaria establece, desde sus comienzos, un vínculo fundamental con los sentidos, llevándolos directamente al plano de la composición como protagonista, especialmente el olfato. Con una obra múltiples veces premiada en salones tales como el Salón Nacional, donde obtiene el tercer premio en la categoría de Arte Textil (2010), el Salón Mujeres: Historias entretejidas organizado por el CAAT Museo de la Mujer con el primer premio (2011), el Salón Nacional Textil Bolsa de Comercio de la Ciudad de Buenos Aires con el tercer premio (2012), VII Bienal Word Textil Art Montevideo con el segundo premio categoría mini textil (2017), participaciones en bienales y muestras. Los trabajos de Paula tienden puentes entre las distintas instancias de la percepción humana. Cuando frente a una obra pensamos que el espectador tiene una experiencia ante todo visual y muchas veces interactiva desde lo físico, lo táctil, Paula nos acerca la posibilidad de transitarla evocando emociones y recuerdos que se convocan a través de los aromas. Instalaciones, objetos, esculturas, fotografías, papeles, textiles, semillas, flores, esencias y especias integran su kit creativo, presentando un abanico de recursos para conmover, más allá de toda posible racionalización.
María Carolina Baulo: No es ninguna novedad que los artistas trabajen con lo efímero y que la obra sea plausible de desaparecer cuando la materialidad de la misma es orgánica. Contanos qué materiales eliges para trabajar tus obras, y sobre el concepto de perdurabilidad en tus combinaciones entre la fragilidad de lo “vivo” de las semillas y la solemnidad del mármol o la cerámica, por ejemplo.
Paula Zaccaria: Creo en la potencia del material, en la carga conceptual que porta y en el sentido que la misma le otorga a la obra. Los materiales me encuentran, muchas veces aparecen de manera fortuita, si por algún motivo atraen mi atención, los guardo. Una muy querida artista me regaló dos ramas de canela, las guardé durante mucho tiempo, de vez en cuando las tocaba, observaba, olía y empezaba a imaginar posibilidades, hasta que un día combinándolas con varillas de guatambú se hicieron obra. Las primeras lavandas con las que trabajé llegaron como encomienda desde Calafate, nunca voy a olvidar lo que sentí cuando al abrir la caja el perfume invadió mi casa. Esos instantes activan sensaciones y evocaciones. Eso es lo que quiero transmitir. Los materiales orgánicos, las plantas aromáticas, las semillas y las especias me contactan con la naturaleza. Me interesa observarla, registrar cambios, la atmósfera que la rodea. Los materiales solemnes, como decís, aparecen, sin querer, un escalón de mármol abandonado, varillas de acero y bronce resabios de una fábrica desmantelada. Hilos, alfileres de todo tipo heredados o papeles antiguos repletos de marcas y manchitas activan mi mundo. Me interesa el contraste de los materiales, la tensión que se genera entre sus cualidades. Pienso lo efímero en términos de cambio y transformación, entonces los materiales aun siendo muy distintos, orgánicos o industriales, duros, sólidos, blandos, frágiles, empiezan asemejarse. Todos, son plausibles de cambio, por el tiempo, por las circunstancias. Nada material es absolutamente imperecedero; me interesa poner en crisis el concepto de perdurabilidad. Saber que algo puede cambiar o acabar produce un desequilibrio, me interesan los mecanismos que generamos para volver a habitar nuevas realidades.
MCB: Creo que aquí se establece un vínculo muy interesante entre el factor tiempo y la persistencia de los aromas. ¿Porqué eliges dar protagonismo al olfato por sobre lo visual que es, por excelencia, el sentido más convocado por las artes en particular pero en la vida en general, donde todo pareciera “entrar por la vista”?
PZ: Pasé parte de mi infancia rodeada de naturaleza y hay dos momentos que siempre vuelven hacia mí: uno, meciéndome en las ramas de un pino y otro saboreando el néctar de las flores de una madreselva. Son dos recuerdos, son imágenes con una impronta muy marcada de varios sentidos. En mis primeros trabajos de estudiante de arte comencé a observar que el acento no sólo estaba puesto en lo visual, se escurría de algún modo el olfato, el tacto. Mis referentes eran artistas cuyas obras implicaban otros sentidos también. Mi primera carrera, el profesorado en Educación Especial estaba orientado hacia la investigación sobre la audición. Trabajé varios años en el área de estimulación temprana, en donde el abordaje integral de todos los sentidos es esencial. A medida que avanzaba en mis estudios en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) fui enlazando, enhebrando estos indicios, buscaba una percepción del espacio y del cuerpo completa. Me resultaban motivadoras las palabras de Merleau-Ponty: “La comprensión de nuestro entorno y de nosotros mismos exige a cada instante el conjunto de los sentidos.” Necesitaba que mi obra propusiera algo más que ser vista y elegí el olfato. Mi tesis de graduación, cuyo título es El olfato en la obra de arte me permitió ampliar la investigación hacia aspectos relacionados con la antropología de los sentidos. Las obras de los sociólogos David Le Breton y Constance Classen fueron muy enriquecedoras. El sentido del olfato tiene una relación muy directa con la percepción del espacio y el tiempo, implica contacto y distancia. Impregna a la persona, seduciéndola o provocándole rechazo, pero sin dejarla indiferente. Algo que también me llama la atención es la dependencia del olor con el objeto que lo produce o con el ambiente que lo contiene, crea una atmósfera específica. Me atrae esa cualidad volátil que se conecta con la vitalidad de la respiración pero que a la vez se nos escapa, flota por unos instantes y luego desaparece. Si bien es efímero cuando se lo conecta con un recuerdo, aparecen esas sensaciones que acompañaron el momento y cuando una de las características principales de un objeto es su olor, como sucede con las especias y plantas aromáticas, su imagen visual o su mención también nos remite rápidamente a sensaciones vividas. Quiero que mi obra ponga en marcha ese mecanismo, esa pesquisa de momentos pasados a través de una experimentación sensorial completa, me interesa que si bien el espectador se introduzca en la obra a partir de la vista, luego pueda percibir con otro sentido, que se complementen que se pueda desprender de uno de ellos y luego volver, que haya un juego de vaivén de sentidos. Ese vaivén que sentía yo al mecerme en las ramas del pino.
MCB: Mencionas en tu statement tu atracción por las construcciones, la composición de series donde emergen escenas entre hilos, bordados, alfileres, entre otros. Una vez más la fragilidad se hace presente. Instalaciones como Entrevisible (2016) dan cuenta de ello. Contanos cómo pensaste este trabajo poniéndolo en diálogo con el espacio y el espectador que lo transita. Además, se desprende de (este trabajo) toda una línea de obras de “Enhebrados” que llegan hasta el campo de la fotografía.
PZ: Me interesan los procedimientos constructivos, disponer una pieza al lado o sobre otra para arribar a una totalidad. “Enhebrados” fue mi primera serie de trabajos en donde el procedimiento constructivo puso en juego soportes precarios y materiales orgánicos cuya característica esencial es el olor. Formé piezas entrelazando con costuras flojas, algo débiles hojas de plantas aromáticas, Ceremonia: cosiendo clavo de olor sobre gasa, En Caída: embebiendo hilos con cacao en polvo que luego tejí, Desde el Cielo: ensamblando granos de pimienta en la cabeza de un alfiler, Territorio: espolvoreando canela en forma de escritura Braile, Tenues Exiguas Lejanos: enhebrando granos de café en tanza de acero Andar por el aire. Obras que fueron expuestas en la Fundación Centro de Estudios Brasileros (Funceb), en Buenos Aires en 2011. Allí en donde el aroma comenzaba a perderse, el frágil sostén apenas lo retenía. Intensifiqué entonces mi idea de dejar que el aire y el tiempo acabaran deshaciendo la obra. En dicha muestra, decidí dividir el espacio expositivo a partir de diagonales imaginarias, creando una serie de triángulos escalenos. Cada obra quedó colocada dentro de estos triángulos ficticios. Mi intención fue generar un recorrido, un espacio negativo formado a partir de los límites físicos de cada obra en donde el espectador pudiera percibir el aroma que se desprendía y a la vez se desvanecía. Planteé un formato de muestra en donde todas las piezas formaban parte de una instalación aromática. Comenzaron a aparecer algunos conceptos que fui volcando en obras posteriores: mi interés por el espacio en diálogo con la obra y los jardines como construcciones en donde se organizan áreas olfativas y contemplativas. Continué experimentando con los mismos materiales y procedimientos realizando combinaciones que derivaron en variaciones formales. En Universos Paralelos enhebré lavanda en hilo sostenido al marco por alfileres, Paisaje entramé canela en rama y varillas de guatambú y Coincidencia bordé clavo de olor sobre gasa en bastidor. Entrevisible es una obra expuesta en el Museo Ernesto de la Cárcova en el marco de una muestra grupal homenaje a Mariana Schapiro, “Interpelaciones.” Fue especial para mí por varios motivos, participé de la misma junto con mis compañeros de la Cátedra de Proyectual de Escultura Madanes de la UNA, Mariana Schapiro fue una enorme escultora, docente, gran inspiradora de mi trabajo y el espacio. Ese hermoso Museo de Escultura otorgó lugar de formación de grandes artistas argentinos, acervo de una colección maravillosa de calcos clásicos y precolombinos. Mi obra compartiría espacio con obras de arte mesoamericano y andino en una enorme sala de paredes color naranja con luz cenital natural proveniente de una claraboya. Decidí emplazarla desde el piso al techo de tal modo que pudiera proyectarse hacia arriba continuando la línea de luz y establecer una contradicción entre la contundencia de las obras de la exposición permanente y la fragilidad de Entrevisible haciéndola prácticamente incorpórea al utilizar hilo del mismo color que las paredes para enhebrar las lavandas de tal manera que sólo sea percibida en el instante que el espectador prácticamente se topara con ella. A partir de este trabajo intensifiqué la cualidad de veladura, de percibir algo más allá de lo que se puede ver en primera instancia o tal vez dejar de ver con los ojos para poder sentir, para poder recordar, ensamblar la vista y el olfato. Surgió entonces una serie de fotografías, “Autorretratos con lavanda,” en donde apelo a la evocación del aroma, la superposición de la piel y la lavanda enhebrada en un telar, la sugerencia al tacto, a la caricia, al aire perfumado contenido en el espacio entre ambos.
MCB: Boreal y Construcción Leve (2019), son buenos ejemplos de piezas singulares, únicos, donde sales del esquema de las series y abordas el papel generando trabajos en pequeño formato. Conservan lo sutil y sintético de todas tus obras e incorporan la posibilidad de perdurar en el tiempo ya que carecen de materia orgánica. Contanos sobre estas otras propuestas que permiten “retener” ese tiempo que indefectiblemente se nos escapa.
PZ: Sí, ambas son investigaciones de otros aspectos que me interesan. Si bien, como decís, comparten algunas características formales con la serie “Enhebrados,” aquí priorizo la precariedad de lo constructivo en lugar de la no perdurabilidad del material. En ambos casos los cilindros de papel de calco que las componen están sostenidos solamente con alfileres en un intento de llevar al límite la posibilidad de resistir a la gravedad en Construcción Leve y de mantenerse sujetos al plano en Boreal. No aparece el perfume ni referencias a lo olfativo pero sí a la levedad, a lo intangible. Insinúan un movimiento lento, un desplazamiento continúo a través del espacio. Son obras que están inspiradas en un viaje a Noruega que hice especialmente para ver Auroras Boreales. El paisaje del cielo me fascinó pero no solo por su magnificencia, también el modo en que esas partículas se acomodan para construir esa gran masa de color. Hacen una aparición contundente y breve al mismo tiempo, luego sin que exista ninguna explicación desaparecen. Aunque pareciera que lo que media entre ese fenómeno y nosotros es la vista, en realidad hay una vivencia de gran intensidad corporal y una conciencia de tiempo que se manifiesta en la espera de su aparición, en la necesidad de retener su presencia y en la fugacidad de su existencia.
MCB: Entiendo que estás trabajando sobre un proceso de investigación relacionado con los jardines. Entran en juego allí piezas en porcelana fría, tramas y diseños con objetos creados en máquinas 3D, polvos y especias sobre stencils, entre varios soportes y formatos. Es una investigación conceptual muy interesante que sería bueno compartir con los lectores, especialmente saber cómo estas pensando estos jardines y lo curioso de la mirada sobre la literatura y la historia del arte para fundamentar las elecciones plásticas y estéticas.
PZ: Los jardines vienen rozando mi obra hace tiempo. De algún modo u otro siempre hice referencia a ellos. En “Enhebrados,” los triángulos escalenos que dibujaba sobre el piso y paredes de la sala, invisibles al espectador pero necesarios para mi organización espacial describían los jardines Zen. Equilibrios aparentes, simplicidad en las formas, sugerencia de espacios envolventes, misteriosos, la importancia del vacío y una paridad en cuanto a la importancia de los elementos que componen el espacio son características de esa variedad de jardines que quise imprimir en dicha muestra. El libro de los Símbolos dedica un capítulo a las plantas y flores mágicas. Expone la interacción entre los elementos que se disponen en estos recintos en donde el color, la forma, los sonidos, los aromas se ordenan a partir de matrices generando intercambios entre uno y la atmósfera. Los jardines renacentistas inspirados en los ideales clásicos; los jardines barrocos—combinación de orden, simetría, voluptuosidad—son conceptos que estoy investigando. Estoy construyendo a partir de estas lecturas, nutriéndome desde la historia del arte y experimentando con nuevos materiales y procedimientos para componer mis propios jardines. Al procedimiento de ensamble le sumo el modelado con porcelana fría, material que me sedujo por su ductilidad, blancura ytransparencia. La referencia al Renacimiento y al Barroco me acercó a materiales nobles, piedra, mármol, al color dorado de varillas de bronce y purpurinas. Estoy maravillada con las impresoras 3D, el modo de levantar paredes disponiendo el material en forma de filamento me remitió a la dinámica de crecimiento de la vegetación, la construcción y la composición modular a partir de un patrón. Esta investigación derivó en la realización de contenedores plásticos de flores de lavanda, siluetas de parterres realizados a partir de patrones. El proyecto continúa con espolvoreados aromáticos sobre papel japonés realizados con stencils en donde reproduzco modelos y combinatorias de modelos de jardines clásicos. Reflejan esta exploración Impar, Resonancias, Conjunto, Pequeño Jardín, Composición I y Volátil. La incorporación de estos nuevos materiales, procedimientos y la investigación conceptual se acopla a la fragilidad, sutileza, liviandad, uniformidad del color, al perfume o a su referencia, que continúan siendo esenciales en mi obra.