Artista multidisciplinaria, Jimena Croceri trabaja en el campo de la performance, el video, la producción de objetos, el dibujo y la escritura. Con la mirada puesta en los cuerpos, observa la interacción entre materialidades diversas y sus afectos en dichos cuerpos. Con una Licenciatura en Artes Visuales en la Universidad Nacional de Arte de Buenos Aires, Jimena participó del programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella y fue becaria en el Centro de Investigaciones Artísticas de Buenos Aires. En 2015 recibió la beca de viaje de la colección Oxenford para realizar investigaciones en la Amazonía brasileña. Entre sus recientes residencias y menciones se destacan la Beca Pernod Ricard para la Villa Vassilieff en París (2020), el programa de intercambio “Coincidencia” de Pro-Helvetia en Suiza (2019), residencia en Bar Project en Barcelona (2019) y el programa de residencia FLORA ars+natura en Bogotá (2018). Sus performances, talleres y exposiciones de los últimos años se desarrollaron, entre otros, en el Museum of Sex (New York, 2022), en Muntref Hotel de inmigrantes (Bs. As, 2022), Feria Arco (Madrid, 2022), Centro Cultural kirchner (Bs. As, 2021 y 2023), Piedras Galería (2021 y 2023), Ming Contemporary Art Museum (Shangai, 2022), Ausstellungsraum Klingental (Basel 2021 y 2019), Universidad de Paris (2020), Raven Row Gallery (Londres, 2019), Cabaret Voltaire (Zurich, 2019), galería Diablo Rosso (Panamá, 2019), Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (2023, 2021, 2019, 2014), Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (2017), Centro de Arte Faena (Bs.As, 2017 y 2015) y Museo Sívori (Bs.As, 2018). Jimena Croceri, oriunda de Cutral Có, Neuquén, Argentina, es representada por la galería Piedras. Vive y trabaja en Buenos Aires.
María Carolina Baulo: Siempre empiezo con las palabras del artista sobre su obra en general, la búsqueda que atraviesa toda su producción, sus intereses. Contanos.
Jimena Croceri: En un modo de laboratorio que no es racional ni estéril sino más curioso que preciso, mi trabajo se compone de varios elementos protagonistas: el tiempo, lo viviente, la colaboración y lo relacional, el acontecer de los elementos; esto no disminuye la autoría pero tampoco la coloca en primer plano. Pienso el arte como un área relacionada a una nota o un recordatorio que nos muestra una fuerza donde supuestamente no la habría. Esta idea de fuerza no es una idea de vigor o robustez, ni es cercana a la noción de progreso, adelanto o crecimiento, que es probablemente la idea de fuerza más potente en la cultura occidental. Esta idea de fuerza es más cercana a ciertos procesos naturales y a los trabajos cíclicos, vinculada a los elementos aparentemente mansos o inconsistentes pero que en realidad están activos y son transformadores. En mi práctica artística abordo temas como el agua (política), el hidrofeminismo y otras formas de comunicación a través de experiencias poéticas y colaboraciones con otros (humanos y no humanos) a mi alrededor.
MCB: ¿Cuáles son los materiales que más te interesan experimentar? Asimismo, existe un marcado protagonismo de la naturaleza, particularmente la humana, nuestro universo gestual. ¿Cómo se interrelacionan estas distintas “materialidades” que nutren tu obra?
JC: Suelo utilizar tanto materiales cotidianos como elementos naturales para explorar puntos de flexibilidad entre gestos y rituales. Le doy mucha importancia a los ciclos, momentos y movimientos, acentuando el intercambio entre entornos y cuerpos. A veces intento usar cosas cotidianas como si las encontrara por primera vez o no supiera lo que son o para qué sirven. También le doy importancia y poder de decisión a la expresividad de la materia, que es la capacidad que tiene de crear formas por sí misma. Quizás mi práctica busca mantenerse orgánica y desperdigada, planteando preguntas sobre las corporalidades y lo que las rodea. Y en ese sentido no es casualidad que utilice también la palabra (el lenguaje) y una variedad de líquidos, por ejemplo en mis trabajos en relación al agua como un canal de comunicación por dentro y alrededor nuestro.
MCB: Entre 2013 y 2020 desarrollaste el proyecto El aire entre nosotros tiene forma de hueso, el cual surge a partir de unos workshops, tomando la impresión en yeso de cuerpos interactuando y luego registrando fotográficamente el paso a paso de ese vínculo. A partir de ahí, este trabajo participó de varias instancias de exhibición y premios.
JC: Para esta serie invito a personas, colaboradores o amigos a trazar el espacio entre sus cuerpos. No hago mucho con la forma, lo mantengo muy simple, más bien creo una experiencia sobre nuestros cuerpos, huecos y materias. En contacto directo con la piel la pasta puede recibir la carga de las impresiones físicas y de los sentimientos múltiples: impresiones de tiempo, de calor, de fusión. En la obra se inventan y se perciben lugares imposibles o impensables. Mediante la impresión es que ese lugar se conoce, primero de manera táctil y luego visualmente. El aire entre nosotros tiene forma de hueso aborda preguntas sobre el cuerpo y su ausencia desde la perspectiva de la diversidad, la relacionalidad y el afecto. La imaginación prevalece frente a las piezas terminadas: su aspecto óseo evoca nociones de lo interno, pero se encuentra fuera del cuerpo como un (exo) hueso que te une a otro. Desde que comencé el proyecto propuse encuentros intermitentes en contextos diversos, guiados por la voluntad de que los otros experimenten y re-imaginen, no solo para experimentar yo misma. En el año 2020, y tras la profunda reflexión que trajo la pandemia sobre las relaciones humanas y la importancia del contacto entre las personas, expuse por primera vez parte del archivo de fotografías que guardo de esos encuentros. Como vos decís, la serie ha participado de varias instancias de exposición, recientemente una pieza pasó a formar parte de la colección Nacional del Palais de Glace y la serie estuvo expuesta este año en el Museo de arte Moderno en Buenos Aires y en el Museum of Sex en New York.
MCB: ¿Cuál es la historia detrás de Drinkers (2016): un par de zapatillas que se van decolorando por la acción del cloro que pasa a través de los cordones?
JC: En Drinkers un par de zapatillas absorben cloro a través de sus cordones y se van decolorando. Se expuso por primera vez en mi muestra “Campana,” donde junto a otros trabajos formaba un pequeño grupo o familia de situaciones. Es una obra que conforma un ciclo y la tienes que hacer cada vez que la quieres ver. No hay un resultado bueno frente a uno malo pero son particularmente lindas las ocasiones en que los elementos toman acciones inesperadas, como cuando una mancha gris en un extremo de la tela termina por difuminarse en amarillo, rosa o naranja. Es como si se establecieran relaciones sentimentales entre los elementos y como si cada uno de ellos lo expresara a su manera. El olor del cloro y las manchas de color en este trabajo permiten imaginar un montón de relaciones distintas. Pienso en el líquido como en el acto de difuminar, de borrar, de olvidar. Un agua fuerte, una poción mágica o un veneno. Al tiempo que el fluido se expande por la superficie, el cuerpo empalidece como si se tratara de un humor. Es líquido que mantiene algo en movimiento, creciendo o decreciendo, sin fijar.
MCB: La performance El color del río (2017), desarrollada en el Faena Buenos Aires y curada por Ximena Caminos, pone en diálogo el agua y el dibujo en grafito sobre mármol; todos los elementos integran una coreografía. Se hace constante en tu obra intentar captar esos momentos de interacción efímera de los cuerpos pero, además, relacionarla, en este caso, con el comportamiento de los ríos. Contanos sobre este trabajo.
JC: El color del río la desarrollé para el sitio específico del centro de Arte Faena que se encuentra a metros del Río de La Plata en Buenos Aires. Durante la performance, una persona vuelca agua gradualmente en el suelo, mientras otra persona intenta trazar la línea que dibuja el agua al expandirse. La acción deviene en un flujo coreográfico entre el movimiento libre del agua y el movimiento del cuerpo que busca acompasarla y dibujar. El color también está en movimiento entre gradientes de marrones y ocres sobre el mármol blanco. Para esta pieza trabajé sobre la construcción histórica y cultural del paisaje rioplatense y en particular sobre el comportamiento de los ríos y riachos de la llanura; sus formas estacionales y fluctuantes.
MCB: Espacio y espectador son dos actores fundamentales en la obra, que siempre me gusta destacar, especialmente en lo relativo a la producción de sentido. ¿Qué rol y grado de relevancia tienen en tu obra en general? Tus trabajos se despliegan en lugares muy distintos, sin duda eso impacta en ellos.
JC: Me interesa la idea de un afuera y la noción de frontera como un límite que siempre atraviesa un espacio de interacción y contradicción. Cuando dibujo “con” el agua pienso cuántas formas escurridizas pueden tener nuestros cuerpos de agua. Experiencias de movimiento e identidades que se originan tanto adentro como afuera de uno mismo. La naturaleza como un nosotros circular y las comunidades que formamos juntos, se infiltran en un terreno de lo intermedio. Pienso en el espacio y pienso en lo que está entre los seres: el agua, el aire, el lenguaje. No tengo tan presente la idea del espectador; el espectador en general me sorprende. Pero sí hay muchos trabajos donde la forma del material no se concibe sin la forma de las personas que participan.
MCB: Y si hablamos de un espacio de carácter sitio específico, efímero y cambiante minuto a minuto, es una feria de arte. La instalación Ágape (2018–21) fue presentada en Arco Madrid y en arteBA. Contanos sobre su desarrollo, las repercusiones y además, al participar elementos orgánicos como los huevos, la obra va mutando sin llegar a degradarse.
JC: Ágape es una instalación temporal. Es una obra que puede aparecer y desaparecer y también la tienes que hacer cada vez que quieras verla. Un ágape es un banquete fraternal al que asisten muchas personas y celebra un acontecimiento, o un pentagrama de figuras blancas que recuerda los globos de Magritte. Para la instalación varios huevos cocidos están atados con elástico a listones de madera (en principio pueden ser irreconocibles, por nuestro hábito de las cosas). Los listones están ordenados sobre una pared componiendo un conjunto de líneas paralelas y equidistantes sobre las cuales se inscriben delicadamente las formas ajustadas, blancas y ovaladas. Debajo de cada forma se van inscribiendo y absorbiendo pequeñas manchas húmedas sobre los listones de madera. Durante la activación—que no se realizó en la feria—los visitantes son invitados a participar en este ritual para comer un huevo: en una mesa hay disponible sal y una tijerita para cortar el elástico. Para Ágape pienso en el líquido como en la hidratación, cómo mantener algo flexible y tierno, capaz de doblarse. A la vez, la simbología del huevo como germen de la vida y los distintos arquetipos del amor (Agápē, en griego ἀγάπη), orientan este trabajo.
MCB: Me gustaría detenedme en este trabajo porque produce una interesante síntesis en tu búsqueda creativa. Aguas menores (2021–22) integra la performance, con la escritura, los objetos domésticos con la tecnología, los cuerpos, las voces, los sonidos y un señalamiento sobre nuestra falta de registro, como humanos, del entorno natural que habitamos. Amplianos en detalle dónde se hizo, qué elementos participaron de la obra, las activaciones, entre otros.
JC: Junto a la artista suiza Sarina Scheidegger soy coautora de Aguas menores que consiste en una serie de acciones, palabras habladas y sonidos. La pieza encuentra su fundamento en la naturaleza apenas perceptible que tenemos del agua, en muchas ocasiones, y en nuestra vida cotidiana: escuchar a los performers susurrar nombres de ríos mientras hacen pis en el baño, notar que beben y beben agua, verlos recorrer la orilla de un lago en mapas imaginarios o escucharlos hacer un coro de gárgaras—por nombrar solo algunas de las instrucciones. Estas acciones se relacionan con el intento de re-imaginar las corporalidades humanas y no humanas, investigando la fluidez inherente a nuestros cuerpos y su conexión con los mares, los glaciares, los ríos y los cuerpos de los otros. La performance es una acción duracional, va acompañada por un texto mural que muestra la serie completa de instrucciones y una publicación editada en Argentina. La escribimos a distancia y en tiempos de confinamiento en los que la performance se había convertido en un terreno muy difícil. La forma que tomó el trabajo estuvo guiada por la voluntad de buscar canales no obstruidos por la pandemia y basados en la performatividad. Se trata de pequeñas acciones corporales e imaginativas que buscan sensibilizarnos en nuestra relación cotidiana con el agua y en nuestras realidades y deseos. Finalmente, la pieza se presentó en 2020 en Basilea, Suiza en el Ausstellungsraum klingental y en 2022 en el Ming Contemporary Art Museum de Shangai (China). Esta última activación fue dirigida por nosotras mismas, totalmente a distancia e interpretada por artistas locales. Tanto en Aguas menores como en un siguiente proyecto que llamé Una idea que se agranda por los bordes, compongo un guión suelto, una cadena de instrucciones para la activación de gestos y pensamientos que ocupan tiempos y geografías impredecibles. En Aguas menores/Passing waters se hacen preguntas como esta: ¿Un glaciar tiene venas? ¿Cómo podemos ser lo suficientemente líquidas para unirnos y lo suficientemente sólidas para diferenciarnos?
MCB: En Subiendo, Pasando, Vibrando, Cayendo (2021), la performance se desarrolla al aire libre durante dos horas. Piedras que caen al río desde un puente, en una acción interpretada por el colectivo GEAM dentro de un Ciclo de acciones—El Asunto de lo Remoto en Buenos Aires. Aquí abordas un estudio sobre los puntos de flexibilidad entre el gesto, el ritual y lo performático, parafraseando tus palabras. ¿Tus obras se acercan mucho a una suerte de “experimento sociológico” o me equivoco?
JC: Esta obra fue una performance de sitio específico en el gran esqueleto de acero que es el puente Nicolás Avellaneda. El puente cruza el Riachuelo uniendo los barrios de La Boca en el sur de la Ciudad de Buenos Aires y la Isla Maciel, en la provincia. La performance propone un esquema diferente para experimentar este paisaje característico poniendo a dialogar el tránsito vehicular del puente y el cuerpo del río a través de la acción de algunos cuerpos humanos y unas pequeñas piedras de limo. Fusiona elementos naturales y elementos fabricados: una serie de movimientos y vibraciones, la fabricación colectiva previa con arcilla del río, palabras habladas y sonidos. Como cuenta Piro Jaramillo en su reseña: en un bote, el público cruzó un tramo del Riachuelo, mientras escuchaba recitar los nombres de los brazos del río. Las piedras de limo caían a su alrededor, formando senderos en el agua negra. Sólo cuando regresaron a La Boca por el paso peatonal del puente pudieron darse cuenta del mecanismo de la acción: una larga hilera de bolitas de arcilla temblaba sobre la baranda del puente al paso de los vehículos de la autopista, hasta que la consiguiente vibración las hacía caer solas al agua. Este era precisamente el punctum de la performance, el momento en que las fuerzas de la ciudad y el río, de la tecnología y la naturaleza, formaban una nueva unidad. ¿Qué ocurre si el arte es también una forma de inventar hábitos no habituales? Subversiones a pequeña escala pero de gran significado. Formas de vivir la ciudad que la desregulen.
MCB: Otro trabajo hecho en colaboración con Sarina Scheidegger para el Hotel de los Inmigrantes, fue Nombrar ríos, hacer gárgaras (2022). Nuevamente la performance como protagonista, interactuando con objetos, texto y sonido. Además de hablarnos sobre este trabajo, me gustaría saber si crees que tiene alguna importancia la perdurabilidad física de las obras, porque tu terreno de acción, claramente está muy en sintonía con lo efímero.
JC: El proyecto Nombrar ríos, hacer gárgaras es una performance de larga duración que presentamos en Buenos Aires con curaduría de Lucrecia Palacios. La performance continúa nuestras exploraciones sobre las ideas del hidrofeminismo postuladas en 2017 por Astrida Neimanis en su libro Cuerpos de agua: Fenomenología Feminista Posthumana. En él, Neimanis nos recuerda que la mayor parte de nuestro cuerpo es agua. Este elemento, antes de ser nosotros, ha formado parte de otros organismos, de mares, de lluvias y volverá a hacerlo cuando nos abandone. Es origen y canal de comunicación vital que transporta memoria, materialidades y afectos. Según la filósofa, entender esta pertenencia oceánica nos reubica para poder pensar preguntas que definen nuestra contemporaneidad. Durante la performance, los integrantes realizan diferentes acciones, individuales y colectivas, en las que sus cuerpos se vinculan entre ellos y con el agua produciendo movimientos, palabras habladas y sonidos. La pieza reúne textos e instrucciones escritos por nosotras, que junto con algunos accesorios formaron el material de partida para la performance. Luego en el museo realizamos activaciones con un grupo de 10 artistas en ciclos de dos horas de duración. Por nombrar algunas de las acciones: podemos ver a los integrantes hacer la forma de una cascada uniendo sus manos o moverse juntos como un alga haciendo sonidos del mar, o escucharlos hacer preguntas al río a través de las ventanas o verlos moviéndose en el espacio interpretando a su manera dibujos de ríos. En esta versión de la colaboración con Sarina, también integramos elementos de otro proyecto mío: Canciones de la madera. Los integrantes realizan improvisaciones vocales inspiradas en las venas de la madera. Poniendo en relación el movimiento y la emotividad de la voz con el movimiento de los líquidos adentro de un árbol. Con respecto a tu pregunta sobre la perdurabilidad de la obra, para mí no se trata de obtener resultados precisos monumentales ni permanentes sino de la búsqueda de todo lo contrario, las frágiles relaciones entabladas por los elementos y los cuerpos. Pero luego está el tema de los recuerdos, los accesorios, las marcas o las distintas formas de documentar.
MCB: ¿Cuáles son los planes para el 2024? Tengo entendido que te espera una muestra en el pueblo austríaco de Sankt Polten, entre otros.
JC: Por invitación de la curadora Joanna Warsza, entre abril y octubre de 2024 estaré participando en una muestra en el pueblo austríaco de Sankt Polten fundado a orillas del río Traisen. Como señala Joanna, los ríos han servido de vasos y de obstáculos para el desarrollo urbano. La mayoría de los asentamientos humanos se construyeron a lo largo de los ríos. Es interesante para mí porque la exposición comienza con preguntas como: ¿Qué significa colaborar con el río? ¿Cómo concebir el arte en codependencia del flujo del agua? ¿Cómo realizar intervenciones o gestos conceptuales que no sólo hablen de conciencia ecológica, sino que se comprometan sutilmente con ella?