Artista visual, escultora, ceramista, dibujante y pintora, Mónica Canzio aborda su producción experimentando, especialmente en la escultura, con las diferentes tensiones de los materiales sin descuidar la impronta gestual y la poesía en la obra. Y es en ese entrecruzamiento de saberes y oficios artísticos donde se produce el lenguaje característico de su obra, el cual se plasma en materialidades variadas. Desde 2005, la obra de Canzio es representada en Buenos Aires por la galería Otto pero ha sido exhibida en centros culturales, museos y ferias internacionales tales como arteBA, la Bienal de Arquitectura en Buenos Aires (2009) y la Bienal Arslatina en La Habana, Cuba (2005) a, el Museo Irurtia, el Museo de Arte Moderno de Junín, el Centro Cultural Recoleta, el Museo Sívori, la Fundación Rosemblum, la galería Tokonoma, el Centro el Obrado, la Fundación 865 (todos ellos en Buenos Aires). Asimismo, obtuvo 2do Premio del Salón del Museo De Tandil (2022), Mención especial Salón Nacional de Artes Visuales Escultura (2021), 2do Premio escultura Salón Nacional Manuel Belgrano 65 (2021), Premio Isolation Art School Inglaterra en monocopia (2020), 2do Premio escultura Museo Santa Rosa La Pampa (2004) y Gran premio escultura Salón del Mar (Mar del Plata) Buenos Aires (1998). Integró el Grupo UDE (Unión de escultores) realizando esculturas en espacios públicos durante cinco años y participó de manera sostenida durante 12 años, de la destacada muestra “Escultura en los Jardines del Museo Larreta” (Buenos Aires). Vive y trabaja en Buenos Aires.
María Carolina Baulo: Empecemos por destacar los múltiples intereses y lenguajes plásticos que atraviesan tu búsqueda creativa.
Mónica Canzio: La escultura, la cerámica, el dibujo y la pintura conviven en mi obra, la cual se desarrolla en series tales como “Las Venus,” “Esculturas orgánicas” o “Relatos de historias.” Si tuviera que conceptualizar mi trabajo, diría que aquello que lo define es la materia sensible. Presiento la escultura a partir de las formas primarias, de las geometrías fundamentales. Esta gramática estética me permite registrar un universo de movimientos, de estructuras cambiantes, de elementos que se independizan de mí para generar sus propias posibilidades.
MCB: ¿Cuáles son los materiales que utilizas?
MC: En la escultura, la diversidad de materiales como el hierro, el papel, el vidrio, la madera, la cerámica, el cuero, entre otros, son los ejes de mi labor. Me permiten navegar por diferentes sensaciones, dándole al lenguaje creativo un sentido abierto que tiene en cada serie, una multiplicidad de facetas: fuerzas, debilidades, texturas y temáticas. La serie de esculturas de vidrio, aunque sutil, requiere de un complejo armado, un equilibrio frágil que demanda mucha tensión. Es justamente este contraste lo que me interesa. En la cerámica, encuentro el placer del barro y del color. Me permito crear un relato más íntimo. El dibujo habilita un respiro poético, una libertad que la figura tridimensional claramente limita. Sin embargo, mis dibujos son escultóricos, no solo por la especialidad constructiva de las formas, sino por su materialidad. La búsqueda de materiales va en paralelo con lo que quiero decir. El proceso de creación de esculturas en hierro consta de dos etapas: la primera es el dibujo estructural; la segunda, el trabajo manual del hierro, curvándolo con golpes de martillo. Este proceso técnico me involucra con el material y con el sentido de la obra. Cuando quiero curvar un hierro, utilizo un martillo de canto sobre una morsa y voy marcando la curva golpe a golpe. Esta tarea es como un mantra.
MCB: Una instalación que integra varias piezas fue Día a día, cada día (2002) en la Fundación Rosemblum. Interesante trabajo para adentrarnos en lo que es una constante en tu obra: el desarrollo de grandes series que van creciendo en el tiempo con nuevas piezas. Contanos sobre esta instalación-muestra. Además es clave el espacio físico y la ambientación.
MC: David Toop dice que un hecho ínfimo puede producir cambios dramáticos. De pronto, todo puede colapsar en medio del caos o reorganizarse de una manera totalmente nueva, como si una inteligencia desconocida, un artista secreto, un demiurgo continuamente reordenara y dispersara los elementos. Así, cada día se gesta en mí un orden, una reverberación de formas en movimiento, frágiles esculturas en equilibrio inestable que son la materia prima de mi trabajo. En una obra como Rosario, 100 maderas perfumadas, encastradas en una débil estructura de madera en chapa, replican la oración. Las Escaleras plenas y en líneas, realizadas una con chapa de hierro (lleno) y otra con varilla de hierro (vacío), generan diferentes movimientos y energías por su forma curva, produciendo un movimiento circular en el que el ascenso se transforma en descenso. Esa conciencia de circularidad aporta orden al caos generado. De este modo, cada obra de esta instalación hipnotiza por su movimiento y desequilibra con su inestable apoyo. Calesita tiene una base de hierro circular con arena, donde se dibuja un mándala con rastrillo; arriba, las varillas de madera forman un cono. La obra se puede girar y, al hacerlo, genera ese sentido de movimiento, circularidad y transparencia. La iluminación de la sala es muy importante. Tuve particular cuidado al respecto: una sala casi a oscuras, con luz solo en las obras, genera un juego de sombras. La luz y la sombra, los opuestos, son para mí de gran importancia.
MCB: Esos desequilibrios impactan directamente en la psiquis del espectador. Contanos sobre la importancia que tiene para vos el público en la interacción con tus obras.
MC: El artista necesita de los otros para completar su obra, para llevarla a su cumplimiento. Antes de ese encuentro, no existe la obra, no existo yo, no existe lo que quiero decir. Se dirá que la obra se manifiesta en soledad; sin embargo, con los años me doy cuenta de que el público siempre la amplía y la enriquece. Ante cada montaje, cada transformación y modificación plástica, surge una nueva mirada. El espectador no es pasivo. Dialoga con la obra, responde a su expresividad interna, crea con ella: modificar su perspectiva a través del movimiento de la obra, generando su propio nivel en tiempo y en el espacio.
MCB: La obra Jugando con el tiempo (2003) es básicamente un cono de hierro y arena con relojes antiguos y plantas, interactuando directamente con la naturaleza en los jardines del Museo Larreta. Si ya hablamos de espacios interiores, contanos la experiencia de trabajar piezas pensadas especialmente para la intemperie.
MC: Jugando con el tiempo alude a los relojes de arena. Un cono de hierro que tiene el texto de la perinola, juego infantil con una “peonza facetada” que gira a discreción: “todos ponen,” “toma uno,” “pon uno.” En esta obra, el texto está escrito en forma circular sobre una peonza, refiriendo al concepto de perdida y ganancia como un hecho que se da al mismo tiempo. En el cono con varios relojes antiguos y, debajo, en las plantas que van creciendo, está el tiempo finito que maneja el hombre y el tiempo infinito de la naturaleza, que se crea y recrea continuamente.
MCB: Tal como ya anticipaste, tus trabajos se agrupan en grandes series que van creciendo y algunas se sostienen décadas después, sumando alguna pieza. Tomemos por ejemplo las “Esculturas orgánicas” (2004–17). Contanos sobre esta serie en general y algunos casos puntuales.
MC: Esta serie de “Esculturas orgánicas” nace de formas geométricas que aluden a la naturaleza. Cada una de las obras se va desarrollando en plenos, líneas, encadenamientos y repeticiones abordadas con diferentes materiales. En Botánica, la instalación presentada en el Museo Larreta en 2008 y en el Jardín Botánico en 2016, se trató de un conjunto de plantas hechas en hierro. El hierro y la madera juegan replicando con sus formas la naturaleza, mimetizándose con la forestación. Buscando capturar las formas de la sensibilidad, mis propuestas han ido ganando un terreno conceptual, donde la estructura y la sensibilidad del material tienen un papel preponderante. Otro ejemplo es la serie de “Vertebrado” (2004–09), donde las estructuras de hierro con forma de esqueletos metálicos se contraponen a un velo de forma ondulante de cuero, dejando traspasar la luz, equilibrando su forma rígida. Este trabajo se exhibió en el Museo de Santa Rosa La Pampa y recibió el segundo premio del Salón Pampeano de Artes Plásticas/Escultura en 2004.
MCB: ¿Cuál fue tu participación en la Bienal Arslatina, Cuba, La Habana (2005)?
MC: La instalación con la que participé en aquella Bienal se llamó Jugando con el viento. Se trataba de cuatro esculturas colgadas del techo, cuya estructura era un palo de lluvia que modulaba sonidos enigmáticos. Cada una de las esculturas estaba compuesta de materiales diferentes que rodeaban al palo de lluvia y hacían variar esa sonoridad. Se las podía descolgar, como parte de un ritual, a la vez juego y celebración. La ironía del paso del tiempo nos arranca del caos y nos devuelve a la naturaleza. Por eso me pareció muy valiosa la interacción de varias personas con las esculturas, generando juntas la música de la lluvia, sintiendo el timbre, la cualidad sonora de la materia.
MCB: Otra serie “en progreso” es “Venus” (2011–23). Tomemos algunos ejemplos, aun anteriores al 2011 tales como la Venus roja (2006), la Venus de hierro (2011), la Venus trenzada (2011) y la Venus esencia (2018). Contanos sobre el concepto y las distintas materialidades exploradas y los espacios donde se mostraron.
MC: La figura de Venus es una constante en mi obra, como si se tratara de una especie de autobiografía. Pero también conforma un relato sobre las mujeres que conozco y leo, amigas, hija, nietas, madre. Un relato sobre lo femenino y lo masculino en la mujer, una obra en constante evolución. La Venus de Lespugue y la Venus de Willendorf, representaciones arcaicas de la mujer, son el tema de una serie de esculturas y dibujos realizados con distintos materiales. Cada material da lugar a una metáfora diferente de lo femenino: vacía, plena, por acumulación, por cintas que se cruzan, con color o sin él, con variaciones de superficies. La repetición es otra constante con la que suelo trabajar: repetición de formas y a la vez de objetos que forman volúmenes, como si se tratara de un mantra que describe la idea. En Venus roja (colección Museo Ñande MAC en Corrientes, Argentina), hecha con boyas de pesca, se sugiere la liviandad y la sensualidad por medio del volumen, el color y los pigmentos, que le otorgan una textura de terciopelo. En las Venus trenzadas, una hecha con cintas de madera en chapa y la otra con cintas de alpaca de fino espesor, juego con la polaridad de una estructura sólida y la fragilidad. La Venus de hierro tiene una postura y un entreverado interior dados por los alambres de acero, también en un juego de los opuestos. Venus esencia (colección Fundación Rossi) es un relieve de telas teñidas con pigmentos ancestrales de Perú sobre madera; las arrugas son generadas con tachuelas oxidadas que marcan el paso del tiempo. Parte de la serie se expuso en la Fundación Rossi, en el marco del “Mes de la Fertilidad.”
MCB: La instalación Botánica, presentada en la galería Lordi en 2010 en Buenos Aires, incorpora trabajos de otras épocas que se van sumando a nuevas propuestas y, además, la luz que interactúa con la solidez del hierro y la aparente fragilidad del papel. Contanos sobre este trabajo con protagonismo de las esculturas lumínicas.
MC: En la muestra hay esculturas de hierro, de hierro y cuero, así como esculturas lumínicas realizadas con estructuras de hierro que cubrí primero con cinta de papel para dar una base de textura y luego con papel de arroz. La iluminación de la sala juega aquí un papel importante, dando a las obras de hierro una luz puntual en contraste con las esculturas lumínicas.
MCB: La serie “El equilibrio de la Señora Miyuki” empezó a desarrollarse en 2020 y en 2023 tuvo una muestra en la galería Tokonoma en Buenos Aires, donde participaron varios trabajos tuyos en dibujo y cerámicas. Destacados de los últimos años son El equilibrio de la Señora Miyuki (2020), un cono de hierro, arco de madera, canastos de madera trenzada que recibió en 2021 una Mención especial del jurado Salón Nacional de Artes Visuales. Contanos sobre esta muestra en general y sobre las piezas de la serie en particular.
MC: El proyecto está basado en la interpretación de la novela de Didier Decoin, La oficina de estanques y jardines (2016), ambientada en el Japón del siglo XIV. El viaje de la protagonista, llena de peligros, sirve como alegoría del proceso de duelo por la muerte de su esposo, un pescador de carpas. En “El equilibrio de la señora Miyuki,” he buscado volver a contar su historia exclusivamente con los medios de las artes plásticas, representando a los personajes, objetos y animales a través de esculturas, dibujos, cerámicas y 12 Kimonos, además de un video documental sobre la confección de estas prendas y hasta un desfile. Los episodios, originalmente estructurados en el plano abstracto de los signos lingüísticos, se tornan objetos físicos, formas, colores y texturas. La instalación incluye obras de gran porte, como la escultura de cono de hierro, arco y canastos de madera trenzada, que da nombre al conjunto, Las Barcas de la casa de las dos lunas (estructuras de hierro, bronce y tela sobre base de madera) y La Barca de las dos lunas, el viaje (estructura de hierro con un entramado de alambres de acero sobre base de madera). Hay personajes de formato medio, realizados con ensambles de vidrio y replicados en cerámica, como El señor Nagusa, el pequeño animal Tanuki, Monje rojo, Volcán, cerámicas de kimonos o La carpa gigante, hecha en vidrio y en cerámica. 12 Kimonos es un proyecto dentro del relato, el cual se potencia por la fortaleza espiritual de cada kimono, cuyo paño ha sido confeccionado con pedazos de telas que me dieron durante la pandemia mis familiares, amigos, artistas, galeristas, críticos de arte, músicos. Hice esta obra en colaboración con mi madre, que me aportó, en la confección, una enorme potencia afectiva y una dimensión personal al hecho histórico del aislamiento. La experiencia de esta obra fue una suerte de catarsis. La lectura de la novela de Decoin en el verano de 2020, sin imaginar que poco después comenzaría la pandemia de Covid-19, despertó en mí primeramente el deseo de hacer un relato plástico de las vicisitudes de la protagonista, pero a medida que avanzaba la forma multidisciplinaria con la que trabajo, me fue llevando por caminos inesperados. La misma sensación de pérdida que tenía la señora Miyuki con la muerte de su marido, se iba reflejando en diferentes dramas que se desarrollaban a mi alrededor y se acercaban cada día más, hasta golpear nuestra puerta.
MCB: Contanos qué planes tienes para el 2024.
MC: En febrero de 2024 se expondrá parte de la serie “Venus” en la Galería Aina Nowack de Madrid. Pero, además de seguir con mis “Venus,” mi plan es encarar un proyecto de 1998, El lugar desde donde se mira, que nunca desarrollé. Se trata de una escultura que se transforma en siete posiciones y cuatro tamaños. La obra estará hecha en joyería, tanto en pequeño formato como en formato medio y grande. Cada formato comporta una idea: la intimidad, el juego, la reflexión y la necesidad del otro.