Federico Bacher se forma como artista en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y cinco años más tarde se traslada a Florencia, Italia. Alumno y asistente de destacados artistas tales como Aurelio Macchi, Rubén Locaso y Magda Frank, actualmente es titular de Cátedra Escultura en la UNA (Universidad Nacional de las Artes), emprendedor en el campo de la tecnología LED y la arquitectura. Es también board member de IPA (Institute for Public Art) de Shanghai, China. Artista multidisciplinario, Bacher realiza grandes murales e instalaciones de carácter sitio específico en varias ciudades del mundo. Su obra escultórica se vincula en gran parte con la naturaleza, tratando de establecer puntos de encuentro entre el hombre y su entorno. Dice el artista, “La re-unión del hombre con la naturaleza sería una forma de salvación, la única diría.” Esa búsqueda lo llevó a desarrollar una carrera internacional en China, donde su trabajo es reconocido, aceptado y apreciado. Federico Bacher expuso de manera conjunta e individual en destacados espacios culturales tales como el Centro Cultural Recoleta, Centro Cultural Borges, BAC British Arts Center, Museo Saavedra, Naco Gallery (Shanghái, China), Museo Sivori, Palais D’ Glace, Museo della Tradizione de Roma, Biblioteca Nacional, Centro Cultural Castelli, entre otros. Ganó la residencia del Swatch Group (2014) donde realizó una exposición individual en Naco Gallery Shanghái. En 2017 expone en el China Millennium Monument y realiza la residencia “Meet in Beijing” del Ministerio de Cultura Chino. Desde 2022 hasta la actualidad dicta clases online en la XAFA, Xi’an Academy of Fine Arts, destacada entre las tres universidades más importantes de arte de China. Vive y trabaja entre Argentina y China.
Maria Carolina Baulo: Empecemos por conocer cuál es la filosofía que motoriza para vos tu arte. Vos hablas de una “re-unión” del hombre y la naturaleza y le das al arte un rol clave; amplianos este concepto.
Federico Bacher: Creo que el verdadero arte y la naturaleza son las únicas verdades que permanecerán en el tiempo. El ser humano no está destruyendo al planeta, se está autodestruyendo, el planeta sobrevivirá a nuestra existencia sin mayores inconvenientes. ¿Qué hago yo como artista frente a esto? Lo poco que puedo, trato de crear formas o plasmar imágenes que permanezcan. Y es aparte una manera de vivir y sobrevivir. La docencia no es muy distinta a esto, es una manera de ayudar, concientizar, compartir, ayudarme, y de sanar. A mi estudio le digo “El Templo”—es un lugar mágico donde todo pasa. Amo la naturaleza y al dios sol, “Ra.” La re-unión del hombre con la naturaleza sería una forma de salvación, la única diría. Soy un poco apocalíptico, pero creo que eso es una carga para vivir, y que recibimos tanta información destructiva que la cosmovisión que tenemos es parcial. O sea, y para ser claro, los medios nos muestran los desastres, accidentes, estafas, robos, eso es lo que vende. Las noticias de bienestar y armonía no venden. Y por recibir tanto de esa información vemos parcialmente lo que pasa. Hay millones de cosas buenas que pasan en el mundo y no nos enteramos. Últimamente esa nueva conciencia dio en mí una visión más positiva y la voy a ir tratando de volcar en mis trabajos. En mi última obra, Cosmos, inconscientemente, ya hay algo de eso. De esperanza, marca el Norte, brilla, es blanca y pura, es accesible, abierta y clara.
MCB: ¿Qué determina la elección de los materiales? Pienso especialmente en los trabajos sitio específico, muchos de ellos a la intemperie.
FD: Sí, en parte el material lo elijo a uno, por atracción y por necesidad. Un tema sensible y un tema ineludible—o sea, no puedo hacer una obra para espacio público de yeso, salvo que sea efímero y esa sea la idea. La degradación de la obra. En general me enamoro del material que me diga que puede ayudarme a concretar la idea que tengo en mi cabeza. No concibo límites de materiales, es como que si fuera músico: no tocaría solamente la guitarra sino varios instrumentos. Pero esto no es tan común en las artes visuales, es más homogéneo. Por un lado, me trae ventajas porque puedo participar de múltiples actividades: concursos de escultura, proyectos de arquitectura, premios de dibujo y pintura, actividades docentes, universitarias, decoración, instalación y murales. Pero por otro lado también es cierto que no se me identifica como especialista en nada en particular. Pero no me preocupa. Lo cierto es que mi principio es uno: vivir en el arte como medio de comunicación, para gozarlo, dar belleza, felicidad y ayudar a la gente en el día a día. O sea que el arte sea estético-funcional. No me identifico con el arte contemporáneo hermético.
MCB: En 2016 tuvimos otro de estas charlas y era incipiente tu vínculo con China. Recién ingresabas a un universo muy distinto al occidental. ¿Por qué crees que tu trabajo pregona de forma tan sólida en una cultura tan distinta, aunque en muchas cosas complementaria, como la oriental?
FB: De alguna manera creo que todo está escrito, que lo que va pasando en nuestras vidas así debía ser. No sé porque lo pienso, pero lo siento. Desde chico me sentí atraído a la cultura china; tenía compañeros de colegio chinos, en 1990, cuando aun no será común ver personas chinas entre nosotros. Y me acercaba, les pedía que me enseñen palabras, cosas de ellos, me encantaban. Ya de adolescente sabía malas palabras en chino, ja! Luego dentro del arte estudié caligrafía china, leí el Tao Te Ching y eso me fue llevando. En 2014 me anoté en una residencia internacional que nunca tuve esperanza en ganar, pero me equivoqué. Pasé tres meses en Shanghái y desde ese viaje nunca dejé de ir hasta la pandemia. He ido dos veces al año, viajes de meses, tengo nueve viajes a China, siempre invitado, muchas veces desde la docencia. Doy una clase en mi cátedra de la UNA que por evolución propia fue convirtiéndose en un formato de workshop y naturalmente se fue armando. Ya di varias veces ese workshop y va cambiando, evolucionando. En la HNU, Universidad Normal de Hunan lo llevamos a esculturas en bambú gigante de más de cuatro metros de altura. Me encanta y aprendo tanto de los alumnos chinos. Aprendo de todos los alumnos, pero el alumno chino más aun por ser tan diferente.
MCB: Pasemos a los trabajos de carácter sitio específico en la vía pública. Empecemos por los murales: la intervención Mural de la Estación Dorrego del Subte B (Buenos Aires, 2014), China Forest en Bridge 8 (Shanghái, China, 2017), I am a Whale (Shanghái, China, 2018), Mi Niña (2010) en el Polígono de San Pablo, Sevilla, España y Bosque Playas (Pinamar, Buenos Aires, 2021). Contanos sobre estas experiencias: ¿cómo fue trabajar en los distintos espacios acorde a sus características particulares?
FB: Nunca hago nada en arte que sea independiente del lugar y la gente del lugar. Si creo que voy a dejar una obra para un lugar, tiene que tenerlo muy en cuenta. Trabajo mucho en arquitectura y amo esa disciplina. Pienso que toda arquitectura debería ser sitio específica, pero lamentablemente pasa muchísimo que el arquitecto “impone” un proyecto genérico en un espacio específico. Creo que tanto una casa como un mural o escultura tiene que respetar al espacio, gente y cliente que le interesa. Si no es como impuesto, desconectado. El caso del mural Bosque Playas fue casi una visión, está allí en el patio, vi la pared y vi el mural y lo propuse yo porque me pareció que ese espacio necesitaba color, vida y arte. En el caso de Mi Niña en Sevilla fue muy diferente, era un evento de arte internacional y había terminado mi escultura y me sobraba tiempo, así que los organizadores me propusieron la pared para el mural. Pase un día mirando la pared y fue eso justamente lo que me dijo que pintar. El lugar era una película de Kusturica y mezcla de Almodóvar por ser España. Personajes increíbles que vivían en esa plaza, mucha intensidad: se escuchaba todo el día, “¡Mi niña, mi niña!” que es como las madres suelen llamar a sus hijas. Plasmé la situación del lugar, quise darles algo de pertenencia e identificación. Y así fue, hasta a un chico discapacitado, “Javi”—lo pinté andando en moto, que me dijo que era su sueño pero que jamás lo podría cumplir, y allí está, andando en moto. La estación Dorrego fue una propuesta de Subtes y proyecté ambientar el lugar, tratar de convertirlo en un bosque subterráneo. Darle vida a una estación vieja, baja, obscura, bastante deprimente era el lugar, y justamente mi intención fue “iluminarla” pensando en la gente que a las seis de la mañana se mete allí todos los días para ir a trabajar. Intentar plasmando árboles y pájaros podía alegrarles el inicio del día.
MCB: Si pasamos ahora a las estructuras volumétricas, tenemos esculturas tales como Cosmos (Barrio Pioneros, Pinamar, 2021), Flor (SHU, Shanghai University, China, 2016), Life (Sevilla, España, 2010) y La familia (2008, Club Naútico Buchardo, Buenos Aires). Dejando Cosmos de lado (porque avanzaremos luego) contanos con los otros ejemplos sobre la experiencia con el espacio, la circulación del espectador y la elección de la materialidad para soportar la intemperie.
FB: Cuando me nombras todas esas obras juntas, mi primera sensación es que son muy diferentes. Cada una tiene un mundo distinto de espacio, de carácter y de concepción. Creo que yo cambio mucho y paralelamente así cambian mi obra. No me ato a nada, ni materialidad, ni estilo. Siempre respetando mucho el lugar de emplazamiento, la función del trabajo, el objetivo, el espectador, en base a todas esas situaciones hago lo que quiero. Es como una libertad condicional. La familia es muy geométrica y simple, para ser leída fácil y rápido por los socios de un club social, Life es simbólica, casi diseño gráfico, para ser leída al paso rápido urbano, y roja para llamar mucho la atención. Hua (Flor) es un sistema contractivo sustentable, desarmable, más arquitectural. Cosmos es integral, interactiva, para recorrer, tecnológica. En mi opinión voy incorporando una a la otra y se van sumando, evolucionando.
MCB: Rino (2015) fue un trabajo muy interesante desarrollado para el Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, Argentina: una enorme escultura de cinco metros en yeso de fibra que empezó siendo instalada en el interior para luego ubicarse a la intemperie tres meses más. Contanos sobre este trabajo tan emblemático tuyo que te dio mucha visibilidad y donde se plantea, además, un tema clave para los artistas que es la financiación de estos proyectos a gran escala.
FB: Rino fue un rinoceronte de cinco metros de largo y 1200 kilos de peso de yeso. Me costó mucho dinero y ayuda de amigos, alumnos y colegas para realizarla. Fue un suceso en la expo y salió en los diarios y la gente iba con el diario y la noticia en la mano a verla, sobre todo los niños. Al terminar la muestra, los directivos me propusieron mantener la obra en el patio del Centro Cultural Recoleta tres meses más.
Esa exitosa obra la tuve que tirar a un volquete. La presenté en varios lugares nacionales y de la ciudad y nadie se animó a financiar su fundición a bronce o pasarla a resina para que esté en un espacio público. Esa misma escultura en China, seguramente ya tendría lugar. Rino nace de mi amor hacia los animales, especialmente el rinoceronte me mata. Un animal gigante y que podría ser agresivo, pero que es tierno y dulce, pacífico y hermoso. Los ojos del rinoceronte, como los de la ballena, son tan dulces y transmiten tanta paz. El ser humano se está encargando de extinguir la especie, matarla hasta su desaparición solo porque se dice que su cuerno tiene propiedades medicinales. No está confirmado. Es increíble. Me pareció importante que los niños tuvieran contacto con una imagen así y desde ese encuentro se informaran o movilizaran con este animal y su realidad.
MCB: Otra obra interesante por su elegancia, disposición y aparente fragilidad es Flor, una estructura cuasi arquitectónica de nueve metros de diámetro emplazada en Shanghái, China. Contanos sobre este trabajo.
FB: PACC me propuso construir una escultura en bambú para un espacio público en Moganshang. Decidí hacer un trabajo que combinara escultura con arquitectura, basado en el hecho que sería más generoso que la gente interactuara con mi obra y no solamente pudiera mirarla.The Flower, 花 (Hua), se basa en la flor poppy vista de arriba. Construí una estructura de 24 triángulos en seis pirámides. Con el proyecto listo, dos semanas antes de partir a China, PACC me informa que debe ser separable para desarmarlo y llevarlo a la ciudad de Shanghái donde finalmente quedaría. Un desafío que presenta el bambú es su solidez y rigidez, por eso debí empezar todo nuevamente y hacer pruebas antes en mi estudio en Buenos Aires. Se me ocurrió utilizar un sistema de tubos plásticos flexibles que permita separar cada bambú y luego reconectar. Hice pruebas en escala pequeña, pero en grande habría temas de proporciones a tener en cuenta. Una vez en China fue un gran desafío encontrar los tubos adecuados de ocho a nueve centímetros en diámetro y cañas de bambú de cuatro metros de largo. Trabajé con un lindo equipo de estudiantes de PACC, probando materiales y construyendo al mismo tiempo. La estructura nos tomó solamente cuatro días en levantarla y dos días más terminarla y hacer los asientos triangulares para que la gente se siente. Todo completamente desarmable y ultra liviano, y solamente el bambú permite algo así. Desde este proyecto no dejo de interesarme en el bambú. Como docente también lo utilizo. En este momento desde mi cátedra de la UNA hacemos todos los cuatrimestres una salida a la naturaleza para realizar en la jornada un ensamble en bambú y materiales naturales encontrados in situ. Y cuando viajo a China como docente un workshop similar trabajando con la observación de objetos naturales y ensambles escultóricos. Lo hice en el 2016 y 2017 con la universidad de Hunan HNU y lo estoy proyectando para el 2023 con la Universidad de Xi’an que está entre las primeras tres universidades de arte de China, la famosa XAFA.
MCB: Y ahora sí, pasemos a Cosmos ubicada en Pinamar, Argentina. Tengo entendido que es tu primera escultura abstracta. En este caso hecha en hierro y hormigón con seis metros de diámetro. Un trabajo muy reciente que pone el foco en la conexión con la gente: la obra en contacto con el espectador, la posibilidad de establecer diálogos y hacer el arte más “accesible,” de alguna manera. Me gustaría saber más sobre esta obra.
FB: Esta obra es una propuesta de Pinamar S.A. para incorporarla a sus desarrollos. Cosmos fue un proceso largo. Estuve tres meses mirando y estudiando objetos de la naturaleza, piñas de pino, hojas, huesos, raíces, etc. Nunca había analizado tanto y proyectado tanto: desde lo mecánico, lumínico, constructivo y factible. Desde la estética hasta la factibilidad no dejé nada sin prever. Optimización de los materiales, refracción, drenaje del agua de lluvia y condensación. El hierro cerca del mar es muy delicado, así que calculé mucho y tomé muchas precauciones. Me puse mucho en la situación de espectador, desde la seguridad, las vistas, el uso, el efecto de luz, todo. Incorporé de otra manera la luz. No pude hacer todo lo que quería por un tema de recursos técnicos. No todos los insumos se consiguen en Argentina o son fáciles de importar. Así que fui adaptando y consiguiendo las partes. Para el corazón lumínico de Cosmos tuve que inventar una caja estanca de acrílico de 18 milímetros para poder enterrar la luz, que una persona pueda pararse arriba y que pueda ser accesible al mantenimiento. Todo el sistema se maneja por una app y es programable vía Wifi, desde los colores, intermitencias y timers. Todo es Wifi y tiene una cámara de monitoreo para programar a distancia viendo en tiempo real. Con todo esto me doy cuenta que en Cosmos desarrollé más mi lado de investigación, invención y técnico que en otras esculturas. Otras son más forma iluminada; en Cosmos la luz es parte de la escultura, está integrada. El nombre nace de la parte trasera de la piña de pino. Es una doble espiral logarítmica muy similar a la forma de nuestra galaxia, nuestro cosmos. Apunta hacia el norte y señala al cielo, y tiene en su punta, adentro, una luminaria que hace de suerte de estrella. Es una instalación escultórica porque tiene “tres cosmos bebes,” como le digo. Son prismas de hormigón con la misma forma en escala mucho menor que aparecen como “meteoritos” caídos alrededor de la escultura madre. Al mismo tiempo tienen función de asientos para sentarse a ver, leer, etc. La idea es que la gente se vaya apropiando del espacio. Por eso está totalmente permitido y también sugerido que la gente pase, se siente, entre y la use. Creo que hay situaciones del arte contemporáneo que han distanciado a la obra de arte del público y yo intento recuperar eso. Facilitar el acceso a la gente desde lo participativo.
MCB: ¿De qué se trata tu próximo proyecto, Bamboo Pavilion en el espacio público en Pinamar, Buenos Aires?
FB: Es un proyecto muy lindo porque está súper integrado a la naturaleza. Estará en una rotonda de denso bosque en Pinamar. Estoy trabajando en equipo con Alejandro Tobe, el arquitecto de Pinamar S.A., así que esta obra participa de un sendero que cruza el bosque, donde la gente camina, anda en bici y hace deporte, por lo tanto, mi proyecto esta específicamente diseñado para una situación y uso particular. Estoy trabajando en una estructura en bambú modular, o sea un sistema constructivo modular que se pueda utilizar en diferentes lugares, pero siempre re-calculando dimensiones, características y usos. No me gusta la obra genérica para estos casos, quiero que el modulo nazca del espacio a utilizar, en relación a los pinos, topografía, arena y entorno. Funcionalmente tiene que ser un espacio de relax, reparo y protección, donde la gente que pasea pueda sentarse y disfrutar del lugar. Tengo un desafío extra que es integrar la iluminación LED inteligente a este trabajo, como lo vengo haciendo a todos mis trabajos. Pero en el caso del bambú estoy haciendo maquetas y prototipos para intentar incorporarlo al bambú mismo. Es un desafío. El bambú es un recurso renovable que se está incorporando muchísimo en todo el mundo. Aprendí su uso trabajando en China junto a los especialistas por excelencia. Es un material estructural súper noble, liviano, resistente, atractivo, amigable y muy bello. En principio no tiene la duración que tienen los metales, pero como aun no se ha testeado en la costa, nunca se sabe. Es experimentación e innovación. Voy a probar distintos tratamientos para su preservación, por lo cual podría ser que dure más de lo normal. Y tengo la intuición de que, si bien el aire de mar no es bueno para los metales, sea positivo para el bambú, siempre sumándole tratamientos naturales.