Licenciada en Historia de las Artes (UBA), investigadora y curadora, la artista Teresa Pereda se focaliza en la etnografía indígena como parte de los procesos de mestizaje y re-etnización vigentes en suelo americano. En su permanente interés por la cultura de los pueblos originarios—entra en contacto en la década del 70 con apenas 20 años, llevando adelante sus primeras investigaciones de campo en Neuquén-Pereda estudia su cosmovisión y arte. Trabajando desde una mirada multidisciplinaria pero ante todo con instalaciones, objetos, libros de artista, performance, fotografías y video, apelando a la tierra como la materialidad primordial para vincularla con el hombre, la artista se nutre con viajes de expedición desde los 90 que dan pie a destacas obras en los años posteriores. Directora del Centro de Arte y Estudios Latinoamericanos, La Abadía, Buenos Aires (2015–17) y curadora de exposiciones etnográficas, sus muestras individuales se desarrollaron en importantes museos, bienales, galerías y centros culturales internacionales tales como la Bienal del Fin del Mundo, Ushuaia, Argentina; Bienal Sur, UFGRS, Porto Alegre; 14º Bienal de Curitiba; Museo Niemeyer, Brasil; Akademie der Kunste, Berlín; SPACE Collection, Irvine, California; y en Buenos Aires el Museo Nacional de Arte Decorativo, el Parque de la Memoria, el CentroCultural Recoleta, Herlitzka & Co., el Centro Cultural Kirchner, entre otros. Recibió el premio a la Producción Estética Transdisciplinaria por la Asociación Argentina Críticos de Arte (2002) y la Beca Banff Centre para integrar Intra-nation: thematic residency in Media and Visual Arts, The Banff Centre, Alberta, Canadá (2004). Su obra se encuentra en importantes colecciones institucionales en Buenos Aires como la del Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Latinoamericano y la Colección Fortabat; y otras como el Museo Castagnino–MACRO, Rosario,; Museo Provincial de Bellas Artes Emilio A. Caraffa, Córdoba; Blanton Museum of Art, University of Texas, Austin; y Sayago & Pardon – SPACE Collection, Irvine, California.
María Carolina Baulo: Contanos sobre el motor que impulsa tu obra en general.
Teresa Pereda: Mi obra parte de la intuición y la observación. Me circunscribo a lo elemental y a lo esencial de la materia que hace al ser humano. Me interrogo de manera crítica acerca de algunas cuestiones del día a día en América Latina. El lenguaje con el cual trabajo está ligado a una dualidad de mundos que conviven en conflicto, campo magnético de atracción y repulsión que nos fracciona. Elijo la tierra como material de trabajo por ser portadora de contenidos simbólicos e ideológicos que reseñan los valores más profundos de nuestros pueblos americanos, tanto en el universo cosmogónico precolombino como también, y de un modo dispar y conflictivo, en nuestra América popular: indígena, mestiza y criolla. Mediante la acción de recolectar y restituir tierras, me remito al antiguo concepto de reciprocidad que es uno de los organizadores principales que rigen las relaciones sociales de los pueblos indígenas, comunidades en las que pequeños actos sagrados presiden la vida cotidiana, para quienes resulta irreversible y tenaz la búsqueda del equilibrio, aquella condición primordial, capaz de articular la delicada correspondencia con cada parte del todo: individuo, comunidad, universo y sacralidad. En este contexto, la tierra es materia de pertenencia, de reunión y de identificación comunitaria, donde todos quedamos igualados. La tierra devastada me reclama. Percibo dos mundos enfrentados por una contraposición cultural que hiere nuestra esencia. Desde hace 30 años llevo adelante, en mi propio hacer, el intento de unir, entrelazar, conocer y aprender. Esta itinerancia articula un ritual: ofrendo a la Tierra, porque ha sido olvidada, haciendo presente aquello que no es solo una creación, sino una memoria sepultada. Polvo, suelo, tierra. Superficie áspera y permeable, abismal y enigmática. Hablo con la materia, ella me escucha y, en tanto se comporta, me contesta. El rastro perdura. Esto me ayuda a hacer el tránsito y asumir cierta magia por suceder.
MCB: Claramente es la tierra la protagonista en tu obra, tanto de manera simbólica como material. Contanos sobre la elección de los materiales y formatos y soportes. Creo que la instalación Geografía de un país (2001) de hace más de 20 años, es un excelente ejemplo de este uso simbólico de la materia y el color en sintonía con un concepto. Usemos esta obra para ampliar el tema.
TP: Geografía de un país (2001) resulta un mapeo o señalamiento espacial de la Argentina, se compone de materiales y soportes simples, que ofrecen una representación de nuestro país a través de sus tierras multicolores: 12 recipientes de vidrio con tierras provenientes de Buenos Aires, Catamarca, Jujuy, La Rioja, Misiones, Neuquén, San Juan. La geografía puede entenderse como la ciencia que estudia la descripción de la tierra, pero también como paisaje o territorio. Si bien la pulcra disposición en placas de Petri me acerca al lenguaje cientificista, la variada paleta de colores me conduce a presentar la obra como un paisaje diverso, que no se reduce a límites físicos sino que está determinado por la interacción social y las prácticas culturales de quienes lo habitan. En tanto reconfiguro una ecología política, propongo una reflexión crítica, transformadora y global. Esta obra fue presentada en varias oportunidades, la primera en la muestra “Cuatro tierras” curada por Mercedes Casanegra, en el Centro Cultural Recoleta (2001), y la última, integró la muestra “Paisaje”en CCK curada por Ana María Battistozzi (2016), también en Buenos Aires.
MCB: Recolección – restitución. Citas por América (2010) es una gran video instalación a tres y dos pantallas, fotografías, tierras, lanas, piedras, lienzos y vegetales. Además contó con la curaduría de Ana María Battistozzi y la colaboración de varios destacados artistas internacionales y documentalistas. Contanos sobre esta experiencia, especialmente dónde se mostró esta obra, dato fundamental.
TP: Las fotografías y videos de Uyuni y Amazonia fueron realizados en colaboración con los artistas Charly Nijensohn y Juan Pablo Ferlat. La documentación de las acciones en Yatana es de Gustavo Groh. Recolección – restitución, es la dupla de acciones que da nombre al proyecto y que funciona como eje de esta muestra. En los encuentros con los pobladores de los lugares que visitamos, tomé tierra (recolección) y al mismo tiempo, entregué tierras procedentes de otros lugares, a modo de ritual de intercambio (restitución). La serie de obras que integraron esta muestra discurrieron en Ushuaia (Bienal del Fin del Mundo, Argentina, 2007), Amazonia (Brasil, 2008) y Uyuni (Bolivia, 2008) como conjunto de viajes y acciones que dieron continuidad al proyecto Itinerario de un país, iniciado en 1994 y desarrollado en la Argentina. Las fotografías y videos, nacidas de los registros de acciones fueron instalados en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta. Resultando la muestra conmemorativa del Bicentenario. En la sala se instaló un extenso horizonte de tierras diversas y grandes ovillos de lana, material ligado a mi infancia que llevo conmigo en cada viaje. También se proyectaron video instalaciones a tres pantallas (Flores para un desierto y El tiempo del agua) y a dos pantallas (La entrega y La ofrenda). Una cuarta etapa del proyecto tuvo lugar en la propia sala, las performances de los sábados en las que invité al público a participar. La cita fue pensada como construcción colectiva de un espacio-tiempo de encuentro y conciliación: entregar – restituir. El resultado fue invariable: la génesis de vínculos y encuentros en diversos planos—del afectivo al simbólico (ofrenda y restitución). Esta exhibición significó prestar singular atención a los materiales presentes en las acciones por ser poseedores de energías vitales: la tierra buscada, recogida, ofrendada, y la lana, torzada, tendida, enlazada. Así unos puñados de tierra procedentes de cuatro regiones de la Argentina y unos cuantos kilos de lana patagónica formaron parte de los rituales de intercambio. Abordo una práctica artística que adopta la modalidad del ritual. En cada lugar, llevo a cabo las acciones, junto con los lugareños. Mi razón es comprender y comprendernos en un tipo de experiencia que modifica a quien la vive y, por fuerza, se proyecta más allá del territorio autónomo que aún pretende que el arte sea el reino donde solo rigen las leyes de la belleza.
MCB: Hiciste dos instalaciones lumínicas site-specific muy interesantes: Horizonte (2011) y Soy país – Sueño de un por-venir (2012), esta última acompañada de una performance y curada por Diana Weschler. En ambos casos llevas al espectador de manera inmersiva a un paisaje natural. Aparecen aquí otros elementos simbólicos claves en tu obra: el horizonte, el mapa, la cruz, proponiendo acciones colaborativas con el público como parte de la creación de sentido. Contanos sobre estas obras, dónde se desarrollaron y su contenido.
TP: Horizonte, realizada en la galería Von Hartz en Miami, resulta una metáfora del territorio que habitamos y llamamos suelo. El horizonte ha estado implícito—como dimensión metafórica o literal—en cada una de las instancias que ocuparon mis últimos 25 años de trabajo. Pero sobre todo en la expansión que me condujo a proyectar mi trabajo en pos de intercambios geográficos, sociales, económicos, rituales, culturales, y también en el modo de resolver mi propia práctica artística. En el contexto de la exhibición “Malvinas,” cuya curadora fue Diana Weschler, se instaló Soy país – Sueño de un por-venir, en la zona central del Palais de Glace, bajo la cúpula. Un espacio lumínico de ocho metros fue proyectado sobre el piso, representando el mapa de Argentina al que se superponen los cuatro puntos cardinales, signo mapuche de la cruz, que presenta en sus extremos las huellas de la pata del choique. Este signo (mapa y cruz) se ha transformado en el símbolo de mis recorridos y permite al público caminarlo. Accionando los sentidos, las ráfagas de viento intermitente y los pasajes de luz cenital recorriendo el cuerpo del visitante posibilitaron un mágico encuentro en el que mapa, viento y luz convocan a las personas a transmutar presente y futuro; a ingresar al territorio de los sueños lúcidos, donde materializar simbólicamente el sueño de una patria posible. Considero que como sociedad y como estado hemos contraído deudas con nuestros ciudadanos, en este caso, con nuestros soldados combatientes y las familias de los mismos. La obra transita estos espacios de silencio individuales y colectivos, circunstancias no habladas, allí donde abunda la penuria, el vacío y el dolor. La performance Soy país consistió en entregar a los visitantes tierra y lana e invitarlos a construir gestos colectivos, creadores de reparación. El verdadero sentido de la experiencia estética que propongo es un llamado a estar alertas, capaces de conectar el pasado con un presente que busca indicios para recuperar utopías y proseguir proyectos incumplidos. En consecuencia, la obra apela a la experiencia del arte como expansión de conciencia capaz de modificar a quien la vive. En tanto hecho colectivo que simboliza la posibilidad de transitar desde el sufrimiento hacia una reivindicación de la verdad y la justicia. Poniendo en acción las fuerzas anticipatorias de otro porvenir.
MCB: La video instalación site-specific Humus. La piel no calla (2013), desarrollada en el Museo Nacional de Arte Decorativo de Buenos Aires, propone un diálogo entre dos tipos de movimientos: el de la naturaleza y el urbano. ¿Cómo trabajaron en esta pieza junto a los artistas que participaron en fotografía, video y sonido para materializar la idea?
TP: Realicé la obra Humus en colaboración con Juan Pablo Ferlat y Luciano Azzigotti (sonificación por video) que integró la exhibición “Agua que no se detiene,” curada por Lucas Beccar. La muestra reunió dos videos, obras en papel y en acero. En mis procesos generativos considero vital facilitar dinámicas creativas colectivas como eje en la gestación y armado de las piezas. Las imágenes del video Humus (2007) surgieron de tomas directas que realizamos en un manantial ubicado en la cordillera patagónica. La pieza retrata la oposición naturaleza en movimiento/movimiento urbano. El sonido lo construimos a partir del seguimiento del desplazamiento de las partículas de tierra producido por el agua, en sincronía rítmica con registros sonoros de la ciudad y de voces humanas. Las partículas no nacen ni mueren, solo se desplazan, así los sonidos. Un programa de control enlazó los parámetros acústicos a los físicos simulados del video e inspiró la producción de una herramienta de generación sonora controlada por el flujo de la imagen del video. Ámbito de encuentro y desencuentro. Naturaleza y vida cotidiana. Ambas pulsan, ninguna calla. A partir del planteamiento de un nuevo marco conceptual, instalamos la pieza para el sitio específico del salón de baile de la suntuosa casa-museo con el objetivo de delinear un contrapunto respecto al espacio arquitectónico de la mansión. El amenazante fluir de la naturaleza en contraposición con el trazado histórico-ecléctico del marco arquitectónico, advierte acerca de la frágil condición del hombre y enuncia una crítica a la modernidad respecto al entronamiento del Hombre, en tanto propongo un debate no antropocentrado.
MCB: Erupción – dibujos aluviales (2013), en el Museo Nacional de Arte Decorativo, representa el recorrido que hacen las cenizas que quedan como legado de las erupciones volcánicas en cadena producidas en el sur argentino y chileno en 2011: escurrimientos de agua, cenizas del volcán Puyehue, tierra y carbón sobre acero, conforman una obra que opera cual ruta y registro de los efectos de las erupciones de los volcanes, modificando tanto la geografía como la vida cotidiana de la gente. Amplianos.
TP: Esta serie de obras nació a partir de la cadena de erupciones producidas en el sur de Argentina y Chile; por el complejo volcánico Puyehue – Cordón Caulle iniciadas el 4 de junio de 2011. La nube de cenizas alcanzó ciudades de Chile, Argentina, Brasil, sur de África, Australia y Nueva Zelanda mientras que el 18 de junio las cenizas retornaron a su tierra luego de dar la vuelta al mundo llegando a la ciudad de Coyhaique (Chile). A modo de un estallido de lluvias de cenizas volcánicas y sobre grandes láminas de acero, derramé agua, tierra y cenizas del volcán, produciendo ejercicios geológicos cuya presencia de cenizas reactivó los ríos de lava que avanzaron voraces por el territorio. Aquella erupción tuvo un impacto directo sobre los ecosistemas de la región, como asimismo trajo consigo múltiples problemas económicos y de circulación aérea que afectaron la vida diaria de millones de personas. Súbitamente nos vimos cara a cara con una otredad que por veces nos resulta innombrable. Frágil umbral donde el mundo natural y lo cultural se encuentran entramados y en extremo riesgo. En consecuencia, la serie “Erupción” apela a una necesaria reflexión, que nos urge a re-trazar las fronteras entre naturaleza, cultura y política.
MCB: Luz (2017), obra para la Bienal Sur, UFGR Porto Alegre, Brasil, es una instalación creada a partir de un espacio lumínico proyectado sobre el piso donde el público era invitado a activar la obra. Aprovecho este ejemplo para que nos cuentes sobre la importancia del rol del espectador en tu obra en general.
TP: Las acciones colectivas con participación del público, a las que te referís, transcurrieron en un gran espacio lumínico de ocho metros de diámetro. En el transcurso de las mismas, se activaron, diversas dinámicas y materiales, la entrega de tierras y lanas, piedras, lienzos, objetos varios, palabras y desarrollos corporales que interceptan la proyección de luz con juegos de sombras. La luz delinea un gran mapa de América del Sur cruzado por el signo de los cuatro puntos cardinales. Dicha cruz resulta coincidente con la Meli Huitran Mapu, cruz de los cuatro lugares (mapuche). Signo del lugar común, marca y reflexión acerca de qué somos y dónde queremos estar. Dimensión no sólo geográfica, sino cósmica y multidimensional. El objetivo de la obra Luz consistió en involucrar a las personas como sujetos activos, a modo de componer acciones colectivas creadoras de comunidad, reflexión, diálogo, reparación, pensamiento…forjadoras de identidad colectiva respecto del territorio americano que nos involucra. Mientras la luz recorre el cuerpo de quien camina, su sustancia, resulta capaz de transmutar y hacer posible el ingreso al plano de los sueños lúcidos. Concibo el arte como experiencia donde poder vislumbrar un orden diferente, menos hostil y capaz de enlazar otros mundos posibles.
MCB: Con Aluvial (2018), desarrollada en la galería Van Riel en Buenos Aires, aparece nuevamente algo de lo que ya vimos con las cenizas pero ahora con el agua: escurrimientos de agua, tierra y carbón sobre papel de algodón componen la obra de 1.80 x 4 metros. Este trabajo también nos habla de la relación de las obras con el sitio que las contiene. Aprovecho para preguntarte cómo es tu vínculo con el espacio, si modifica las obras, si se adaptan a cualquier lugar o si las pensas especialmente.
TP: La obra Aluvial se compone de una serie de diálogos visuales organizados por el ritmo del horizonte de agua, el cual, a modo de continuum fluvial, va pautando la disposición en la sala. Tanto en la instalación de estos trabajos como en la propia ejecución fluye un componente de dinámicas espontáneas e improvisadas. Mi instrumental es muy simple: propicio sobre el papel condiciones que viabilizan las leyes físicas y geológicas que dan inicio a las dinámicas naturales del agua y la tierra, haciendo visible el comportamiento de la naturaleza. Mientras mantengo el papel entre las manos, la mezcla de agua y tierra presenta una marcha lenta, pero fluida, plena de accidentes, escurrimientos y decantaciones. Acontecen, en pequeña escala, desbordes, tsunamis, aluviones, maremotos. El agua me sitúa en un espacio inestable, en tanto el gesto se configura en dibujos que resultan del agua, y crea alianzas inesperadas, tejiendo un imaginario material que responde a un universo orgánico y mineral más que humano. Se trata de operaciones que escapan a mi intervención consciente, en tanto manifiestan una estética donde lo material y fluvial re(configuran) una ecología política.
MCB: Una de tus últimas muestras, Entregas (2022), nos brinda un interesante despliegue. Me interesa, además, el concepto de “reciprocidad” y el vínculo naturaleza-hombre que se refleja en esta obra. Contanos.
TP: Entregas (2022) se exhibió en la galería Oda en Buenos Aires. Instalación creada a partir de registros fotográficos, materiales y objetos—tierras, lanas, piedras, lienzos, vegetales—presentes en las acciones de intercambio que llevé a cabo en el transcurso del proyecto Recolección – restitución. Citas por América, en curso desde 2007 y conformado por diversos viajes por el continente. Itinerarios en los que transito un ritual ancestral-originario, por tierras en las que mi piel se disuelve, y mi propio cuerpo se regenera y sana. Por consiguiente compartir el caudal de lo recibido, en años de encuentros, es el verdadero sentido de la experiencia estética que propongo. Mi quehacer está marcado por la dinámica vinculante de poner en contacto elementos esenciales; puntos geográficos, a partir del trazado de itinerarios y personas, en el intercambio de tierras, en los gestos sagrados de entregar y restituir, de tender y ofrendar. Me permito entrar en los ciclos naturales y en el tiempo originario, que es muy distinto del nuestro. Junto a los hermanos indígenas aprendo lo que no puedo conocer en otros lugares. Se trata de una contemplación en la acción comunitaria. Creo que en las relaciones está el principio fundante de todo.
MCB: ¿Qué podes contarnos sobre futuros proyectos? Tenemos por ejemplo un trabajo cerrando el año pasado, Itinerario de un país 1996-2006 (2022), en la galería Herlitzka & Co., que marca un camino que me parece es por donde estas investigando.
TP: Esta es una instalación conformada por diversos módulos, cada uno integrado por un retrato, un recipiente que contiene tierra y un rótulo con el nombre del retratado, su ocupación, procedencia de la tierra y fecha en la que lo visité en su casa. Desde principios de los años 90 comencé a utilizar el elemento tierra en la construcción de una estética en la que profundicé mi poética a partir del vínculo hombre-tierra. Emprendí un conjunto de viajes y acciones de recolección e intercambio de tierras procedentes de diversas regiones de Argentina dando lugar al proyecto Itinerario de un país (1994-2006), apelando tanto a su materialidad como a sus asociaciones conceptuales. Esta obra, como toda la que vengo realizando desde principios de los años 90 establece una filiación entre la tierra y quienes la habitamos, como una suerte de ensayo sobre la identidad territorial como también sobre las urgencias (demasiado comunes) de extinciones, genocidios, humillaciones, exterminios y fragilidad ambiental. De manera que se presentan capas de sentido adicional en una tierra que nos acompaña en el exilio y en el vínculo con los otros, que guarda una memoria del espacio que se habita, y que condensa en su materialidad una imagen de identidad cultural, y de memoria sepultada. Por consiguiente, desde 1994 se acrecentaron mis derroteros, en el orden artístico e ideológico, llevando a cabo acciones estéticas y travesías territoriales puntuales y emocionalmente seleccionadas en distintas localidades. Hoy continúo esta itinerancia por una geografía y un tiempo en el que me resulta un imperativo pensar, son tiempos de urgencias que reclaman historias. Narración de historias y narración de hechos; es el patrón de mundos posibles y tiempos posibles, mundos de materia semiótica, desaparecidos, aquí y otros aún por venir.