La artista plástica Mariana Brea produce una obra inicialmente inspirada en su ámbito de su infancia en la provincia de Misiones, donde se cría rodeada de una profusa naturaleza. Luego, con sus estudios como Diseñadora textil y de indumentaria, egresada en la Universidad de Palermo, Docente en la Universidad de Palermo en el Área de Moda y Tendencias y su formación artística en los talleres de la artista Carolina Antoniadis y Jorge Noriega, entre otros, Mariana logra componer una obra plagada de superposiciones y diálogos entre el volumen y la planimetría, utilizando múltiples soportes, texturas, colores para dar vida a piezas regidas por lo armónico, la elegancia y sutileza de cierta geometría orgánica, abstracta con una presencia conceptual que fundamenta cada trabajo, que se sostiene vigente en el tiempo destacando claramente la presencia de la mano del artista en cada obra. Su trabajo cuenta con reconocimientos tales como la Selección Artes Visuales del Fondo Nacional de las Artes (2020), Arte y Diseño, Solsken, Buenos Aires (2019), Carnaval, Huerta Co-working, Buenos Aires (2019), entre otros así como muestras colectivas e individuales.
María Carolina Baulo: “Líneas y Manchas” (2013), “Largos y Sinuosos” (2014–16) y “Vestigios del Paraíso” (2016–17) son la antesala de los trabajos en volumen. Ya se ven aquí claramente temas centrales en tu obra así como elecciones formales: la preponderancia de la naturaleza, la referencia al universo femenino, el dibujo propio del diseño textil, lo orgánico. Me gustaría empezar hablando sobre la materialidad, soportes y formatos de tu obra en general. Claramente el papel es protagonista y cobra distintas dimensiones y aplicaciones. Pero también están los acetatos, el papel poliéster metalizado, las gelatinas de iluminación, las radiografías, entre otros. Contanos sobre estas elecciones.
Mariana Brea: Siempre fui de alma inquieta y exploradora, el contacto directo que tuve con la naturaleza, mi atracción por las telas, el color y el dibujo estuvieron presentes desde mi infancia hasta el día de hoy. Comencé a conectarme con la materia desde la costura, cuando tenía ocho años y fuimos con mi madre, a la que era una emblemática juguetería en la época: la Colón. Ahí encontré una simple maquinita de coser de lata que todavía conservo como reliquia de mis comienzos y que, en cierta manera, marcaron mi camino en el diseño y el arte.
En virtud de mi formación como diseñadora de indumentaria y textil he tenido a lo largo de los años acceso a muchos materiales entre hilos, telas y avíos de distintas características. Además, tengo cierto orden sistemático en los procesos de construcción y desarrollos creativos, mi metodología es casi como si estuviera armando una colección. La búsqueda de inspiración, la recopilación de disparadores visuales, la bajada de conceptos, la transformación del material, la textura, el dibujo, la paleta de color, hasta llegar a la materialización de la idea. Paralelamente, hay una producción abocada a la pintura que oscila entre la abstracción y la figuración que puede verse en las series “Líneas y Manchas,” “Largos y Sinuosos,” “Vestigios del Paraíso” y “Ocaso natural.” Todas toman como soporte el papel y se materializan en diferentes técnicas de representación, entre grafitos, acuarelas, acrílicos, tintas, bolígrafos, marcadores y lápices de colores, siendo las obras bidimensionales el paso previo a salir al espacio. La serie “El Espíritu de las Formas”dio el paso al papel como material protagónico que se despliega en diferentes gramajes y superficies traslúcidas. La incorporación de las radiografías se dio por un proyecto para la Fundación Rossi con la muestra “Cuidarte el Corazón.”A raíz de esto, la artista plástica Carolina Antoniadis me sugirió que la obra debía ser más misteriosa, donde el espectador no percibiera en una primera mirada de qué material se trataba. Entonces salí a la búsqueda de materiales más industriales, desprendiéndome del soporte tradicional y empecé a incorporar otros. Así fue como las radiografías comenzaron a transformarse y combinarse con elementos más complejos, coloridos y flexibles: los acetatos, las gelatinas de iluminación, el papel poliéster metalizado, viéndose toda esa búsqueda reflejados en mis posteriores trabajos.
Mis primeras esculturas blandas fueron realizadas como un cúmulo de una infinidad de flores de plástico y tela desarmadas, recreando una nueva textura táctil que se hace visible en grandes guirnaldas de nudos, de tiras de diferentes grosores y espesores que se entrelazan y cosen. Me gusta el efecto de construir con las manos, conectarme con la materia e indagar en las diferentes posibilidades que propone el uso de materiales diversos, confrontarlos y ver cómo dialogan unos con otros, creando espacios que juegan entre el plano y la tridimensional. Usando la tijera como lápiz, el hilo como trazo y componiendo a partir de la forma y el color, comienzo a construir móviles y delicadas composiciones de masas sólidas, esculturas voluptuosas, articulando naturaleza y ornamento, buscando compartir la misma fragilidad de las aguadas y sentido del contraste de color que aparecen en las pinturas bidimensionales. Trabajando con diversos materiales que despliegan una gran cantidad de recursos como universo visual de formas, color y texturas.
MCB: La serie “Espíritu de las Formas” (2014–18) se aleja definitivamente del plano. Abstracción y ornamento componen un collage de texturas, dando pie a la serie “Racimos de una Galaxia Perdida” (2018–20), donde aparecen los objetos y esculturas concretamente. ¿Cómo pasas del plano al bajo relieve y de ahí a la tridimensionalidad?
MB: La primera aproximación al espacio fue la serie “El Espíritu de las Formas,” donde comencé a pensar en pintar con papeles, sacando del plano para alcanzar al bajo relieve, buscando materializar las manchas de colores, trasparencias, formas redondeadas y líneas de diferentes espesores en collage de papeles flotantes, donde la composición se desprende y se eleva del soporte apelando a distintas operaciones de la forma: unión, sustracción, superposición y distanciamiento, entre otras, buscando representar lo que antes aparecía en la serie “Líneas y Manchas.” En el 2018, a partir de la invitación de una fundación a trabajar con materiales en desuso, comencé a llevar los recortes al espacio. Y es a partir de ese proyecto donde trabajé con grandes racimos de texturas materializadas con radiografías, apropiándome de lo visible que dentro de esos cuerpos revelados en las placas fotográficas que se combinan con materiales industriales, brillantes y trasparentes de características maleables para ser intervenidas y representadas en la serie “Racimos de una Galaxia Perdida,” donde la escultura Pluma de Volcán es el disparador de toda una búsqueda conceptual. Otro ejemplo fue cuando me detuve a observar aquellos primeros trabajos monocromáticos de la serie “Largos y Sinuosos,” y fue ahí que me pregunté: ¿Y si trato de llevar estas obras de líneas al espacio? Primero experimenté con las radiografías en la instalación Metamorfosis del Dibujo (2018); placas radiográficas cargadas de historias anónimas mutan a grandes telones de líneas suspendidas, dibujando en el espacio tramas de diferentes densidades, cortando a mano cada línea, simulando pestañas o plumas flotantes; luego con acetatos transparentes, que pueden verse en la escultura blanda Aura (2019); por último, y en el que actualmente estoy trabajando, el papel metalizado.
MCB: Magma (2019) se desprende de otro trabajo donde la planimetría de lo velado, cierto humo corporizado, se transforma en grandes volúmenes que parecieran sacar al espacio lo que antes se apoyaba en el papel en la serie “Ocaso Natural” (2019). Otro caso donde la referencia al plano, automáticamente pasa a una instancia cuasi-instalativa.
MB: En la serie “Ocaso Natural” que mencionas, a diferencia de la serie “Vestigios del Paraíso,” la naturaleza se empieza a desdibujar, se destiñe, se corroe, se vuelve mucho más abstracta, se refleja. Son disparadores para llevar esos conceptos y convertirlos en obras que juegan con el espacio, encriptados en cajas de acrílico como si se trataran de un tapiz espectral, o emulando una erupción fenomenal que se entrelaza como un arrecife artificial. La serie “Racimos de una Galaxia Perdida” y Magma son los ejemplos de esa condensación de forma, color y textura, dada por la combinación de materiales que se cortan, superponen y pliegan. Las gelatinas de iluminación conviven en una simbiosis perfecta junto con el papel poliéster metalizado y las radiografías que me permiten modelar el volumen y que al combinarlos generan todo tipo de reflejos, profundidades y trasparencias suscitando nuevos planos de color, es el paso del magma que sale del interior del cráter para sumergirse en un universo de profundidades y efectos visuales.
MCB: Y hablando de instalaciones y espacio, me gustaría compartieras algunas experiencias de trabajo. Pienso por ejemplo en las obras Pluma de Volcán (2019) y Aura (2019), pero podría ser la que quisieras.
MB: Pluma de Volcán y Aura fueron dos instalaciones que trabajé prácticamente en simultáneo. Me detendría a hablar de Aura que se aleja completamente de Pluma de Volcán que está estrechamente vinculada con la serie “Magma y Racimos de una Galaxia Perdida,” sea por el no color y la utilización de un solo recurso como material: el acetato transparente. Aura, en cambio, es una escultura blanda, etérea e introspectiva, para ser apreciada en la oscuridad y va mutando en su movimiento por una brisa que la acaricia, emanando destellos de luz.
“Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta,” dijo Carl Gustav Jung. Apelo a una estética de abstracción orgánica, exponiendo emociones internas en el afuera; líneas suaves, ondulantes y trazos libres van transformando meticulosamente el material gracias a los cortes sesgados traducidos a formas indefinidas en expansión, simulando remolinos ahumados, rizos, sensaciones oníricas, o invitando al espectador a contemplar y construir en silencio su propia lectura, pasajes frágiles como un eco del mundo contemporáneo que nos rodea.
MCB: Finalmente, tu trabajo más reciente y aun en proceso es la serie “Organicidad Metálica” (2019–20). Allí la línea sutil y delicada de los primeros trabajos, se sintetiza y estiliza, propone una obra con volumen pero que se aferra al plano como continente. La paleta se vuelve fría, industrial y monocromática, planteando un juego entre lo orgánico de la naturaleza vegetal y animal y cierta presentación férrea de una gran belleza visual y pregnancia, gracias a los brillos y diseños los cuales dejan al descubierto una factura exquisita y un trabajo complejo. Contanos sobre estas obras, sus colores y formas.
MB: Si bien la afiliación del papel viene de Henry Matisse donde él recortaba formas con papeles a mí me gusta pensar que voy dibujando y cociendo con hilos de papel, trabajando el concepto de trama y urdimbre. El hilo se empieza a despegar del plano, se cose, se esconde y se encastra para convertirse en una obra casi escultórica simulando un bajo relieve. En el momento que apoyo el bisturí sobre la superficie, me permito que la obra vaya sucediendo, eligiendo a través del proceso. Comienzan a jugar un sin fin de emociones que van a dar el carácter a cada una de las líneas, voy pensando en cortarlo todo, vestir con estos papeles, darles una nueva identidad. Pectorales, tocados, huesos, escudos, armaduras, músculos, marino, etéreo, vegetal, son disparadores que se verán revelados en el papel en cada una de las series de color. Vinculo los colores con mi manera de percibir la naturaleza y distintas situaciones del cuerpo. Oro, plata, azul, rojo y blanco, entre otros, son los colores en los que actualmente estoy trabajando, supeditando la forma al color y relacionándolo desde su valor simbólico. Dejando un guiño al espectador a afilar su propia mirada. Después de tantos años de trabajar con el color, sentí la necesidad de reposar, de despojar mi cabeza. Volví a observar aquellos primeros trabajos monocromáticos de la serie “Largos y Sinuosos,” que te mencioné cuando hablábamos de como pasaba del plano al bajo relieve y de ahí a la tridimensionalidad, y fue a partir de ahí que decidí trabajar con un solo material: el papel. Pero no cualquier papel, al ser monocromático debía de tener un condimento, y fue así que encontré estos papeles metalizados, la paleta de color industrial y cierta presencia férrea, como decís, una paleta totalmente disociada del espacio natural, son características que me interesan resaltar del soporte; al intervenirlo, cortarlo y moldearlo, dan la sensación de un material duro, una suerte de metal insinuado, pero no deja de ser un papel, que debe ser tratado como tal. El sutil brillo dado por la particularidad del material y el trazo que se ve reflejado por los cortes de las líneas finas, anchas y entrelazadas, quirúrgicamente tratadas, hacen un juego de luces y sombras, ese juego de color monocromo, será un dato importante a la hora de detenerse a observar la obra. Además me gustaría mencionar que estoy haciendo uso de los descartes de las obras, dándoles un valor a lo que se desprende y reutilizarlo; donde el gesto del trazo se ve reflejado en pequeños mosaicos de 20 x 20 centímetros.
MCB: ¿Cuáles son los planes para el futuro?
MB: Actualmente me encuentro trabajando en la posibilidad de una muestra individual para el año que viene, avanzando en la serie “Organicidad Metálica,” una serie que me tiene totalmente atrapada y que se verá reflejada en un gran abanico de representaciones visuales, profundizando en diferentes formatos y posibilidades del papel y comenzado a incorporar el color. El siguiente paso es llevar la obra al espacio tridimensional, indagando en el tejido del papel con la cestería artesanal, y probando con lacas para endurecerlo y conservar su apariencia firme. Volviendo un poco a mis raíces trabajando en la frontera entre el arte y el diseño, una idea que estoy empezando a bocetar es en la una puesta en escena, una performance donde aparecen cuerpos vistiendo papeles, un desfile donde los cuerpos se funden en la oscuridad convirtiéndose en el soporte de estas esculturas vivas y serán solo los vestidos que tomen el protagonismo.